17 de Enero de 2021
Marcos 1:14-20
Enfocados en Cristo
Marcos 1:14-20
Enfocados en Cristo

El Sermón: Enfocados en Cristo | |
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10 de Enero de 2021
Marcos 1:9-13
El Propósito de La Tentación de Jesús
Marcos 1:9-13
El Propósito de La Tentación de Jesús

El Sermón: El Propósito de La Tentación de Jesús | |
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3 de Enero de 2021
Mateo 2:13-18
La Gracia de Dios es más Fuerte
Mateo 2:13-18
La Gracia de Dios es más Fuerte

El Sermón: La Gracia de Dios es más Fuerte | |
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27 de Diciembre de 2020
Tito 3:4-7
¡Somos Ricos!
Tito 3:4-7
¡Somos Ricos!

El Sermón: ¡Somos Ricos! | |
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Devocional Nochebuena 2020

Devocional Nochebuena 2020 | |
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20 de Diciembre de 2020
Lucas 1:39-55
Incluso A Mí
Lucas 1:39-55
Incluso A Mí

El Sermón: Incluso A Mí | |
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13 de Diciembre de 2020
Lucas 1:26-38
Gracia - La Palabra
que Mejor Define la Temporada Navideña
Lucas 1:26-38
Gracia - La Palabra
que Mejor Define la Temporada Navideña
El sermón en audio

El Sermón: Gracia - La Palabra que Mejor Define la Temporada Navideña | |
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6 de Diciembre de 2020
Marcos 1:1-8
El Punto es Jesucristo, el Hijo de Dios
Marcos 1:1-8
El Punto es Jesucristo, el Hijo de Dios
El sermón en audio

El Sermón: El Punto es Jesucristo, el Hijo de Dios | |
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29 de Noviembre de 2020
Marcos 13:32-37
Presten Atención a las Órdenes de Jesús
Marcos 13:32-37
Presten Atención a las Órdenes de Jesús
El sermón en audio

El Sermón: Presten Atención a las Órdenes de Jesús | |
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22 de Noviembre de 2020
Mateo 27:27-31
¿Reconocen A Un Rey A Simple Vista?
Mateo 27:27-31
¿Reconocen A Un Rey A Simple Vista?
El sermón en audio

El Sermón: Reconocen A Un Rey A Simple Vista | |
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15 de Noviembre de 2020
1 Tesalonicenses 1:2-5a
No Subestimemos el Poder del Evangelio
1 Tesalonicenses 1:2-5a
No Subestimemos el Poder del Evangelio
El sermón en audio

El Sermón: No Subestimemos el Poder del Evangelio | |
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8 de Noviembre de 2020
Salmo 93
¡El Señor Reina!
Salmo 93
¡El Señor Reina!
El sermón en audio

El Sermón: ¡El Señor Reina! | |
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1 de Noviembre de 2020
Revelación 3:8 & 11
Lo Que Tienes, No Lo Sueltes
Revelación 3:8 & 11
Lo Que Tienes, No Lo Sueltes
El sermón en audio

El Sermón: Lo Que Tienes, No Lo Sueltes | |
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18 de Octubre de 2020
Salmo 98
¡Unámonos al Gozo!
Salmo 98
¡Unámonos al Gozo!
El sermón en audio

El Sermón: ¡Unámonos al Gozo! | |
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11 de Octubre de 2020
Isaías 55:6-9
La Oferta Se Acaba Pronto
Isaías 55:6-9
La Oferta Se Acaba Pronto
El sermón en audio
Probablemente lo escucharon o vieron esta semana pasada y ni siquiera se dieron cuenta. Esa frase que se utiliza siempre que alguien quiere vendernos algo: “La Oferta Se Acaba Pronto”. Ya sea un servicio de transmisión por televisión, líneas de teléfono celular, autos, pólizas de seguro, membresías para gimnasio, dietas para bajar de peso, restaurantes, una y otra vez oímos o vemos: “La Oferta Se Acaba Pronto”. Saben a lo que me refiero, ¿verdad?
Me pregunto cuántos de nosotros realmente creemos esas cinco palabras cuando las vemos o escuchamos. ¿Por qué? Porque los comerciales siempre dicen eso y nos hemos dado cuenta de que la oferta que supuestamente termina pronto, siempre está ahí. De veras, ¿cuánto tiempo tiene el gimnasio Planet Fitness ofreciendo su membresía por $1 dólar de enganche y $10 dólares al mes? ¿Hay alguien que aún cree que esta oferta terminará? Y, ¿qué me dicen de la oferta de 2 por $20 de Applebee’s? ¿O las ofertas de 0% de interés y $0 de enganche que ofrecen los vendedores de autos?
Ahora dejen les pregunto: ¿Nos hemos acostumbrado también cuando el Señor nos llama al arrepentimiento y nos invita a volvernos hacia Él y recibir Su misericordia? ¿Pensamos acaso que esa oferta siempre estará ahí y, por lo tanto, no la tomamos tan en serio cuando la oímos? O quizá pensamos que tenemos tiempo y que lo haremos más tarde. Tal vez simplemente la ignoramos. Amados hermanos en Cristo, hemos cometido muchos errores y cometeremos más, pero no cometamos este. El Señor no dice “Esta Oferta Se Acaba Pronto” de chiste.
Veamos lo que dice Isaías 55:6-9: “Busquen al Señor mientras pueda ser hallado; llámenlo mientras se encuentre cerca. ¡Que dejen los impíos su camino, y los malvados sus malos pensamientos! Que se vuelvan al Señor, nuestro Dios, y él tendrá misericordia de ellos, pues él sabe perdonar con generosidad. El Señor ha dicho: «Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes.”
Me pregunto cuántos de nosotros realmente creemos esas cinco palabras cuando las vemos o escuchamos. ¿Por qué? Porque los comerciales siempre dicen eso y nos hemos dado cuenta de que la oferta que supuestamente termina pronto, siempre está ahí. De veras, ¿cuánto tiempo tiene el gimnasio Planet Fitness ofreciendo su membresía por $1 dólar de enganche y $10 dólares al mes? ¿Hay alguien que aún cree que esta oferta terminará? Y, ¿qué me dicen de la oferta de 2 por $20 de Applebee’s? ¿O las ofertas de 0% de interés y $0 de enganche que ofrecen los vendedores de autos?
Ahora dejen les pregunto: ¿Nos hemos acostumbrado también cuando el Señor nos llama al arrepentimiento y nos invita a volvernos hacia Él y recibir Su misericordia? ¿Pensamos acaso que esa oferta siempre estará ahí y, por lo tanto, no la tomamos tan en serio cuando la oímos? O quizá pensamos que tenemos tiempo y que lo haremos más tarde. Tal vez simplemente la ignoramos. Amados hermanos en Cristo, hemos cometido muchos errores y cometeremos más, pero no cometamos este. El Señor no dice “Esta Oferta Se Acaba Pronto” de chiste.
Veamos lo que dice Isaías 55:6-9: “Busquen al Señor mientras pueda ser hallado; llámenlo mientras se encuentre cerca. ¡Que dejen los impíos su camino, y los malvados sus malos pensamientos! Que se vuelvan al Señor, nuestro Dios, y él tendrá misericordia de ellos, pues él sabe perdonar con generosidad. El Señor ha dicho: «Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes.”
¿Se dan cuenta de la seriedad de estas palabras? “Busquen al Señor mientras pueda ser hallado; llámenlo mientras se encuentre cerca”. Existe un itinerario para la invitación del Señor. Mejor dicho, hay un límite en cuanto a Su paciencia. El Señor solo esperará cierto tiempo. En otras palabras, “Ésta es la oferta (Isaías 55:6-7), pero sepan: ‘La Oferta Se Acaba Pronto.’” Claro, podemos decir, “después lo hago”, pero no pensemos por un momento que podemos medir las consecuencias. |
Si lo dudan, recordemos la inundación que acabó con toda la humanidad excepto Noé y su familia (Génesis 6-8). Consideremos el destino de Sodoma y Gomorra (Génesis 19). Recordemos como Dios causó que la tierra se devorara a Coré, su familia y a todos sus seguidores (Números 16). También cuando Dios castigó a Su pueblo y permitió que Su templo fuera destruido en el año 586 a.C. (2 Crónicas 36:17-19). Recordemos cuando Ananías y Safira cayeron muertos al instante cuando mintieron al apóstol Pedro (Hechos 5). Estas no son historias y tácticas para infundir miedo. Son la realidad sobre el juicio de Dios sobre aquellos que no se arrepienten. Dios llama a todos al arrepentimiento por un tiempo y no quiere que nadie se pierda. Pero hay un límite a la paciencia de Dios y juzgará duramente a aquellos que no toman en serio ni a Él, ni a sus pecados.
La pregunta en sí es: “¿Tomas a Dios y a tus pecados en serio?” Hagamos la prueba. Cuando leímos “¡Que dejen los impíos su camino, y los malvados sus malos pensamientos!”, ¿pensaron en si mismos o en alguien más? Ya saben, “aquellos” que de veras necesitan arrepentirse – los terroristas, los narcotraficantes, los violadores, los asesinos, los drogadictos, los abusivos, y todas aquellas lacras de la sociedad que podamos pensar. Seguramente no puede ser aquel (la) que desea al esposo(a) de otro(a) y los desviste con el pensamiento. Seguramente no es el (la) hijo(a) que piensa que sus padres son demasiado estrictos y que desea que se murieran. Seguramente no es el (la) empleado(a) que no soporta a su aberrante jefe y que no derramaría una lagrima si algo malo le ocurriera. Seguramente no es aquel miembro de esta iglesia que viene cada semana para recibir el perdón de Dios pero se rehúsa a perdonar a su amigo o hermano. Seguramente no podría ser aquella persona que cree que lo sabe todo y no puede comprender como tantos otros no entienden nada. De ellos no estamos pensando, ¿verdad? No podríamos pensar en nosotros mismos, ¿verdad?
Amados hermanos y hermanas en Cristo, el Señor no únicamente está llamando a los maleantes y malosos a arrepentirse. El Señor nos está llamando a nosotros – a los que actuamos y hablamos como fariseos, los que tenemos pensamientos malvados y hacemos cosas malvadas, los que somos egoístas y engreídos, aquellos que sabemos lo que Dios dice pero hacemos lo que nos da la gana de cualquier manera. El Señor nos está hablando a cada uno y diciendo: “¡Alto! Dejen de estar ignorando el pecado en sus vidas. Dejen de estar comportándose como si no fuera gran cosa. Dejen de comportarse como si tuvieran todo el tiempo del mundo. ¿No ven lo que esto les está causando? ¿No se dan cuenta de cuánto está afectando su pecado nuestra relación? ¿No les importa? Vuelvan hacia mí. Prometo perdonarlos.”
El mensaje de hoy no es solo para amonestarlos y hacer que hagan lo correcto en sus vidas. El mensaje de hoy es sobre su relación con Dios. No les habla personalmente cuando el Señor dice: “¿No se dan cuenta de cuánto está afectando su pecado nuestra relación?” Por eso el Señor clama hoy, no después, que nos “alejemos de toda maldad” porque Él sabe que cada día que dejamos pasar nuestro pecado, nos alejamos cada vez más de Él. Y al Señor esto no le agrada, especialmente cuando Él conoce, de lo que en realidad nos estamos alejando.
La pregunta en sí es: “¿Tomas a Dios y a tus pecados en serio?” Hagamos la prueba. Cuando leímos “¡Que dejen los impíos su camino, y los malvados sus malos pensamientos!”, ¿pensaron en si mismos o en alguien más? Ya saben, “aquellos” que de veras necesitan arrepentirse – los terroristas, los narcotraficantes, los violadores, los asesinos, los drogadictos, los abusivos, y todas aquellas lacras de la sociedad que podamos pensar. Seguramente no puede ser aquel (la) que desea al esposo(a) de otro(a) y los desviste con el pensamiento. Seguramente no es el (la) hijo(a) que piensa que sus padres son demasiado estrictos y que desea que se murieran. Seguramente no es el (la) empleado(a) que no soporta a su aberrante jefe y que no derramaría una lagrima si algo malo le ocurriera. Seguramente no es aquel miembro de esta iglesia que viene cada semana para recibir el perdón de Dios pero se rehúsa a perdonar a su amigo o hermano. Seguramente no podría ser aquella persona que cree que lo sabe todo y no puede comprender como tantos otros no entienden nada. De ellos no estamos pensando, ¿verdad? No podríamos pensar en nosotros mismos, ¿verdad?
Amados hermanos y hermanas en Cristo, el Señor no únicamente está llamando a los maleantes y malosos a arrepentirse. El Señor nos está llamando a nosotros – a los que actuamos y hablamos como fariseos, los que tenemos pensamientos malvados y hacemos cosas malvadas, los que somos egoístas y engreídos, aquellos que sabemos lo que Dios dice pero hacemos lo que nos da la gana de cualquier manera. El Señor nos está hablando a cada uno y diciendo: “¡Alto! Dejen de estar ignorando el pecado en sus vidas. Dejen de estar comportándose como si no fuera gran cosa. Dejen de comportarse como si tuvieran todo el tiempo del mundo. ¿No ven lo que esto les está causando? ¿No se dan cuenta de cuánto está afectando su pecado nuestra relación? ¿No les importa? Vuelvan hacia mí. Prometo perdonarlos.”
El mensaje de hoy no es solo para amonestarlos y hacer que hagan lo correcto en sus vidas. El mensaje de hoy es sobre su relación con Dios. No les habla personalmente cuando el Señor dice: “¿No se dan cuenta de cuánto está afectando su pecado nuestra relación?” Por eso el Señor clama hoy, no después, que nos “alejemos de toda maldad” porque Él sabe que cada día que dejamos pasar nuestro pecado, nos alejamos cada vez más de Él. Y al Señor esto no le agrada, especialmente cuando Él conoce, de lo que en realidad nos estamos alejando.
Hermanos, en serio, esto nos es como el cuento del niño y el lobo. Escuchen el llamado del Señor al arrepentimiento: Aléjense del pecado y vuelvan a Él. Cuando lo hagan, no encontrarán enojo, encontrarán misericordia; no encontrarán ira, sino perdón; no encontrarán oídos sordos, encontrarán amor en abundancia.
Quizás encuentren consuelo al saber que la frase “perdonará gratuitamente” en el texto original hebreo literalmente significa que “perdonará incesantemente”. Esto significa que la cantidad de tus pecados no ha sobrepasado el límite de Dios para perdonar. Significa que si esta es la ocasión número 1,139,217 que vuelves al Señor, para Él no son demasiadas; que si la lista de tus trapos sucios es larguísima, para Él no lo es; si piensas que tus pecados son demasiados, para Él no |
¿Es tan difícil imaginarnos que Dios nos perdone tanto? Recordemos lo que Él nos dice: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes.”
Los versículos de Isaías 55:8-9 son de esos versículos que seguido se citan fuera de contexto. La mayoría de las personas citan este pasaje tratando de decir que Dios tiene algo así como súper poderes mentales mayor a nuestra capacidad cerebral; y en realidad si los tiene. Pero, hermanos, esto no es lo que Dios nos está tratando de comunicar en Isaías 55:8-9. Lo que nos dice es que no podemos imaginarnos siquiera que Él perdona todos nuestros pecados, y lo dice especialmente para aquellos que no pueden concebir que Dios no se cansa de perdonarnos nuevamente después de haber pecado, especialmente para aquellos que no les cabe en la cabeza que Dios es capaz de perdonar aun cuando nosotros pensemos que hemos rebasado la posibilidad de ser perdonados. Especialmente nosotros.
Cuando hablamos de la seriedad del llamado del Señor al arrepentimiento por la seriedad del pecado, nadie jamás ha considerado la seriedad del pecado más que Dios. El ser humano jamás hubiera pensado en la cruz como la manera de salvarnos del pecado. Al ser humano nunca se le hubiera ocurrido pensar que Dios sufriera y muriera en lugar suyo por el perdón de los pecados de la humanidad. Al ser humano no le hubiera pasado por la cabeza jamás pensar que el Padre castigara y condenara al Hijo inocente por los pecados del hombre. Pero, en efecto, esos fueron los pensamientos de Dios. Y alabado sea el Señor porque así lo son, porque son las buenas nuevas para nuestra salvación.
Los versículos de Isaías 55:8-9 son de esos versículos que seguido se citan fuera de contexto. La mayoría de las personas citan este pasaje tratando de decir que Dios tiene algo así como súper poderes mentales mayor a nuestra capacidad cerebral; y en realidad si los tiene. Pero, hermanos, esto no es lo que Dios nos está tratando de comunicar en Isaías 55:8-9. Lo que nos dice es que no podemos imaginarnos siquiera que Él perdona todos nuestros pecados, y lo dice especialmente para aquellos que no pueden concebir que Dios no se cansa de perdonarnos nuevamente después de haber pecado, especialmente para aquellos que no les cabe en la cabeza que Dios es capaz de perdonar aun cuando nosotros pensemos que hemos rebasado la posibilidad de ser perdonados. Especialmente nosotros.
Cuando hablamos de la seriedad del llamado del Señor al arrepentimiento por la seriedad del pecado, nadie jamás ha considerado la seriedad del pecado más que Dios. El ser humano jamás hubiera pensado en la cruz como la manera de salvarnos del pecado. Al ser humano nunca se le hubiera ocurrido pensar que Dios sufriera y muriera en lugar suyo por el perdón de los pecados de la humanidad. Al ser humano no le hubiera pasado por la cabeza jamás pensar que el Padre castigara y condenara al Hijo inocente por los pecados del hombre. Pero, en efecto, esos fueron los pensamientos de Dios. Y alabado sea el Señor porque así lo son, porque son las buenas nuevas para nuestra salvación.
Hermanos, “la oferta se acaba pronto”. No dejen pasar la oportunidad de prestar oído al llamado de nuestro Dios ahora mismo. Pueden pensar: “Me arrepentiré después”, pero Dios no nos llama a arrepentirnos cuando estemos listos y preparados. Ahora es cuando la gracia y el favor de Dios están al alcance. No desperdicien un día más para hacer de la misericordia de Dios lo más preciado que poseen. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús. Amén. |
4 de Octubre de 2020
Salmo 119
Buscad al Señor de Todo Corazón
Salmo 119
Buscad al Señor de Todo Corazón
El sermón en audio
Vayamos al grano. ¿Cómo está su vida en cuanto a la fe? Examinen bien su corazón. ¿Su fe en Dios está más fuerte o más débil que hace un año? ¿Qué tal hace tres años? Si no está ni más fuerte ni más débil… ¿dirían que se encuentra estancada? ¿Es su fe llena y vibrante o sosa y seca? ¿Se desconectan mentalmente durante los servicios dominicales? ¿Se encuentran desconectados de la Palabra de Dios en sus casas con poca o quizás ningún enlace con Dios aparte del servicio dominical?
¿Estas preguntas revelan acaso que la fe en sus vidas no es lo que debiera ser o lo que quisieran que fuera en realidad? Si su respuesta es “Sí”, bienvenidos al club. O mejor dicho, únanse a la lucha. Me encantaría contarles que la fe es un ascenso y crecimiento constante de devoción al Señor, pero la verdad es que somos seres humanos pecaminosos con corazones fragmentados. Existen, por supuesto, momentos de gran altura en nuestra relación con el Señor. Pero los hay también de profundos valles y planicies de enorme pasividad. Hay momentos que parecemos elevarnos con el amor hacia Dios y otros en una apatía que ni parece que estamos vivos siquiera.
Así que, si la fe en sus vidas no es como la necesitan que fuera o quisieran que fuera, ¿qué pueden hacer al respecto? Es aquí donde entra el tema de hoy: Buscad al Señor de Todo Corazón. ¿Dónde buscaremos al Señor? Aquí es donde entra la lectura de hoy: el Salmo 119.
¿Estas preguntas revelan acaso que la fe en sus vidas no es lo que debiera ser o lo que quisieran que fuera en realidad? Si su respuesta es “Sí”, bienvenidos al club. O mejor dicho, únanse a la lucha. Me encantaría contarles que la fe es un ascenso y crecimiento constante de devoción al Señor, pero la verdad es que somos seres humanos pecaminosos con corazones fragmentados. Existen, por supuesto, momentos de gran altura en nuestra relación con el Señor. Pero los hay también de profundos valles y planicies de enorme pasividad. Hay momentos que parecemos elevarnos con el amor hacia Dios y otros en una apatía que ni parece que estamos vivos siquiera.
Así que, si la fe en sus vidas no es como la necesitan que fuera o quisieran que fuera, ¿qué pueden hacer al respecto? Es aquí donde entra el tema de hoy: Buscad al Señor de Todo Corazón. ¿Dónde buscaremos al Señor? Aquí es donde entra la lectura de hoy: el Salmo 119.
Dejen les adelanto un poco sobre el Salmo 119. Es absolutamente una obra maestra de la poesía hebrea. Nosotros lo leemos en español, así que la poesía se pierde en la traducción. Pero aún más que su forma, la majestuosidad del Salmo 119 está en su contenido. Es un salmo de alabanza hacia la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra. Noten que dije la Palabra de Dios y el Dios de la Palabra; no podemos separar el uno del otro. Ya lo verán cuando escuchen detenidamente este salmo. Lo que esto significa es que con la Palabra de Dios se incluye una relación con el Dios de la Palabra, el Señor, Aquel que es santo y misericordioso, el Dios del amor fiel que nos llama a vivir vidas de amor fiel. Con la Palabra de Dios encontramos una relación con el Padre que tanto amó al mundo, con el Jesús que pagó por entero el precio de nuestros pecados, con el Espíritu Santo que nos da el don de la fe a través de Su Palabra.
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¿Ven cómo encaja esto con nuestro tema? Buscad al Señor de todo corazón. ¿Dónde hemos de buscar al Señor? En Su Palabra. El Salmo 119 enlaza claramente ésta búsqueda en los primeros dos versículos: “Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor. Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan.” Si hemos de buscarlo de todo corazón, buscaremos en su Ley, sus Estatutos, su Palabra.
Las palabras “ley” y “estatutos” son las primeras de muchas palabras usadas en el Salmo 119 para indicarnos la Palabra de Dios. También escucharemos al salmo usar las palabras “decretos”, “promesas”, “mandamientos” entre otras como sinónimos. Cada una tiene un aspecto diferente, pero todas en conjunto nos hablan de la totalidad en cuanto a lo que Dios nos ha revelado. Así que, cuando escuchemos las palabras “ley” y “estatutos”, por ejemplo, no piensen únicamente en la medida de Dios para nuestras vidas; estas palabras incluyen todo aquello que Dios nos ha revelado de Sí mismo para nuestra salvación. Con esto en mente es que es que nos adentramos en la Palabra de Dios para buscarlo de todo corazón.
Navegaremos por el Salmo 119 en tres partes. Aprenderemos que Buscar al Señor de Todo Corazón significa:
Comencemos por ver los versículos 24 al 27:
Las palabras “ley” y “estatutos” son las primeras de muchas palabras usadas en el Salmo 119 para indicarnos la Palabra de Dios. También escucharemos al salmo usar las palabras “decretos”, “promesas”, “mandamientos” entre otras como sinónimos. Cada una tiene un aspecto diferente, pero todas en conjunto nos hablan de la totalidad en cuanto a lo que Dios nos ha revelado. Así que, cuando escuchemos las palabras “ley” y “estatutos”, por ejemplo, no piensen únicamente en la medida de Dios para nuestras vidas; estas palabras incluyen todo aquello que Dios nos ha revelado de Sí mismo para nuestra salvación. Con esto en mente es que es que nos adentramos en la Palabra de Dios para buscarlo de todo corazón.
Navegaremos por el Salmo 119 en tres partes. Aprenderemos que Buscar al Señor de Todo Corazón significa:
- Confiar en Su Palabra
- Valorar Su Palabra
- Obedecer Su Palabra
Comencemos por ver los versículos 24 al 27:
Tus estatutos son mi deleite; son también mis consejeros.
Postrado estoy en el polvo; dame vida conforme a tu palabra.
Tú me respondiste cuando te hablé de mis caminos. ¡Enséñame tus decretos!
Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillas.
Postrado estoy en el polvo; dame vida conforme a tu palabra.
Tú me respondiste cuando te hablé de mis caminos. ¡Enséñame tus decretos!
Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillas.
Buscar al Señor significa confiar en Su Palabra por sobre todas las cosas. ¿Existe mejor consejo que aquel que proviene Dios mismo? ¿Quién más nos conoce completamente más que el Señor? ¿Quién mejor que el Señor sabe lo que mejor nos conviene? ¡La Palabra de Dios es mucho más que simplemente un buen consejo! Jamás te llevará por mal camino. ¡Jamás! Siempre te llevará por la senda que va hacia Él. ¡Siempre! Buscamos al Señor confiando en la dirección de Su Palabra.
Buscamos al Señor confiando en el poder de Su Palabra. En el Salmo 119 escuchemos cuantas veces el salmista busca en la Palabra de Dios la capacidad para resistir pronunciando frases como “dame vida conforme a Tu Palabra”, “susténtame conforme a Tu palabra” y “sostenme conforme a Tu promesa”.
Buscamos al Señor confiando en el poder de Su Palabra. En el Salmo 119 escuchemos cuantas veces el salmista busca en la Palabra de Dios la capacidad para resistir pronunciando frases como “dame vida conforme a Tu Palabra”, “susténtame conforme a Tu palabra” y “sostenme conforme a Tu promesa”.
Y buscamos al Señor confiando en la autoridad de Su Palabra. La frase “me he puesto a pensar en mis caminos” es una expresión de arrepentimiento. Cuando evaluamos nuestras vidas a la luz de la autoridad de la Palabra de Dios, reconocemos que quedamos cortos del estándar santo de Dios. ¡Y Dios nos responde con Su gracia sorprendente! En hoja tras hoja y relato tras relato de la Palabra de Dios vemos que cada pecador que vuelve hacia Él es recibido con la respuesta del perdón. Confiamos en la autoridad de la Palabra de Dios no solo para condenar todos y cada uno de nuestros pecados, sino también para perdonar cada uno de ellos. Así que nos alejamos del pecado y volvemos al Señor diciendo, “enséñame, Señor, tus decretos”. Y meditamos en la maravilla de maravillas: que Dios ha enviado a Su Hijo para alcanzar nuestro perdón. La fe del salmista veía hacia adelante a la promesa del Cristo; nuestra fe mira hacia atrás hacia Cristo que ha cumplido ya la promesa de la salvación.
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Voy a compartir el Salmo 119 con ustedes ahora, pero antes, hay algo que debo decirles del salmo. El salmo pasa 176 versículos alabando a la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra. A primera vista puede hasta sonar repetitivo. Pero tal vez esta analogía les ayude a apreciar la belleza de cada versículo. Muchos de ustedes están familiarizados con el pintor Bob Ross, ¿no es así? Piensen en él pintando esos “lindos arbolitos felices” que lo hicieron tan famoso. Su pincel lleno de pintura verde dando una y otra pincelada. ¿Es repetitivo? Supongo que sí. Pero veamos que cada pincelazo verde es distinto, cada uno tiene un propósito, cada movimiento del pincel con pintura verde desarrolla la obra y nos hace adentrarnos en el lienzo. Hermanos y hermanas en Cristo, ¿acaso existe una obra maestra mayor que la Palabra de Dios, la Palabra proveniente de Dios a través de la cual se revela hacia y por nosotros? Que cada pincelada del Salmo 119 nos lleve a profundizar en esta obra maestra por la cual Dios nos “pinta” una vida con Él a través de la fe en Nuestro Salvador Jesucristo.
Buscar al Señor significa valorar Su Palabra sobre todas las cosas. Consideren lo que dice el versículo 111: “Tus estatutos son mi herencia permanente; son el regocijo de mi corazón.” Me sorprende el poder decir que todo lo que proviene de Dios me pertenece. “Tus estatutos… mi herencia”. Y luego considero lo que esos estatutos me revelan de Dios. Es Él quien me da la vida; Él es quien le ha dado redención a mi vida. Y puedo declarar que estas verdades son mías. ¡Cuánto gozo me da esto! Esto es lo que aprendemos del salmista. Esto es lo que nos enseña el salmista aun en medio de dificultades y sufrimientos. Nada lo desvía de meditar y deleitarse en la Palabra de Dios. Escuchen mientras nos muestra cómo buscar al Señor y apreciar Su Palabra aún más en medio de las adversidades.
Buscar al Señor significa obedecer Su Palabra sobre todas las cosas. Veamos el versículo 166: “Yo, Señor, espero tu salvación y practico tus mandamientos.” ¡Un sencillo resumen de la vida cristiana! Podríamos llamarle algo así como un “versículo de vida” o “versículo de lema” para la vida. Es un versículo que tal vez quisiera memorizarse y repetirlo cuando la vida se vuelve complicada o confusa. Nos lleva a las bases. Esperamos expectantes de Su salvación. Esa salvación podría incluir el rescatarnos de un problema actual y por supuesto incluye el rescate final de ésta vida de lágrimas para llevarnos a nuestro hogar de gloria celestial. Pero, ¿qué hacer mientras esperamos ese rescate? Practicamos Sus mandamientos. Aprendamos de la obediencia firme del salmista de la cual hemos escuchado tanto en los versículos finales del Salmo 119. |
Amados hermanos y hermanas en Cristo, ¿se fijaron como termina el salmo, este salmo que habla de la bendición de buscar al Señor de todo corazón? “Cual oveja perdida me he extraviado; ven en busca de tu siervo, porque no he olvidado tus mandamientos.” No importa cuánto intentamos buscar al Señor de todo corazón, nos extraviamos. Este es el mayor consuelo en medio de nuestras fallas: Aquél a quien buscas, te busca a ti. ¿Cómo lo sabemos? Recordemos lo que dijo Jesús cuando iba ruma a Jerusalén para sufrir y morir por nuestros pecados: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). La ensangrentada cruz y la tumba vacía nos comprueban que cumplió con Su misión. Él continuará buscándote. ¡De todo corazón! Él te extiende Su mano a través de Su Palabra. Así que ven, pon tu confianza en Él. Busca al Señor de todo corazón. ¡AMÉN!
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
27 de Septiembre de 2020
Salmo 103:1-5
No Olvidemos
Salmo 103:1-5
No Olvidemos
De todas las bendiciones que Dios les ha dado, ¿cuáles son las que se nos olvidan más fácilmente? ¿La gracia de un nuevo día? ¿El recibimiento o saludo de nuestra mascota? ¿El primer sorbo a su café cada mañana? ¿La simple satisfacción de un día productivo? ¿Disfrutar de tu serie favorita en Netflix? ¿Una ducha relajante al final del día? ¿Se dan cuenta lo bendecidos que son?
Reitero, de todas las bendiciones que han recibido de Dios, ¿cuáles son las que se nos olvidan más fácilmente? ¿Se sorprenderían si les dijera que yo creo que las bendiciones que se nos olvidan más fácilmente son el amor y la misericordia de Dios? Y estas son las bendiciones que necesitamos recordar más seguido.
Reitero, de todas las bendiciones que han recibido de Dios, ¿cuáles son las que se nos olvidan más fácilmente? ¿Se sorprenderían si les dijera que yo creo que las bendiciones que se nos olvidan más fácilmente son el amor y la misericordia de Dios? Y estas son las bendiciones que necesitamos recordar más seguido.
Necesitamos que nos recuerden seguido sobre el amor y la misericordia de Dios porque reconocemos la enorme cantidad de nuestros pecados. Conocemos nuestras mentiras, nuestros pensamientos innombrables, nuestros secretos escondidos. Y sabemos que Dios los conoce también. Sentimos Su ira. Palpamos la decepción que le causamos. Merecemos Su castigo. Sabemos que estamos humanamente imposibilitados de reparar nuestra relación con Dios, incapaces de hacer las cosas correctas. Lo intentamos. Pero la vergüenza y el lamento no se van. A pesar de intentarlo no podemos superar lo que hemos hecho o lo que hemos dejado de hacer. Es una carga horrible de llevar a cuestas. El sentimiento de culpa es tan pesado que nos consume con pensar que nunca seremos realmente amados y/o perdonados. Entonces en lugar de olvidar, estamos dándonos por vencidos del amor y la misericordia de Dios.
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Pero, cuando hacemos esto, nos olvidamos que el amor de Dios es incondicional y que Su misericordia no conoce límites. Nos olvidemos que Dios nos ama y nos perdona a pesar de nuestros pecados. Nos olvidamos de que donde abunda el pecado, la gracia de Dios abunda aún más.
Para evitar que se nos olviden estas cosas, Dios nos ha dado el Salmo 103. Leamos los primeros cinco versículos:
Para evitar que se nos olviden estas cosas, Dios nos ha dado el Salmo 103. Leamos los primeros cinco versículos:
1 ¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre!
2 ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!
3 El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias.
4 El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia.
5 El Señor te sacia con los mejores alimentos para que renueves tus fuerzas, como el águila.
2 ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!
3 El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias.
4 El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia.
5 El Señor te sacia con los mejores alimentos para que renueves tus fuerzas, como el águila.
¿Se dan cuenta en este salmo de lo que Dios nos da para que no lo olvidemos jamás? Nos da cinco verbos en el tiempo presente: perdona, sana, rescata, colma y sacia. Énfasis, tiempo presente, para dejar impreso en nosotros que el amor de Dios es incondicional y Su misericordia es ilimitada.
Veamos el primer verbo: “EL SEÑOR PERDONA TODAS TUS MALDADES”. ¿Oyeron bien? “Perdona TODAS tus maldades”. “Todas” son “todas”. Y esto se nos olvida porque nuestros pecados de antaño nos siguen acechando. Se nos olvida porque nuestros pecados actuales nos acorralan. Se nos olvida por el número y la gravedad de nuestros pecados y maldades no comprendemos que Dios perdona todos nuestros pecados y maldades y en nuestras mentes humanas no podemos concebir que “todos” son “todos”. Pero para Dios no hay limitaciones. Dios no miente. ¡Jamás lo olviden! “EL SEÑOR PERDONA TODAS TUS MALDADES” es la bendición fundamental en nuestras vidas. Al final del día es lo único que importa. |
Nunca olvidemos que ese perdón fue obtenido a través de una cruz. Nunca olvidemos que Dios ofreció a Su Hijo único. Nunca olvidemos que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Nunca olvidemos que la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado.
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
Veamos el segundo verbo: “EL SEÑOR… SANA TODAS TUS DOLENCIAS”. En otras palabras, Él sana todas dolencias del pecado – miedo, culpabilidad, remordimiento, vergüenza, aislamiento, derrota.
A la luz de la vida, muerte y resurrección de Cristo, ¿acaso debe existir el miedo cuando el pecado ya ha sido vencido? ¿Cómo puede haber culpabilidad cuando todo ha sido perdonado? ¿Cómo puede existir el remordimiento si toda la deuda ha sido pagada? ¿Por qué hay vergüenza si hemos sido lavados? ¿Cómo es que pueda haber aislamiento y/o separación si todo ha sido reconciliado? ¿Por qué hay derrotismo si todo, hasta la muerte, ha sido conquistada? No debemos olvidar jamás que todo lo que ha hecho Jesús por nosotros ha sido revertir los efectos devastadores de nuestros pecados. No hay nada ya entre Dios y nosotros. Nada nos impide el acceso a Él. Nada nos evita el poder disfrutar de una relación hermosa con Dios. Todo está sanado. Todo está completo.
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
Veamos el segundo verbo: “EL SEÑOR… SANA TODAS TUS DOLENCIAS”. En otras palabras, Él sana todas dolencias del pecado – miedo, culpabilidad, remordimiento, vergüenza, aislamiento, derrota.
A la luz de la vida, muerte y resurrección de Cristo, ¿acaso debe existir el miedo cuando el pecado ya ha sido vencido? ¿Cómo puede haber culpabilidad cuando todo ha sido perdonado? ¿Cómo puede existir el remordimiento si toda la deuda ha sido pagada? ¿Por qué hay vergüenza si hemos sido lavados? ¿Cómo es que pueda haber aislamiento y/o separación si todo ha sido reconciliado? ¿Por qué hay derrotismo si todo, hasta la muerte, ha sido conquistada? No debemos olvidar jamás que todo lo que ha hecho Jesús por nosotros ha sido revertir los efectos devastadores de nuestros pecados. No hay nada ya entre Dios y nosotros. Nada nos impide el acceso a Él. Nada nos evita el poder disfrutar de una relación hermosa con Dios. Todo está sanado. Todo está completo.
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
Ahora vamos al tercer verbo: “EL SEÑOR TE RESCATA DE LA MUERTE”. Si tú crees en el dicho popular: “Dios dice: ‘Ayúdate, que yo te ayudaré’” nunca encontrarás reposo ni descanso en tu vida pecaminosa. Nunca harás lo suficiente, ni sufrirás lo suficiente o pagarás lo suficiente por rescatarte a ti mismo. La única manera de que seas rescatado es recordando que Dios ayuda a aquellos que no pueden ayudarse a sí mismos. Él lo ha hecho todo ya. Nuestro Salvador, Jesucristo, ha pagado todo ya. ¡Hemos sido rescatados! ¡Hemos sido rescatados de la maldición del pecado! ¡Hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado! Somos libres para vivir una vida de agradecimiento y alabanzas al Señor.
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!” |
El cuarto verbo del pasaje dice: “EL SEÑOR TE COLMA DE FAVORES Y DE SU MISERICORDIA”. El verbo “colmar” es una palabra interesante en hebreo. Literalmente significa “rodear”. ¿Podemos imaginarnos siquiera algo que nos pueda brindar mayor consuelo que el saber que estamos rodeados por el amor y la misericordia de Dios? Pensar que por todos lados de nuestra vida – lo que estemos enfrentando o padeciendo, sufriendo o luchando – la gracia de Dios y Sus cuidados están ahí presentes siempre. Si es un pecado, somos perdonados. Si es muerte, Cristo la ha vencido. Si es una duda, la Palabra de Dios se mantiene siempre firme. Si son pruebas difíciles y problemas de la vida, Dios nos promete que todas ellas son temporales. Porque nuestro verdadero hogar está en el cielo.
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
Ahora veamos el quinto y último versículo del pasaje: “EL SEÑOR TE SACIA CON LOS MEJORES ALIMENTOS”. Estos “mejores alimentos” son cosas que no nos pueden decepcionar, y nos dan la certeza de que lo mejor está por venir, cuando ya no habrá más llanto, dolor, ni sufrimiento, cuando estemos en el cielo. El mismo salmista lo dice así en el Salmo 73:25: ¿A quién tengo en los cielos? ¡Sólo a ti (Oh Señor)! ¡Sin ti, no quiero nada aquí en la tierra! El pensar como el salmista cambia todo. Rejuvenece nuestras vidas. Nos evita quedarnos quietos, esperar la muerte, podemos montarnos en la loca montaña rusa de las circunstancias de la vida sin temores, porque sabemos con quién hemos de pasar la vida eterna. ¿Recuerdan la última voluntad del ladrón en la cruz? “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino” (Lucas 23:42). Y Jesús le respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). ¿Acaso hay algo que nos pueda brindar mayor satisfacción?
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
¿Se fijan a quien le recuerda David que el Señor perdona, sana, rescata, colma y sacia? Es un recordatorio para él mismo (Alma mía, todo mi ser). ¿Por qué? Porque Dios quiere comunicarse personalmente contigo a través de este salmo y recordarnos cuánto nos ama y perdona. Nunca lo olvidemos. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
Ahora veamos el quinto y último versículo del pasaje: “EL SEÑOR TE SACIA CON LOS MEJORES ALIMENTOS”. Estos “mejores alimentos” son cosas que no nos pueden decepcionar, y nos dan la certeza de que lo mejor está por venir, cuando ya no habrá más llanto, dolor, ni sufrimiento, cuando estemos en el cielo. El mismo salmista lo dice así en el Salmo 73:25: ¿A quién tengo en los cielos? ¡Sólo a ti (Oh Señor)! ¡Sin ti, no quiero nada aquí en la tierra! El pensar como el salmista cambia todo. Rejuvenece nuestras vidas. Nos evita quedarnos quietos, esperar la muerte, podemos montarnos en la loca montaña rusa de las circunstancias de la vida sin temores, porque sabemos con quién hemos de pasar la vida eterna. ¿Recuerdan la última voluntad del ladrón en la cruz? “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino” (Lucas 23:42). Y Jesús le respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). ¿Acaso hay algo que nos pueda brindar mayor satisfacción?
“¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”
¿Se fijan a quien le recuerda David que el Señor perdona, sana, rescata, colma y sacia? Es un recordatorio para él mismo (Alma mía, todo mi ser). ¿Por qué? Porque Dios quiere comunicarse personalmente contigo a través de este salmo y recordarnos cuánto nos ama y perdona. Nunca lo olvidemos. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
20 de Septiembre de 2020
Salmo 114
Para Dios No Hay Obstáculos
Salmo 114
Para Dios No Hay Obstáculos
El sermón en audio
¿Qué obstáculos hay en sus vidas que amenazan su fe y los hacen cuestionar el amor de Dios? ¿Qué obstáculos hay en sus vidas que quebrantan su espíritu y su confianza en Dios? ¿Qué obstáculos hay en sus vidas que los llevan a creer que no hay esperanza y los aleja más y más de Dios? Mientras piensan en sus respuestas, dejen les pregunto esto: ¿Ustedes ven a Dios como un espectador en sus vidas o como Aquel que va guiando su camino en la vida? Porque si yo lo veo como un espectador, sin duda que tendría muchas dudas de Él y no le tendría confianza. Pero si confío que Él es quien guía mis pasos, entonces necesito tener presente que para Dios no hay obstáculos. Les repito: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS. |
Escuchemos el Salmo 114:
1 Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto, de un pueblo extraño,
2 Judá se convirtió en el santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio.
3 Al ver esto, el mar huyó; el Jordán se volvió atrás.
4 Las montañas saltaron como carneros, los cerros saltaron como ovejas.
5 ¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás?
6 ¿Y a ustedes montañas, que saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas?
7 ¡Tiembla, oh tierra, ante el Señor, tiembla ante el Dios de Jacob!
8 ¡Él convirtió la roca en un estanque, el pedernal en manantiales de agua!
1 Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto, de un pueblo extraño,
2 Judá se convirtió en el santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio.
3 Al ver esto, el mar huyó; el Jordán se volvió atrás.
4 Las montañas saltaron como carneros, los cerros saltaron como ovejas.
5 ¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás?
6 ¿Y a ustedes montañas, que saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas?
7 ¡Tiembla, oh tierra, ante el Señor, tiembla ante el Dios de Jacob!
8 ¡Él convirtió la roca en un estanque, el pedernal en manantiales de agua!
El Salmo 114 es una celebración a lo ocurrido durante el éxodo, a cómo Dios sacó a los hijos de Israel de Egipto para llevarlos a la Tierra Prometida. Veamos cuantos fueron los obstáculos que enfrentaron los hijos de Israel durante el éxodo.
Egipto era una de las naciones más poderosas de mundo, tal vez la más poderosa en aquel entonces. Ese es el primer obstáculo. Imagínense estar aislado, esclavizado y oprimido en Egipto durante más de cuatrocientos años. Imagínense estar absolutamente imposibilitado para hacer nada bajo el gobierno del faraón. Y luego viene Dios, señalando el camino y nos rescata. Elimina a todo el primogénito egipcio, incluyendo al hijo del faraón. El faraón se rinde y eres liberado. Sales de Egipto junto con toda tu gente. Y en ese momento te das cuenta de que: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS.
El segundo obstáculo fue el Mar Rojo. Imagínense ser parte de dos millones de personas encajonadas entre el Mar Rojo y el ejército del faraón. Las únicas opciones son convertirse en comida de los peces del mar o víctimas de una carnicería a manos de las huestes egipcias. Y aparece Dios, partiendo el Mar Rojo, poniéndolos a salvo y ahogando a las tropas del faraón. Y se dan cuenta de que: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS.
Otro obstáculo fue el Río Jordán. Imagínense estar a punto de entrar a la Tierra Prometida, la tierra donde fluye la leche y la miel, la tierra prometida a tus padres – Abraham, Isaac y Jacob. Ahí están ya. Pero hay un gran río que no les permite pisar esa tierra. ¿Qué van a hacer? Nuevamente Dios aparece, guiándolos y parte el río. Y Cruzan. Han alcanzado la Tierra Prometida y en ese preciso instante se dan cuenta que: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS.
Egipto era una de las naciones más poderosas de mundo, tal vez la más poderosa en aquel entonces. Ese es el primer obstáculo. Imagínense estar aislado, esclavizado y oprimido en Egipto durante más de cuatrocientos años. Imagínense estar absolutamente imposibilitado para hacer nada bajo el gobierno del faraón. Y luego viene Dios, señalando el camino y nos rescata. Elimina a todo el primogénito egipcio, incluyendo al hijo del faraón. El faraón se rinde y eres liberado. Sales de Egipto junto con toda tu gente. Y en ese momento te das cuenta de que: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS.
El segundo obstáculo fue el Mar Rojo. Imagínense ser parte de dos millones de personas encajonadas entre el Mar Rojo y el ejército del faraón. Las únicas opciones son convertirse en comida de los peces del mar o víctimas de una carnicería a manos de las huestes egipcias. Y aparece Dios, partiendo el Mar Rojo, poniéndolos a salvo y ahogando a las tropas del faraón. Y se dan cuenta de que: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS.
Otro obstáculo fue el Río Jordán. Imagínense estar a punto de entrar a la Tierra Prometida, la tierra donde fluye la leche y la miel, la tierra prometida a tus padres – Abraham, Isaac y Jacob. Ahí están ya. Pero hay un gran río que no les permite pisar esa tierra. ¿Qué van a hacer? Nuevamente Dios aparece, guiándolos y parte el río. Y Cruzan. Han alcanzado la Tierra Prometida y en ese preciso instante se dan cuenta que: PARA DIOS NO HAY OBSTÁCULOS.
El salmista humaniza al Mar Rojo, al Jordán y hasta los cerros y montañas. ¿Por qué huyó el mar? ¿Por qué se volvió atrás el río? ¿Por qué saltaron como carneros las montañas y como ovejas los cerros? ¿Por qué tiembla la tierra ante el Señor? Porque nada puede hacerle frente a Dios, especialmente cuando de Su voluntad y Su pueblo se trata. La Tierra Prometida era precisamente eso – PROMETIDA. Y cuando Dios hace una promesa, nada puede contraponerse para que sea cumplida – ningún país, ningún mar, ningún río, nada. Lo más palpable de esto se encuentra en la promesa de Dios por salvarnos de nuestros pecados a través de su Hijo. |
Si leyéramos la primer promesa de Dios sobre el Mesías en Génesis 3:15 hasta el cumplimiento de esta promesa en el segundo capítulo de Lucas donde el ángel declara: “Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11), los obstáculos que hubo entre Génesis y Lucas son incontables – la maldad que saturaba al mundo en los tiempos de Noé; la edad avanzada de Abraham y Sara y no haber tenido descendencia; el engaño de Jacob a su padre Isaac para obtener su bendición; la venta de José de parte de sus hermanos; todo mundo haciendo lo que le diera la gana en la época de los jueces; reyes idolatras en Israel; la destrucción de Jerusalén y del templo. Pero ninguno de esos obstáculos pudo impedir que Dios enviara a Su Hijo para vencer lo peor y más poderoso del mundo – el pecado, la muerte y el diablo. Pero, ¡ninguno de ellos pudo evitar que Dios lograra su propósito redentor!
Quisiera que les quedara bien grabado esto: Ya sea que estén leyendo la historia antigua del éxodo de Israel o la historia del plan maestro de salvación de Dios, sepan que no son para leerse como simple historia. Han sido escritas para enseñarnos, recordarnos y proclamarnos que el Dios del éxodo, el Dios del Mar Rojo, el Dios del Jordán, el Dios de las montañas y cerros, el Dios de esta tierra es nuestro Dios, que estará con nosotros y nos guiará a través del camino de nuestras vidas hacia la tierra prometida en el cielo. Nada ni nadie puede evitar que Dios nos lleve a ese destino. Como confiadamente dijo el apóstol Pablo en Romanos capítulo 8: “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:38-39).
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Incluso cuando las cosas no parezcan ser muy prometedoras, para Dios no hay obstáculos. Fíjense en el cuarto obstáculo del versículo 8 cuando los hijos de Israel vagaban por el desierto. No tenían agua para beber. Y, ¿qué pasó? “¡El Señor convirtió la roca en un estanque, el pedernal en manantiales de agua!” ¿Podrían ustedes imaginarse que de repente, en medio del desierto comenzara a brotar agua de una roca? Eso fue exactamente lo que Dios hizo por los hijos de Israel en el desierto. Los hijos de Israel no encontraron agua. Dios les proveyó el agua… ¡de una piedra! ¡Convirtió la peor de las circunstancias en ocasión de abundancia y gozo!
¿Cuál es entonces lo menos prometedor en sus vidas?
¿Cuál es entonces lo menos prometedor en sus vidas?
¿Es algo que tiene que ver con sus relaciones? ¿Su matrimonio? ¿Un(a) hijo(a) descarriado(a)? ¿Problemas económicos? ¿Problemas en el trabajo? ¿La salud? ¿Un dolor crónico? O quizás sea el peor de los casos, un pecado que no te suelta, que te ata, con el cual Satanás te oprime y te condena una y otra vez. Lo que sea, el Salmo 114 es un regalo para ti. El Señor no busca presumir de Sus proezas en el Salmo 114. Te está mostrando, recordando y proclamando que nada, ni siquiera en la peor de las circunstancias, que para Él no hay obstáculos. Nunca olvidemos que más que hacer brotar agua de una roca, ¡nuestro Dios ha hecho brotar el perdón, la salvación y la vida eterna… de una cruz! Ahí sacrificó a Su Hijo único en lugar nuestro. Y por este sacrificio es que ahora nuestras almas ¡tienen un lugar donde hay abundancia y gozo!
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Permítanme profundizar para ustedes un poco más en el Salmo 114. Imaginen a Jesús en el aposento alto la noche anterior en que iba a ser crucificado, celebrando la Pascua. Él bien sabe lo que se la avecina. Sabe muy bien quién lo va a traicionar. Sabe la golpiza que le van a propinar. Conoce bien la muerte dolorosa que va a enfrentar. Bien pues, ¿saben qué fue lo que hizo Jesús durante la cena pascual en ese lugar la noche antes de ser crucificado? Cantó himnos. ¿Adivinen cual himno cantó Jesús? De acuerdo al Evangelio de Marcos y la tradición judía, canto el Salmo 114. Mientras enfrentaba el sufrimiento y la muerte por nuestros pecados, Dios encarnado se aferró al Salmo 114 porque para Dios no hay obstáculos. Amén.
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
13 de Septiembre de 2020
Mateo 16:21-26
No Parece Ser Correcto, Pero Lo Es
Mateo 16:21-26
No Parece Ser Correcto, Pero Lo Es
El sermón en audio
Hay cosas que no parecen ser correctas, pero lo son. Por ejemplo:
En la lección del evangelio de hoy, Jesús dice dos cosas que no suenan correctas, pero lo son. Escuchemos lo que dice Jesús en Mateo 16:21-26:
21 Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la ley, y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara. 22 Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: — ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! 23 Jesús se volvió y le dijo a Pedro: — ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
24 Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. 25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. 26 ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?
- La ciudad de Nueva York está más al sur que Roma
- Maine es el estado de la Unión Americana que está más cerca de África
- Los leopardos no rugen; solo maúllan como los gatos
- China usó más cemento entre el 2011 y el 2013 que los Estados Unidos en todo el siglo XX
- Anna Frank, Martin Luther King, Jr. y Barbara Walters nacieron en el mismo año
- Y mi favorita, la salsa cátsup es deliciosa en los huevos revueltos
En la lección del evangelio de hoy, Jesús dice dos cosas que no suenan correctas, pero lo son. Escuchemos lo que dice Jesús en Mateo 16:21-26:
21 Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la ley, y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara. 22 Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: — ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! 23 Jesús se volvió y le dijo a Pedro: — ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
24 Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. 25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. 26 ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?
¿Acaso nos suena correcto que Jesús tuviera que ser arrestado, torturado y ejecutado? Ciertamente a los discípulos no les sonó correcto, especialmente a Pedro. En sus mentes, Jesús debía vivir, conquistar, ganar y gobernar. Debía restaurar a Israel como potencia mundial. Debía liberar a Su pueblo de la opresión romana. Debía exaltarlos a posiciones de gran autoridad. Así que no les cabía en la cabeza que Jesús fuera capturado y asesinado. Por cierto, en las mentes de ustedes, ¿qué debía haber hecho Jesús? ¿Acaso queda corto en sus expectativas de quien es y lo que vino a hacer? |
Pedro, siendo Pedro, apartó a Jesús y lo reprendió. Para Pedro las palabras que había dicho Jesús le sonaban completamente incorrectas. Muy atrevida la acción de Pedro al querer reprender al “Cristo, el Hijo del Dios Viviente” (una confesión que algunos momentos había pronunciado el mismo Pedro). Pero el que salió reprendido fue Pedro. Veamos nuevamente lo que le dijo Jesús: “¡Aléjate de mí, Satanás! No piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.”
¿Se dan cuenta cómo le llamó Jesús a Pedro? La reprensión de Pedro hacia Jesús por lo que Nuestro Señor había dicho era tan errada que Jesús la consideró satánica. Por lo contrario, lo que Jesús dijo sobre Su sufrimiento y muerte era tan correcto que tuvo que recordarle a Pedro que esto era la voluntad de Dios. Veamos por qué.
Pedro no aceptaba lo que Jesús dijo porque lo que Pedro esperaba de Jesús iba completamente en contra de lo que se imaginaba. Jesús no vino a gobernar el mundo con poder y autoridad; vino a gobernar el corazón de los creyente con Su amor y perdón. Jesús no vino a liberar a un pueblo de ningún gobierno u opresión; vino a liberar del pecado, la muerte y el diablo. Jesús no vino a crear un cielo en la tierra; vino a crear un hogar en el cielo. Así que es importante que comprendamos que siempre que nuestras expectativas de Jesús nublen u opaquen la verdadera razón por la cual Él vino, es necesario y merecido recibir una reprimenda como la que recibió Pedro. Es necesaria porque nuestras expectativas mundanas contradicen y se oponen al propósito divino de Jesús. Están tan equivocadas que las podemos calificar como satánicas.
No dejemos que lo que Pedro dijo eclipse lo que Jesús quiere que veamos. No sonará correcto, pero lo es: Las cosas de Dios son lo que Jesús dijo en el versículo 21 DEBÍAN ocurrir: “tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la ley, y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara.”
¿Se dan cuenta cómo le llamó Jesús a Pedro? La reprensión de Pedro hacia Jesús por lo que Nuestro Señor había dicho era tan errada que Jesús la consideró satánica. Por lo contrario, lo que Jesús dijo sobre Su sufrimiento y muerte era tan correcto que tuvo que recordarle a Pedro que esto era la voluntad de Dios. Veamos por qué.
Pedro no aceptaba lo que Jesús dijo porque lo que Pedro esperaba de Jesús iba completamente en contra de lo que se imaginaba. Jesús no vino a gobernar el mundo con poder y autoridad; vino a gobernar el corazón de los creyente con Su amor y perdón. Jesús no vino a liberar a un pueblo de ningún gobierno u opresión; vino a liberar del pecado, la muerte y el diablo. Jesús no vino a crear un cielo en la tierra; vino a crear un hogar en el cielo. Así que es importante que comprendamos que siempre que nuestras expectativas de Jesús nublen u opaquen la verdadera razón por la cual Él vino, es necesario y merecido recibir una reprimenda como la que recibió Pedro. Es necesaria porque nuestras expectativas mundanas contradicen y se oponen al propósito divino de Jesús. Están tan equivocadas que las podemos calificar como satánicas.
No dejemos que lo que Pedro dijo eclipse lo que Jesús quiere que veamos. No sonará correcto, pero lo es: Las cosas de Dios son lo que Jesús dijo en el versículo 21 DEBÍAN ocurrir: “tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la ley, y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara.”
Dios sabía lo que era necesario que ocurriera para salvarnos. Dios sabía lo que era necesario que ocurriera para perdonarnos. Dios sabía lo que era necesario que ocurriera para librarnos de nuestros pecados, culpas y vergüenzas. Tenía que castigar a su Hijo, condenar a su Hijo, quebrantar a su Hijo en lugar de castigar, condenar y quebrantarnos a nosotros. “Tenía que” porque solo Jesús, solo Su sufrimiento y muerte en lugar de los pecadores podía pagar la deuda, satisfacer la ira y cubrir el pecado. “Tenía que” porque ese era el precio de amor de Dios para nosotros. “Tenía que” porque Dios no quería que nos perdiéramos. “Tenía que” porque Él no podría jamás permitir que el pecado, la muerte y el diablo triunfaran. ¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado! |
Sabiendo el por qué tuvo Jesús que sufrir y morir, sabiendo de su resurrección victoriosa (de la cual Pedro no parece haber prestado atención), ¿acaso no cambia nuestra perspectiva y propósito en la vida? ¿Ven cómo cambia lo que esperamos y deseamos en la vida? No suena correcto, pero escuchemos lo que dijo Jesús: 24 “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. 25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. 26 ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?”
¿Acaso “niégate a ti mismo” suena correcto comparado con “come y bebe que la vida es breve”? ¿Acaso “toma tu cruz” suena correcto comparado con “haz lo que quieras, cuando quieras y cuanto quieras”? ¿Acaso “entrega tu vida” suena correcto comparado con “poder, dicha y placer”? ¿Acaso esas frases de Jesús suenan bien para los antojos de nuestra naturaleza pecaminosa? Por supuesto que no.
Pero, si humildemente nos damos cuenta de cómo Jesús se negó a Sí mismo, tomo Su cruz, y entregó Su vida por salvarnos de nosotros mismos y de este mundo de pecado, entonces entenderemos que lo que Jesús dice es lo correcto. No podría ser de otra manera si como Pablo confesamos que “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” (Gálatas 2:20).
¿Acaso “niégate a ti mismo” suena correcto comparado con “come y bebe que la vida es breve”? ¿Acaso “toma tu cruz” suena correcto comparado con “haz lo que quieras, cuando quieras y cuanto quieras”? ¿Acaso “entrega tu vida” suena correcto comparado con “poder, dicha y placer”? ¿Acaso esas frases de Jesús suenan bien para los antojos de nuestra naturaleza pecaminosa? Por supuesto que no.
Pero, si humildemente nos damos cuenta de cómo Jesús se negó a Sí mismo, tomo Su cruz, y entregó Su vida por salvarnos de nosotros mismos y de este mundo de pecado, entonces entenderemos que lo que Jesús dice es lo correcto. No podría ser de otra manera si como Pablo confesamos que “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” (Gálatas 2:20).
Amados hermanos en Cristo, Mateo 16:2-26 nos presenta esta pregunta: ¿Darías todo por estar con Dios? Si tuvieras que dejar todas tus comodidades y posesiones terrenales, ¿lo harías? Si seguir a Jesús implicara quedar en la ruina, sin casa ¿aun así lo seguirías? Si respondiste “no”, eventualmente perderás lo que tu corazón más añora. Perderás a Dios. Pero si sigues a Jesús quien ha hecho todo lo necesario para que vivas para siempre con Él en la gloria, entonces el despojarse de todo es lo más sensato. Porque sabes que tu pérdida es solo temporal, pero tu ganancia es eterna. Para el mundo, esto no sonará correcto, incluso tampoco para algunas de sus amistades, pero le oro a Dios que en Su infinita gracia y poder, siempre suene correcto para ti. Amén. |
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
6 de Septiembre de 2020
Mateo 16:13-18
¿Quién Dicen Ustedes que es Jesús?
Mateo 16:13-18
¿Quién Dicen Ustedes que es Jesús?
El sermón en audio
Piensen en un amigo o conocido que aparte de los de la iglesia y si le preguntaran que quién es Jesús, ¿qué creen que diría? ¿Respondería algo basado en su opinión personal o basada en la Palabra de Dios? ¿Respondería algo en general o específico? ¿Sería su respuesta de manera parecida como si estuviera contestando en un concurso o a manera de una confesión sincera brotada de su corazón?
Ahora pregúntense a ustedes mismos, ¿quién es Jesús? ¿Su respuesta está basada en su opinión personal o en la Palabra de Dios? ¿Contestarían vaga o específicamente? ¿Contestarían como si estuvieran participando en algún concurso o de corazón? Mi motivo no es crear dudas en su fe o en la de alguien más. Les hago estas preguntas porque Jesús quiere que cada uno de nosotros estemos conscientes de que la respuesta que demos o no demos respecto a “quién es Él” es de suma importancia. Es una pregunta de vida o muerte, de cielo o infierno, de salvación o condenación. |
Veamos la lección del evangelio de hoy sacada de Mateo 16:13-18:
13 Al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» 14 Ellos dijeron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; y otros, que es Jeremías o alguno de los profetas.»
15 Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» 16 Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!» 17 Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.»
La misma razón que Jesús les preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” es la misma razón por la cual yo les hice esa misma pregunta a ustedes. Responder a esa pregunta correcta o incorrectamente es cuestión de vida o muerte.
Es obvio que, por lo que contestaron los discípulos, en la mente de las personas Jesús era alguien importante. Pensar que era Juan el Bautista o el profeta Elías o el profeta Jeremías era una comparación ilustre. Pero, desafortunadamente, estaban basando sus respuestas sobre la identidad de Jesús en opiniones personales, en conjeturas, o en datos blandos (como dicen hoy). Y a pesar de que sus opiniones eran buenas y agradables, subestimaban totalmente quién era realmente Jesús.
Me pregunto si nosotros hacemos lo mismo. ¿Subestimamos quién es Jesús? Si piensan que es un gran maestro, lo es. Si piensan que es un modelo a seguir, lo es. Si piensan que puede realizar milagros, los puede realizar. Pero si eso es todo lo que Él es en sus mentes, habrán subestimado lastimosamente quién es y la razón por la cual vino al mundo. Habrán subestimado que lo que enseñó como maestro es el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree en Él. Habrán subestimado que más que un modelo a seguir para sus vidas, Jesús es el sacrificio perfecto para todo pecado y todo pecador. Y habrán subestimado que de todos los milagros que Él realizó, el mayor de los milagros fue el milagro de la gracia, donde cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros y resucitó de entre los muertos para darnos vida.
Sí, Jesús es un gran maestro, un gran modelo a seguir, un gran realizador de milagros. Pero nada de eso es el propósito real por el cual bajó del cielo y se hizo hombre. ¡Para nada! Su propósito era hacer por nosotros lo que nosotros jamás hubiéramos podido hacer por nosotros mismos, por lo cual Él es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. En diez cortas palabras Pedro contestó correctamente la pregunta de Jesús.
Analicemos la confesión de Pedro detenidamente: Jesús es el Cristo. La palabra “Cristo” literalmente significa “El Ungido” o “Mesías”.
13 Al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» 14 Ellos dijeron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; y otros, que es Jeremías o alguno de los profetas.»
15 Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» 16 Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!» 17 Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.»
La misma razón que Jesús les preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” es la misma razón por la cual yo les hice esa misma pregunta a ustedes. Responder a esa pregunta correcta o incorrectamente es cuestión de vida o muerte.
Es obvio que, por lo que contestaron los discípulos, en la mente de las personas Jesús era alguien importante. Pensar que era Juan el Bautista o el profeta Elías o el profeta Jeremías era una comparación ilustre. Pero, desafortunadamente, estaban basando sus respuestas sobre la identidad de Jesús en opiniones personales, en conjeturas, o en datos blandos (como dicen hoy). Y a pesar de que sus opiniones eran buenas y agradables, subestimaban totalmente quién era realmente Jesús.
Me pregunto si nosotros hacemos lo mismo. ¿Subestimamos quién es Jesús? Si piensan que es un gran maestro, lo es. Si piensan que es un modelo a seguir, lo es. Si piensan que puede realizar milagros, los puede realizar. Pero si eso es todo lo que Él es en sus mentes, habrán subestimado lastimosamente quién es y la razón por la cual vino al mundo. Habrán subestimado que lo que enseñó como maestro es el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree en Él. Habrán subestimado que más que un modelo a seguir para sus vidas, Jesús es el sacrificio perfecto para todo pecado y todo pecador. Y habrán subestimado que de todos los milagros que Él realizó, el mayor de los milagros fue el milagro de la gracia, donde cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros y resucitó de entre los muertos para darnos vida.
Sí, Jesús es un gran maestro, un gran modelo a seguir, un gran realizador de milagros. Pero nada de eso es el propósito real por el cual bajó del cielo y se hizo hombre. ¡Para nada! Su propósito era hacer por nosotros lo que nosotros jamás hubiéramos podido hacer por nosotros mismos, por lo cual Él es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. En diez cortas palabras Pedro contestó correctamente la pregunta de Jesús.
Analicemos la confesión de Pedro detenidamente: Jesús es el Cristo. La palabra “Cristo” literalmente significa “El Ungido” o “Mesías”.
Quiere decir que Jesús es Aquel quien Dios había prometido enviar desde el momento en que Adán y Eva cayeron en pecado, Aquel que “por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud” (Hebreos 2:14-15). Cristo significa que Jesús es Aquel a quien Dios escogió para ser nuestro substituto, para vivir una vida sin pecado y morir una muerte por el pecado, para que nosotros podamos obtener la justicia necesaria para entrar en el cielo y recibir el perdón que necesitamos para evitar el infierno. Cristo significa que Jesús es Aquel por quien hemos obtenido acceso a Dios y disfrutamos de paz con Dios, porque Él ha desechado todo aquello que nos separaba de nuestro Padre Celestial.
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Jesús es también el Hijo del Dios Viviente, la segunda Persona de la Trinidad. En su libro Cristianismo Básico, John Stott dijo claramente: “De acuerdo con Jesús, conocerlo a Él es conocer a Dios, verlo a Él es ver a Dios, creer en Él es creer en Dios, recibirlo a Él es recibir a Dios, y darle honra a Él es honrar a Dios”. Ahora veámoslo en la cruz, ¿recuerdan lo que dijo cuando el primer clavo estaba taladrando su mano? Dios Hijo exclamó: “Padre, perdónalos”. ¿Quién más podría decir eso por nosotros? ¿Quién más podría morir como Él para que podamos saber quién es realmente? Cuando Jesús murió en la cruz, el centurión romano correctamente proclamó: “En verdad éste era el Hijo de Dios”.
Admito que confesar lo que confesó Pedro requiere fe. Su confesión no fue hecha basándose en una conclusión lógica o en su raciocinio humano. Pero también les hago saber que para confesar y creer que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente es evidencia de que Dios vive en sus corazones, porque de otra manera no hay como poder hacer tal confesión de fe. No olvidemos lo que Jesús le dijo a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos.” ¿No es un alivio saber que nuestra confesión de fe en Cristo nos ha sido revelada por nuestro Padre celestial? Así es, podemos confiar en lo que creemos. Recuerden que la próxima vez que compartan su fe y alguien les pregunta: “¿Cómo puedes estar tan seguro(a)?” Su respuesta simplemente debe ser: “Porque mi fe proviene de Dios”.
Cuando ponemos la confesión de Cristo y el milagro de la fe juntos, ¿saben qué es lo que resulta? Resulta la Iglesia. Leamos nuevamente lo que le dijo Jesús a Pedro: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.”
Hermanos en Cristo, ¿se dan cuenta de que el resultado de lo que Jesús le dijo a Pedro es la razón que nuestra iglesia existe? Jesús ha hecho exactamente lo dijo que haría. Somos y seguimos siendo la Iglesia Luterana Cristo Nuestro Redentor por esa única razón – la confesión de Cristo y el milagro de la fe. Únicamente es Cristo la razón que nos congregamos, la razón por la cual adoramos, el motivo de nuestra ofrenda, la razón que servimos con nuestros talentos y capacidades, la razón por la cual crecemos en la fe, la razón que queremos alcanzar a otros.
Admito que confesar lo que confesó Pedro requiere fe. Su confesión no fue hecha basándose en una conclusión lógica o en su raciocinio humano. Pero también les hago saber que para confesar y creer que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente es evidencia de que Dios vive en sus corazones, porque de otra manera no hay como poder hacer tal confesión de fe. No olvidemos lo que Jesús le dijo a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos.” ¿No es un alivio saber que nuestra confesión de fe en Cristo nos ha sido revelada por nuestro Padre celestial? Así es, podemos confiar en lo que creemos. Recuerden que la próxima vez que compartan su fe y alguien les pregunta: “¿Cómo puedes estar tan seguro(a)?” Su respuesta simplemente debe ser: “Porque mi fe proviene de Dios”.
Cuando ponemos la confesión de Cristo y el milagro de la fe juntos, ¿saben qué es lo que resulta? Resulta la Iglesia. Leamos nuevamente lo que le dijo Jesús a Pedro: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.”
Hermanos en Cristo, ¿se dan cuenta de que el resultado de lo que Jesús le dijo a Pedro es la razón que nuestra iglesia existe? Jesús ha hecho exactamente lo dijo que haría. Somos y seguimos siendo la Iglesia Luterana Cristo Nuestro Redentor por esa única razón – la confesión de Cristo y el milagro de la fe. Únicamente es Cristo la razón que nos congregamos, la razón por la cual adoramos, el motivo de nuestra ofrenda, la razón que servimos con nuestros talentos y capacidades, la razón por la cual crecemos en la fe, la razón que queremos alcanzar a otros.
Cuando tenemos esto presente, nada que pueda venir del infierno nos puede vencer. Martín Lutero creyó verdaderamente lo que decía cuando escribió:
“Aun si están demonios mil prontos a devorarnos, no temeremos, porque Dios sabrá aún prosperarnos. Que muestre su vigor Satán, y su furor dañarnos no podrá, pues condenado es ya por la Palabra santa.” Esa “Palabra santa” que ha condenado y vencido al diablo es Cristo. Cuando, en Cristo, tenemos el perdón de nuestros pecados, la resurrección de los muertos, y la promesa de la vida eterna en el cielo, ¿qué puede hacernos nadie, incluso el diablo? Nada, absolutamente nada. |
¿Comprenden ahora por qué la respuesta a “¿Quién es Jesús?” es sumamente importante? Como creyentes y como iglesia nunca debemos subestimar dicha respuesta. Mantengámonos firmes en la fe hasta el final. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
30 de Agosto de 2020
Mateo 15:21-28
Lo que Significa Tener una Gran Fe
Mateo 15:21-28
Lo que Significa Tener una Gran Fe
El sermón en audio
21 Cuando Jesús salió de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 De pronto salió una mujer cananea de aquella región, y a gritos le decía: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¡A mi hija la atormenta un demonio!» 23 Pero Jesús no le dijo una sola palabra. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.» 24 Él respondió: «Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»
25 Entonces ella vino, se postró ante él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!» 26 Él le dijo: «No está bien tomar el pan que es de los hijos, y echarlo a los perritos.» 27 Ella respondió: «Cierto, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» |
28 Entonces, Jesús le dijo: «¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!» Y desde ese mismo instante su hija quedó sana.
Sé que al escuchar este pasaje de la mujer cananea en Mateo capítulo 15 nuestros pensamientos se confunden. Nos preguntamos: “¿Por qué trató así Jesús a esta mujer? ¿Por qué parece ser bastante grosero e indiferente? ¿Por qué la insultó? ¿Por qué la llamó ‘perro’?” Y nos hacemos estas preguntas porque conocemos cómo es Jesús. Él es Dios encarnado, santo y perfecto. Jesús no trata a la gente como basura solo por estar de mal humor o por estar pasando un día pesado. Entonces, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué trató Jesús así a esta mujer? Porque Él quiere mostrarnos lo que es tener una gran fe. Era muy difícil encontrar a alguien que tuviera una fe grande en los días que Jesús vivió en la tierra, incluso entre sus discípulos. En más de una ocasión Jesús tuvo que reprenderlos por su falta de fe y jamás dijo de alguno de ellos que tuviera una “gran” fe. La única ocasión, aparte de esta, en que Jesús dice que alguien tuvo gran fe es al referirse al centurión romano: “ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:10). ¿Podemos imaginarnos lo que han de haber estado pensando los discípulos al escuchar estas palabras? Y ahora, en su mente, está esta fastidiosa mujer cananea.
El maligno había atacado la casa de esta mujer. Un demonio poseía y atormentaba a su pequeña hija. La mujer buscaba auxilio desesperadamente y creía que Jesús podía proveerle esa ayuda. Escuchemos nuevamente lo que ella dijo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Nadie le llama a Jesús “Señor” o “Hijo de David” si no creen que Él es el Hijo de Dios y el Mesías Prometido. Recordemos lo que el apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 12: “nadie puede llamar «Señor» a Jesús, si no es por el Espíritu Santo” (v. 3). Luego veamos lo que ella hizo: “ella vino, se postró ante Él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!»”. La palabra “postró” en griego significa “adorar”. Podemos decir entonces que la mujer cananea no únicamente sabía que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías Prometido, lo creía, lo confesaba, lo demostraba. Si alguien podía rescatar a su hija de una posesión demoniaca, ése iba a ser Jesús. Al postrarse ante Él, ella reconocía esta verdad.
Y, en efecto, ¡únicamente Jesús podía rescatarla! Porque incluso cuando parece que Él ignora a la mujer, ella insistió. Incluso cuando parece que Jesús la denigra al decirle que había venido solo para Israel, ella insistió. Incluso cuando la llamó perro, ella insistió. Mujeres, me imagino que si yo llamara perro a alguna de ustedes, inmediatamente me echarían de esta iglesia y muy probablemente de la ciudad. Y con justa razón.
El maligno había atacado la casa de esta mujer. Un demonio poseía y atormentaba a su pequeña hija. La mujer buscaba auxilio desesperadamente y creía que Jesús podía proveerle esa ayuda. Escuchemos nuevamente lo que ella dijo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Nadie le llama a Jesús “Señor” o “Hijo de David” si no creen que Él es el Hijo de Dios y el Mesías Prometido. Recordemos lo que el apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 12: “nadie puede llamar «Señor» a Jesús, si no es por el Espíritu Santo” (v. 3). Luego veamos lo que ella hizo: “ella vino, se postró ante Él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!»”. La palabra “postró” en griego significa “adorar”. Podemos decir entonces que la mujer cananea no únicamente sabía que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías Prometido, lo creía, lo confesaba, lo demostraba. Si alguien podía rescatar a su hija de una posesión demoniaca, ése iba a ser Jesús. Al postrarse ante Él, ella reconocía esta verdad.
Y, en efecto, ¡únicamente Jesús podía rescatarla! Porque incluso cuando parece que Él ignora a la mujer, ella insistió. Incluso cuando parece que Jesús la denigra al decirle que había venido solo para Israel, ella insistió. Incluso cuando la llamó perro, ella insistió. Mujeres, me imagino que si yo llamara perro a alguna de ustedes, inmediatamente me echarían de esta iglesia y muy probablemente de la ciudad. Y con justa razón.
Pero, ¿acaso no es distinto cuando Dios nos llama “perros”? Cuando sabemos todas las veces que lo hemos traicionado, cuando nos hemos rebelado contra Él, cuando lo hemos desafiado tanto, ¿cómo nos debería llamar Dios? De alguna manera el calificativo “perros” se queda corto a lo que merecemos que nos llame.
Bien, ¿qué fue lo que hizo la mujer cananea? Estuvo de acuerdo con Jesús. Ella dijo: “Sí” reconociendo su lugar ante el Hijo de Dios. Ella exclamó para que Jesús tuviera misericordia de ella sabiendo que ella era indigna de merecerla. Suplicó por ayuda, sabiendo que ella era incapaz de hacer nada. Prestemos atención, ella no pidió una telera de pan, ni siquiera una rebanada de pan. Ella se conformó con las migajas de parte de Jesús porque ella creía que con esas migajas era suficiente para sanar a su hija. |
¿Qué pasó? “‘¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!’ Y desde ese mismo instante su hija quedó sana.”
Ahora si les pregunto: ¿Qué creen ustedes que hacía grande la fe de la mujer cananea? Algunos de ustedes dirían: “Su insistencia hacia grande a su fe”. Otros dirían tal vez: “Su súplica hacía grande su fe”. Otros tantos dirían: “El haber pasado todas las pruebas que le puso Jesús hacía grande su fe”. Puedo ver por qué darían esas respuestas. Pero Jesús no llamó grande a la fe de esa mujer por insistente. No la llamó grande porque suplicó. Ni tampoco llamó grande a la fe de esa mujer por haber pasado cuanta prueba le puso enfrente. No fueron los actos de fe que hicieron grande la fe de aquella mujer, sino el objeto de su fe fue lo que hizo grande su fe. Jesús llamó grande a la fe de esa mujer porque el enfoque y la confianza de ella estaban depositadas únicamente en quién era Jesús y sabía lo que Él podía realizar por ser Él quien era.
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Notemos cómo la mujer cananea no se desanimó cuando parecía que Jesús no quería responderle. Incluso cuando Él intentó apartarla, o cuando la llamó perro, nada cambió en la mente de la cananea sobre Jesús y Su poder. Ella se aferró y no se rindió a lo que sabía.
También tengamos presente cómo la cananea no era una mujer sentida o impaciente o arrogante que se dio la media vuelta al momento en que parecía que Jesús la rechazaba, ni tampoco quiso formular un “Plan B” y hacer algo por su propia cuenta. Ella sabía que no había un “Plan B”. Ella sabía que nadie más que Jesús podía salvar a su hija. Por eso insistió. Por eso, también, suplicó.
Finalmente, sin temor a ser redundante, fíjense nuevamente en cómo la mujer no replicó cuando Jesús la llamó perro y le insinuó que ella no era digna de Él. Ella sabía que su naturaleza humana era pecaminosa. Ella sabía que era indigna. Ella sabía que era una simple mendiga. Pero ¿a quién más podía recurrir? Recurrió al Único que podía no solo liberar a su hija de un demonio, pero que también podía hacer algo respecto a sus pecados. Al llamarle a Jesús el Hijo de David, la mujer cananea sabía cuál era la razón por la cual Jesús había venido y su misión redentora. De otra manera, no hay razón para llamarlo Hijo de David. Recordemos lo que profetizó Isaías en la Lección de Hoy. El Señor Dios enviará una luz a los gentiles (lo era la mujer cananea) “abrir los ojos de los ciegos, sacar de la cárcel a los presos, y de sus calabozos a los que viven en tinieblas” (Isaías 42:7).
Quiero reiterar esto a la luz de la fe de la mujer cananea: “No son los actos de fe lo que hacen grande nuestra fe; el objeto de nuestra fe lo que la hace grande”. ¡Y nada es más grande que el Hijo de David, Jesucristo!
También tengamos presente cómo la cananea no era una mujer sentida o impaciente o arrogante que se dio la media vuelta al momento en que parecía que Jesús la rechazaba, ni tampoco quiso formular un “Plan B” y hacer algo por su propia cuenta. Ella sabía que no había un “Plan B”. Ella sabía que nadie más que Jesús podía salvar a su hija. Por eso insistió. Por eso, también, suplicó.
Finalmente, sin temor a ser redundante, fíjense nuevamente en cómo la mujer no replicó cuando Jesús la llamó perro y le insinuó que ella no era digna de Él. Ella sabía que su naturaleza humana era pecaminosa. Ella sabía que era indigna. Ella sabía que era una simple mendiga. Pero ¿a quién más podía recurrir? Recurrió al Único que podía no solo liberar a su hija de un demonio, pero que también podía hacer algo respecto a sus pecados. Al llamarle a Jesús el Hijo de David, la mujer cananea sabía cuál era la razón por la cual Jesús había venido y su misión redentora. De otra manera, no hay razón para llamarlo Hijo de David. Recordemos lo que profetizó Isaías en la Lección de Hoy. El Señor Dios enviará una luz a los gentiles (lo era la mujer cananea) “abrir los ojos de los ciegos, sacar de la cárcel a los presos, y de sus calabozos a los que viven en tinieblas” (Isaías 42:7).
Quiero reiterar esto a la luz de la fe de la mujer cananea: “No son los actos de fe lo que hacen grande nuestra fe; el objeto de nuestra fe lo que la hace grande”. ¡Y nada es más grande que el Hijo de David, Jesucristo!
Ruego para que podamos ver en Cristo lo que vio la mujer cananea, porque cuando así lo hagamos, veremos que Jesús nos ofrece más que migajas. Nos ofrece todo lo que hay en Su mesa. Nos ofrece gracia y misericordia. Se ofrece a Él mismo. Ofrece Su vida entera. Ofrece Su vida perfecta. Ofrece Su sacrificio por nuestros pecados. Ofrece Su cuerpo y Su Sangre por el perdón de los pecados en Su Santa Cena. Nos ofrece el mejor lugar en la mesa del banquete de Su Reino. Todo esto enfatiza lo que nos exhorta el autor de la Carta a los Hebreos: “Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios. Por lo tanto, consideren a aquel que sufrió tanta contradicción de parte de los pecadores, para que no se cansen ni se desanimen (Hebreos 12:2-3).
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¿Quieres tener una gran fe? Aprende de la gran fe que tuvo la mujer cananea. Entre más nos demos cuenta de por qué Jesús vino, más comprenderemos por qué vivió y murió y entre más veamos todas las promesas para nosotros por el tiempo y la eternidad, más grande será nuestra fe.
Crezcamos en Cristo y, así, creceremos en la fe. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
Crezcamos en Cristo y, así, creceremos en la fe. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
23 de Agosto de 2020
Mateo 14:22-33
Mantengan Sus Ojos Puestos En Jesús
Mateo 14:22-33
Mantengan Sus Ojos Puestos En Jesús
El sermón en audio
El principio fundamental de cualquier deporte donde se utilice un balón o pelota es éste: “Mantener los ojos puestos en la pelota”. La importancia de dicho principio jamás cambiará. Le podremos dar a un golfista o a un beisbolista todos los consejos que queramos para ser mejor en uno u otro deporte, pero si no mantienen la vista en la pelota ninguno de esos consejos le servirá de nada.
Amados hermanos, esta misma analogía sirve para referirnos a nuestra fe cristiana. El principio básico es éste: “Mantengan sus ojos puestos en Jesús”. La importancia de este principio jamás cambiará. Les puedo dar todos los consejos que quieran para tener una fe más grande o más fuerte, pero si no mantienen la vista puesta en Jesús, ninguno de esos consejos les servirá de nada. |
Escuchen el evangelio de hoy tomado del capítulo 14 de San Mateo:
22 Enseguida, Jesús hizo que sus discípulos entraran en la barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. 23 Luego de despedir a la gente, subió al monte a orar aparte. Cuando llegó la noche, Jesús estaba allí solo. 24 La barca ya estaba a la mitad del lago, azotada por las olas, porque tenían el viento en contra. 25 Pero ya cerca del amanecer Jesús fue hacia ellos caminando sobre las aguas. 26 Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre las aguas, se asustaron y, llenos de miedo, gritaron: «¡Un fantasma!» 27 Pero enseguida Jesús les dijo: «¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!»
De nueva cuenta los discípulos están en medio de una tormenta en el Mar de Galilea. Están abatidos y preocupados. Ola tras ola golpea la barca. “Azota” es la palabra que se utiliza en el pasaje para describir la acción de las olas contra la nave. El término griego en el texto original literalmente significa “torturar”. En otras palabras, las olas “torturaban” a la barca; era tal la violencia de la tormenta.
Nuestro Señor mirando cuanto estaban sufriendo sus discípulos camina hacia ellos sobre las aguas alrededor de las tres de madrugada. Los discípulos no lo reconocen de inmediato. Sus ojos cansados y desesperados no ven claramente, así que, supersticiosamente creen que están mirando a un fantasma. Cuando Jesús escucha sus gritos de terror, inmediatamente les dice: “¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!”
Enfoquémonos ahora en estas tres frases: “¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!” Cada una de ellas es para ofrecernos aliento y valor. Pero, ¿cuál de ellas nos alienta más? Les pregunto porque una de ellas sobresale de las otras dos. “Soy yo” no es la mejor traducción para lo que originalmente dice el texto griego. Podría decirse que es algo débil en comparación con lo que realmente dice el texto original. La traducción se puede interpretar como que Jesús die “¡Eh, amigos, aquí estoy!” Sin embargo esta no es la fuerza que Jesús quiso transmitir.
22 Enseguida, Jesús hizo que sus discípulos entraran en la barca y que se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. 23 Luego de despedir a la gente, subió al monte a orar aparte. Cuando llegó la noche, Jesús estaba allí solo. 24 La barca ya estaba a la mitad del lago, azotada por las olas, porque tenían el viento en contra. 25 Pero ya cerca del amanecer Jesús fue hacia ellos caminando sobre las aguas. 26 Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre las aguas, se asustaron y, llenos de miedo, gritaron: «¡Un fantasma!» 27 Pero enseguida Jesús les dijo: «¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!»
De nueva cuenta los discípulos están en medio de una tormenta en el Mar de Galilea. Están abatidos y preocupados. Ola tras ola golpea la barca. “Azota” es la palabra que se utiliza en el pasaje para describir la acción de las olas contra la nave. El término griego en el texto original literalmente significa “torturar”. En otras palabras, las olas “torturaban” a la barca; era tal la violencia de la tormenta.
Nuestro Señor mirando cuanto estaban sufriendo sus discípulos camina hacia ellos sobre las aguas alrededor de las tres de madrugada. Los discípulos no lo reconocen de inmediato. Sus ojos cansados y desesperados no ven claramente, así que, supersticiosamente creen que están mirando a un fantasma. Cuando Jesús escucha sus gritos de terror, inmediatamente les dice: “¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!”
Enfoquémonos ahora en estas tres frases: “¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!” Cada una de ellas es para ofrecernos aliento y valor. Pero, ¿cuál de ellas nos alienta más? Les pregunto porque una de ellas sobresale de las otras dos. “Soy yo” no es la mejor traducción para lo que originalmente dice el texto griego. Podría decirse que es algo débil en comparación con lo que realmente dice el texto original. La traducción se puede interpretar como que Jesús die “¡Eh, amigos, aquí estoy!” Sin embargo esta no es la fuerza que Jesús quiso transmitir.
Lo que el texto dice en el griego original es: “¡Ánimo! ¡No tengan miedo! ¡Yo Soy!” Nadie podría transmitir en una frase tanta fuerza como Jesús al pronunciar “Yo Soy”. Nadie puede decirlo como Él. Y cuando Él lo dice, no existe mayor poder y/o consuelo.
Piensen en lo que los tiene abatidos y preocupados. Piensen en las olas que torturan la barca de sus vidas. Piensen en lo que los está azotando. Consideren las circunstancias en las que estamos viviendo hoy. Quizás hoy más que nunca sienten que estamos en medio de una tormenta feroz. Ahora escuchen a Jesús: “¡Ánimo! ¡No tengan miedo! ¡Yo Soy!” Hermanos, nada que enfrentemos o nos inquiete sobrepasa al “¡Yo Soy!” |
Para ilustrar esto, piensen en el pecado, la muerte y el diablo como las tormentas que azotan nuestras vidas. ¿Acaso hay algo en la vida más violento que el pecado, la muerte y el diablo? ¿No es cierto que la mayoría de nuestras tormentas son a causa del pecado, la muerte y el diablo? Pues, Jesús conoce nuestras luchas, viene a nosotros, y escuchen lo que Él dice al respecto:
Sobre el pecado, Jesús nos dice: “Yo Soy más poderoso que tu pecado. He borrado cada uno de tus pecados cuando morí en la cruz por ti. El pecado no tiene ya ningún poder sobre ti. Te perdono. Yo Soy.”
De la muerte Jesús nos dice: “Soy más poderoso que la parca. Cuando me levanté de entre los muertos, derroté a la muerte. Porque yo vivo, tú también vivirás. La muerte no es nada. Todo aquel que vie y cree en Mí tiene vida eterna. Yo Soy.”
Acerca del diablo Jesús nos dice: “Soy más poderoso que la serpiente. La serpiente no puede sostener el castigo del pecado sobre ti. Sus acusaciones son inútiles, no puede culparte, no puede condenarte. Yo sufrí por todos tus pecados y pagué el precio por ellos en la cruz. Todo se ha cumplido. Yo Soy.”
¿Se dan cuenta como el “Yo Soy” lo cambia todo? ¿Ven como no existe nada que no pueda ser vencido cuando enfocamos nuestros ojos en el “Yo Soy”, cuando enfocamos nuestros ojos en Jesús?
Así lo hizo Pedro. Escuchemos el resto del pasaje: 28 Pedro le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya hacia ti sobre las aguas.» 29 Y él le dijo: «Ven.» Entonces Pedro salió de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. 30 Pero al sentir la fuerza del viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» 31 Al momento, Jesús extendió la mano y, mientras lo sostenía, le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» 32 Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: «Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios.»
Pedro tuvo confianza en el “Yo Soy” y con sus ojos fijos en Jesús, salió de la barca y camino sobre las aguas. ¡Un verdadero milagro! Pero, ¿cuánto duró? Únicamente mientras mantuvo sus ojos puestos en Jesús. ¿Qué ocurrió? Pedro desvió sus ojos hacia la tormenta, se asustó y se comenzó a hundir. ¿Por qué? Porque dudó. ¿Por qué dudó? Porque quitó su mirada de Jesús.
Sobre el pecado, Jesús nos dice: “Yo Soy más poderoso que tu pecado. He borrado cada uno de tus pecados cuando morí en la cruz por ti. El pecado no tiene ya ningún poder sobre ti. Te perdono. Yo Soy.”
De la muerte Jesús nos dice: “Soy más poderoso que la parca. Cuando me levanté de entre los muertos, derroté a la muerte. Porque yo vivo, tú también vivirás. La muerte no es nada. Todo aquel que vie y cree en Mí tiene vida eterna. Yo Soy.”
Acerca del diablo Jesús nos dice: “Soy más poderoso que la serpiente. La serpiente no puede sostener el castigo del pecado sobre ti. Sus acusaciones son inútiles, no puede culparte, no puede condenarte. Yo sufrí por todos tus pecados y pagué el precio por ellos en la cruz. Todo se ha cumplido. Yo Soy.”
¿Se dan cuenta como el “Yo Soy” lo cambia todo? ¿Ven como no existe nada que no pueda ser vencido cuando enfocamos nuestros ojos en el “Yo Soy”, cuando enfocamos nuestros ojos en Jesús?
Así lo hizo Pedro. Escuchemos el resto del pasaje: 28 Pedro le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya hacia ti sobre las aguas.» 29 Y él le dijo: «Ven.» Entonces Pedro salió de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. 30 Pero al sentir la fuerza del viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» 31 Al momento, Jesús extendió la mano y, mientras lo sostenía, le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» 32 Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: «Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios.»
Pedro tuvo confianza en el “Yo Soy” y con sus ojos fijos en Jesús, salió de la barca y camino sobre las aguas. ¡Un verdadero milagro! Pero, ¿cuánto duró? Únicamente mientras mantuvo sus ojos puestos en Jesús. ¿Qué ocurrió? Pedro desvió sus ojos hacia la tormenta, se asustó y se comenzó a hundir. ¿Por qué? Porque dudó. ¿Por qué dudó? Porque quitó su mirada de Jesús.
Quiero hacerles una simple pregunta: “¿Por qué dudamos de Jesús?” ¿Podemos ver, admitir y confesar que es por lo mismo que hizo Pedro? Si sentimos que la vida nos ahoga, ¿podemos humildemente reconocer que es porque estamos enfocados en todos nuestros problemas, nuestras tribulaciones y nuestras dificultades y que hemos quitado nuestra mirada de Jesús? El que Pedro pudiera caminar sobre las aguas es un milagro increíble y nos es fácil entender cómo es que fue capaz de realizar ese prodigio. Pedro caminó sobre las aguas porque mantuvo sus ojos puestos en Jesús. Y también es fácil comprender la razón por la cual comenzó a hundirse. Se hundió al quitar su mirada de Jesús. Les ruego que ustedes mantengan siempre sus ojos puestos en Jesús, porque es fácil pensar que lo estamos haciendo cuando en realidad no es así.
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Dejen les explico lo que quiero decir. Hace muchos años, cuando estaba en la universidad, me esforcé mucho por mejorar mi nivel en el golf. Practiqué muchas horas en pegarle a la pelota, jugaba dos o tres veces por semana, incluso tomé lecciones de un entrenador de golf. Un día que estaba tomando una lección de golf, no le estaba pegando bien a la pelota. El entrenador me decía repetidamente: “No estas concentrándote en la pelota”. Golpe tras golpe se iba por la derecha, hacia la izquierda y la pelota se escurría delante de mí. Y cada vez escuchaba: “¡No estas manteniendo los ojos en la pelota!” Y después de escuchar tantas veces lo mismo, me fastidié con el entrenador y le contesté: “¡Sí estoy enfocándome en la pelota!” Entonces el entrenador fue a traer una videocámara de su automóvil. Dijo: “A ver, pégale a la pelota” y me grabó cuando lo hice. Después de varios minutos y un montón de golpes malos, el entrenador me mostró la grabación. Me preguntó: “¿Qué es lo que ves?” Y, ¿saben lo que vi? Que no estaba enfocándome en la pelota. Incluso cuando yo creía que sí la estaba mirando, realmente no era así. Tuve que ver una grabación para mostrarme la realidad. Espero que este pasaje de Mateo 14 sirva como una grabación para ustedes.
Un versículo bíblico que les gusta a mucha gente es: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Prueba de esto es que Pedro pudo caminar sobre las aguas. Pero mismo Pedro es prueba de lo que ocurre cuando nos enfocamos en nuestros problemas, nuestras dificultades, nuestras tribulaciones y dudamos de Jesús.
Un versículo bíblico que les gusta a mucha gente es: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Prueba de esto es que Pedro pudo caminar sobre las aguas. Pero mismo Pedro es prueba de lo que ocurre cuando nos enfocamos en nuestros problemas, nuestras dificultades, nuestras tribulaciones y dudamos de Jesús.
Si esta ilustración nos lleva a gritar con humildad: “¡Señor, sálvame!” Sepamos que así como Jesús extendió Su mano para alcanzar a Pedro, así también extiende Su mano hacia nosotros. Y si nos enfocamos detenidamente en esa mano, veremos una cicatriz. Es de una herida hecha por un clavo. Ésa misma mano que salvó a Pedro de ahogarse estuvo clavada a una cruz para cargar con la culpa, la ira y sufrir el castigo por nuestros pecados. Pero esa misma mano nos protege de recibir el castigo que merecemos. El pecado es el mayor problema que tendremos jamás, y la mano de Jesús ha solucionado ese problema. En Él es sobre quien debemos mantener fija nuestra mirada en todos y cada uno de nuestros problemas. Porque, sin lugar a dudas, Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios. Así que, mantengamos nuestros ojos puestos en Él. Amén.
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Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
16 de Agosto de 2020
Juan 7:46
¡Nunca Antes Alguien Ha Hablado Como Este Hombre!
Juan 7:46
¡Nunca Antes Alguien Ha Hablado Como Este Hombre!
El sermón en audio
¿Alguna vez han quedado fascinados por un gran orador? Si es así, ¿qué fue lo que los cautivó de sus palabras? ¿Los impresionó su autenticidad y sinceridad? ¿Acaso les hizo saber verdades que iluminaron sus conocimientos? ¿Se veía que ese orador autoridad y un fuerte conocimiento sobre el tema que exponía? ¿El mensaje inspiró esperanza en ustedes?
Y, ¿qué decir de Jesús? “Nunca antes alguien había hablado como este hombre”, dijeron los guardias del templo.
Y, ¿qué decir de Jesús? “Nunca antes alguien había hablado como este hombre”, dijeron los guardias del templo.
¿Qué era lo distinto de la manera en que habló Jesús que lo diferenciaba de cualquier otro como nunca antes? ¿Qué de las palabras y modo de hablar fue lo que paró en seco a los guardias del templo que no pudieron cumplir sus órdenes? ¿Qué fue lo que los obligó a regresar con sus superiores con las manos vacías y comunicarles su análisis sobre este tal Jesús? ¿Acaso no sabían que podían perder sus puestos e incluso su lugar en la sinagoga por expresar esta opinión? La mejor manera de tratar de comprender la respuesta de los guardias es revisar las palabras de Jesús mientras enseñaba en los patios del templo de Jerusalén. Veremos que Jesús hizo afirmaciones divinas, habló con integridad divina, con autoridad divina, y con gracia divina. Que el Señor infunda Su verdad en nuestros corazones a través de esta meditación en Su Palabra.
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Cuando los líderes religiosos judíos intentaron sembrar dudas sobre la autoridad para hablar de Jesús, Él respondió: “Esta enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, sabrá si la enseñanza es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (vv. 16-17). Jesús fue muy claro. No vino con una enseñanza de origen humano o se sacó esa enseñanza de la manga, sino que habló de acuerdo con la voluntad de Dios. Lo mismo podemos hacer hoy. Tomemos de los Evangelios cualquier enseñanza de Jesús y contrastémosla con la totalidad de la Palabra de Dios. Lo que Jesús habló durante sus 33 años de vida en la tierra hace eco a través de los 1,500 años de las Sagradas Escrituras, desde lo que escribió Moisés en Génesis hasta lo que escribió Juan en Apocalipsis. Esto no debería sorprendernos cuando recordamos el primer capítulo de Juan en el cual se nos describe a Jesús como la Palabra de Dios hecha carne. No es sorpresa pues cuando recordamos en Juan 5:39 donde Jesús dice “las Escrituras dan testimonio de mi”. Jesús hizo afirmaciones divinas; “nunca antes alguien ha hablado como este hombre”.
Jesús continuó diciendo, “El que habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, éste es verdadero, y en él no hay injusticia” (v. 18). Queda bien claro. Él no vino para hacerse de un nombre para sí mismo, para obtener gloria a los ojos del mundo, para enaltecerse entre los hombres. Tal y como sus palabras eran congruentes con la voluntad de Dios, también lo eran Sus obras, Sus acciones, Su vida entera estaba a la par con la honra de Dios. Jesús pudo haber buscado la honra y gloria para sí; pudo haberse convertido en el rey terrenal que la gente le pedía que fuera después de haber alimentado a miles con unos cuantos panes y pescados. Pero, ¡Jesús no aceptó nada de eso! Él estaba obrando por la honra del Padre que tanto amó al mundo que envió a Su Hijo a salvarlo. Jesús habló con integridad divina; “nunca antes alguien ha hablado como este hombre”.
Continuó Jesús, “¿Acaso no les dio Moisés la ley, y ninguno de ustedes la cumple? ¿Por qué procuran matarme? … Sean justos en sus juicios, y no juzguen según las apariencias” (vv. 19, 24). Nuevamente Jesús lo dice claramente. Sacó a la luz las intenciones de los líderes religiosos para matarlo. Expuso su hipocresía en cuanto al Sabbat y las leyes ceremoniales. Los condenó por ser superficiales y engreídos en su juicio y los llamó a juzgar correctamente utilizando la Palabra de Dios. ¿Creen que aquellos guardias también sintieron el peso de las palabras de Jesús? Siendo más precisos, ¿alguno de nosotros podemos evitar el aguijón de la acusación de Jesús? (“Ninguno de ustedes cumple la ley. Dejen de juzgar según las apariencias”) Jesús hablaba así durante Su ministerio, audazmente y sin rodeos confrontando y condenando el pecado, llamando a todos los pecadores a arrepentirse. Esto es lo que en particular les molestaba a los líderes religiosos quienes rechazaban la autoridad de Jesús y no sentían la necesidad de arrepentirse, y por eso querían matarlo con más ganas. ¿Y nosotros? Cuando Jesús nos confronta en nuestra pecaminosidad – ya sea a través de Su Palabra mientras la leemos o a través de un sermón o estudio que estemos escuchando en la iglesia o en casa o a través de alguien que nos ama y nos enfrenta con nuestra maldad – ¿cómo reaccionamos?
Jesús continuó diciendo, “El que habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, éste es verdadero, y en él no hay injusticia” (v. 18). Queda bien claro. Él no vino para hacerse de un nombre para sí mismo, para obtener gloria a los ojos del mundo, para enaltecerse entre los hombres. Tal y como sus palabras eran congruentes con la voluntad de Dios, también lo eran Sus obras, Sus acciones, Su vida entera estaba a la par con la honra de Dios. Jesús pudo haber buscado la honra y gloria para sí; pudo haberse convertido en el rey terrenal que la gente le pedía que fuera después de haber alimentado a miles con unos cuantos panes y pescados. Pero, ¡Jesús no aceptó nada de eso! Él estaba obrando por la honra del Padre que tanto amó al mundo que envió a Su Hijo a salvarlo. Jesús habló con integridad divina; “nunca antes alguien ha hablado como este hombre”.
Continuó Jesús, “¿Acaso no les dio Moisés la ley, y ninguno de ustedes la cumple? ¿Por qué procuran matarme? … Sean justos en sus juicios, y no juzguen según las apariencias” (vv. 19, 24). Nuevamente Jesús lo dice claramente. Sacó a la luz las intenciones de los líderes religiosos para matarlo. Expuso su hipocresía en cuanto al Sabbat y las leyes ceremoniales. Los condenó por ser superficiales y engreídos en su juicio y los llamó a juzgar correctamente utilizando la Palabra de Dios. ¿Creen que aquellos guardias también sintieron el peso de las palabras de Jesús? Siendo más precisos, ¿alguno de nosotros podemos evitar el aguijón de la acusación de Jesús? (“Ninguno de ustedes cumple la ley. Dejen de juzgar según las apariencias”) Jesús hablaba así durante Su ministerio, audazmente y sin rodeos confrontando y condenando el pecado, llamando a todos los pecadores a arrepentirse. Esto es lo que en particular les molestaba a los líderes religiosos quienes rechazaban la autoridad de Jesús y no sentían la necesidad de arrepentirse, y por eso querían matarlo con más ganas. ¿Y nosotros? Cuando Jesús nos confronta en nuestra pecaminosidad – ya sea a través de Su Palabra mientras la leemos o a través de un sermón o estudio que estemos escuchando en la iglesia o en casa o a través de alguien que nos ama y nos enfrenta con nuestra maldad – ¿cómo reaccionamos?
Lo natural es que nos pongamos a la defensiva, defendiendo nuestro pecado o justificarlo o hacerlo ver menos grave para explicar que su acusación no se aplica a nosotros. Sí, todo esto es natural, y todo está mal; es poner un pecado encima de otro. Es natural también enojarnos cuando nos encaran con nuestro pecado – ‘¿Cómo te atreves a juzgarme?’. Esa reacción no es otra más que la misma maldad que tuvieron aquellos que planeaban matar a Jesús; dentro de esa ira de sentirnos agraviados queremos proteger nuestra honra (si es que existe honra en el pecado) en vez de arrepentida y humildemente honrar a Aquel que nos juzga correctamente. … Al considerar estas palabras, démonos cuenta de que Jesús habló con autoridad divina; “nunca antes alguien ha hablado como este hombre”.
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Por último, Jesús dijo estas palabras: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Del interior del que cree en mí, correrán ríos de agua viva, como dice la Escritura” (vv. 37-38). Otra vez, Jesús fue muy claro en sus palabras. Incluso si los guardias y la gente no comprendieron completamente esta manera de hablar, el sentido de lo que Jesús dijo es simple: ‘Vengan a mí, crean en mí, para que tengan vida, vida verdadera, la vida que únicamente dios puede dar, como dice la Escritura’. El mismo Jesús que los había acusado momentos antes ahora les extendía una invitación de gracia y vida a todo aquel que escuchara – en especial a aquellos que sabían que la necesitaban. Jesús habló con gracia divina; “nunca antes alguien ha hablado como este hombre”.
Hay dos reacciones muy distintas al testimonio de los guardias. Vemos la reacción de Nicodemo y la de los demás líderes religiosos. En el capítulo 3 de Juan, Nicodemo escuchó el Evangelio de “tanto amó Dios al mundo” de la propia boca de Jesús. El resultado lo vemos aquí en el capítulo 7 cuando Nicodemo valientemente defendió a Jesús (vv. 51-52); y más adelante fue aún más valiente al ofrecerle un sepulcro al cuerpo de Jesús (Juan 19:38-42) y quedar así relacionado con Su muerte.
Hay dos reacciones muy distintas al testimonio de los guardias. Vemos la reacción de Nicodemo y la de los demás líderes religiosos. En el capítulo 3 de Juan, Nicodemo escuchó el Evangelio de “tanto amó Dios al mundo” de la propia boca de Jesús. El resultado lo vemos aquí en el capítulo 7 cuando Nicodemo valientemente defendió a Jesús (vv. 51-52); y más adelante fue aún más valiente al ofrecerle un sepulcro al cuerpo de Jesús (Juan 19:38-42) y quedar así relacionado con Su muerte.
¿Por qué? Porque “nunca antes alguien había hablado como este hombre”. Para Nicodemo esto significó la vida al poner su confianza en Jesús como el Salvador prometido. Para los otros líderes religiosos que rechazaron a Jesús como el Mesías, significó muerte, porque rechazar a Jesús es rechazar la vida. Estaban de acuerdo con que “nunca antes alguien había hablado como este hombre”. Reconocían sus afirmaciones como divinas, pero a Él no lo reconocieron como divino, como al Hijo de Dios encarnado, que vino del Padre, lleno de gracia y verdad. Así que lo quisieron matar. En el capítulo 7 dice que la hora de Jesús no había llegado aún; pero Su hora llegaría, y Él la aceptaría, y sería traspasado por nosotros para que el agua de Vida fluyera de Él hacia todos aquellos que en Él creyeran. Los dirijo a Su invitación: ¡Vengan a Él y beban; crean y vivirán!
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¿Se dan cuenta que este testimonio – “nunca antes alguien ha hablado como este hombre” – puede ser un muy buen punto de partida para compartir a Jesús con otras personas? Mira mi amigo, yo entiendo que tengas tus dudas sobre Jesús, pero “¡nunca antes ha habado como este hombre!” Déjame te digo lo que Él dijo de que “tanto amó Dios al mundo”. Deja te hablo de Su invitación para creer en Él como el “Pan de Vida”. Deja de hablo sobre la promesa preciosa que tanto amo – “todo aquel que viene a mí, no lo echo fuera”. Deja te hablo sobre lo que dijo, y ¡lo que hizo! Se llamó a sí mismo “la Resurrección y la Vida”. Deja te digo lo que Él dijo acerca de Su muerte y resurrección y como lo cumplió. Deja te hablo sobre Sus últimas palabras en la cruz. Deja te hablo sobre Sus palabras vivas cuando saludó a Sus discípulos con paz después de haber resucitado de entre los muertos aunque lo habían abandonado cuando más sufrió. Te estoy diciendo, “¡nunca antes alguien ha hablado como este hombre!”.
¿Se dan cuenta entonces que ya que nadie ha hablado de la manera en que lo hace Jesús, también nosotros podemos hablar como nadie más puede hablar? Podemos ir a alguien que esté luchando con el pecado, a cualquier que esté cargando una culpa, a alguien que necesite esperanza, y esté buscando encontrar la paz con Dios, y le podemos decir:
‘En el Nombre de Jesús, te aseguro que todos tus pecados son perdonados’. …Quizás no le hayas dicho eso a nadie antes. Pero, cristiano, ese es tu idioma, ese es tu privilegio, el declarar las bendiciones de El que habló desde la cruz de ¡una salvación cumplida, completa, realizada y asegurada! Así que les digo: En el Nombre de Jesús, les aseguro que todos sus pecados son perdonados. Ésta no es mi sentencia; ¡es el veredicto de Dios! |
Escuchen una vez más el testimonio de los guardias: “Nunca antes alguien ha hablado como este hombre”. Que Dios Padre imprima este testimonio en nuestros corazones. Que el Espíritu Santo haga que este testimonio sea también nuestro. Y que el mismo Jesucristo nos guíe a compartir este testimonio con los demás. ¡AMÉN!
Y que la Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
Y que la Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
9 de Agosto de 2020
Mateo 13:44-46
Es Incomparable
Mateo 13:44-46
Es Incomparable
El sermón en audio
Piensen en lo que más valoren en la vida. Por ejemplo, su esposo(a), sus hijos, su casa, su empleo, su ahorro de jubilación, etc. Piensen en lo importante que son cada una de estas cosas. Piensen cuanto valor tienen para nosotros. Pero, ¿qué pasaría si muere su cónyuge o sus hijos se van de casa o tienen que vender su casa o todo lo que ahorraron para su jubilación se va para cubrir los gastos de un asilo?
Ahora piensen en el valor del Evangelio de Jesucristo – el valor de que el Hijo de Dios haya bajado del cielo para salvarnos, el valor de la vida perfecta que Él llevó por nosotros, el valor de Su muerte en la cruz, el valor de la tumba vacía y de un Salvador resucitado, el valor de la vida eterna en la gloria. Comparen esto con todas aquellas otras cosas que valoramos en la vida. ¿Se pueden dar cuenta de por qué Pedro alabó tanto a Dios en su primera carta por las riquezas del evangelio? Esas son riquezas que jamás perecen, se pudren o se desvanecen.
Ahora piensen en el valor del Evangelio de Jesucristo – el valor de que el Hijo de Dios haya bajado del cielo para salvarnos, el valor de la vida perfecta que Él llevó por nosotros, el valor de Su muerte en la cruz, el valor de la tumba vacía y de un Salvador resucitado, el valor de la vida eterna en la gloria. Comparen esto con todas aquellas otras cosas que valoramos en la vida. ¿Se pueden dar cuenta de por qué Pedro alabó tanto a Dios en su primera carta por las riquezas del evangelio? Esas son riquezas que jamás perecen, se pudren o se desvanecen.
Pero, ¿podemos siquiera compararlas? ¿Tiene sentido comparar el Evangelio de Jesucristo con su esposo(a), hijos, casa, trabajo o cuenta de ahorros? Si lo tiene por la siguiente razón: Cada uno de nuestros corazones atesora algo. La pregunta es: ¿Qué es lo que tu atesoras, y agrego, qué es lo que atesoras sobre todas las cosas? ¿Podrás darte cuenta que nada se compara con el evangelio?
Veamos estas dos parábolas que pronunció Jesús en el capítulo 13 de San Mateo: "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró." |
Primero dejemos algo en claro. Estas parábolas no nos están diciendo como ganarnos el cielo en base a nuestros propios méritos. Lo que están tratando de enseñarnos es como es que se recibe el reino de los cielos. Se recibe a través de la fe, sabiendo que nada puede compararse con el hecho de que: “Por el gran amor hacia nosotros, Dios, quien es grande en misericordia, no ha dado la vida aun cuando estábamos muertos en pecado – es por gracia que hemos sido salvados” (paráfrasis de Efesios 2:4-5).
Ahora bien, cuando digo que “nada puede compararse” con el Evangelio de Jesucristo, lo digo de manera literal. Sin exagerar. No es una declaración pretenciosa. No podría darles un solo ejemplo que sobrepase el valor de quien es Jesús y lo que Él ha hecho por cada uno de nosotros. Y si no lo tienes muy claro, estas dos parábolas te retan a que intentes comparar el valor. Porque cuando el hombre encontró el tesoro escondido en el campo y lo comparó con todo lo que tenía, ¿qué fue lo que hizo? Vendió todo lo que tenía y compró aquel campo. ¿Por qué? Porque el valor de ese tesoro que había encontrado no se comparaba con todo lo que el ya poseía. Y cuando el mercader encontró aquella perla, esa perla tan especial y de tanto valor, más valiosa que cualquier otra perla que jamás había visto, ¿qué fue lo que hizo? Vendió todo lo que poseía y compró aquella perla. ¿Por qué? Porque no había comparación entre el valor de esa perla y todo lo que él ya tenía. Esto es exactamente lo que Jesús quiere que nos demos cuenta respecto al Evangelio que nos explica cuál es el gran valor de Cristo, Su obra redentora, el perdón de nuestros pecados, nuestra salvación y la vida eterna. Una vez que comprendemos el valor del Evangelio, nada se le puede comparar.
No con esto quiero minimizar el valor de tu esposo(a), hijos, casa, empleo o cuenta de ahorros. ¡Para nada! Pero comparando estas cosas con el reino de los cielos, el Evangelio de Jesucristo, en realidad ni caso tiene comprarlas. Así es como Martin Lutero pudo escribir en el himno Castillo Fuerte Es Nuestro Dios: “Que lleven con furor los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer, todo ha de perecer; de Dios el reino queda.” ¿Pueden darse cuenta de cómo el tono y la perspectiva de esta estrofa serian completamente distintos si Lutero no hubiera valorado el Evangelio sobre todas las cosas de la vida? De hecho, ¿pueden ver como el Evangelio es lo único que puede ayudarnos, consolarnos, fortalecernos cuando el mundo nos quita la vida, los bienes, la fama, los hijos, el/la esposo(a)? Y tengamos por seguro que tarde o temprano el mundo nos quitará esas cosas. ¿Entonces qué nos quedará? Nos queda el Evangelio.
¿Podemos darnos cuenta de la satisfacción que nos ofrece el Evangelio comparado con todo aquello que deseamos o poseemos? Vean esta lista de personas: Alexander Hamilton, el grupo de rock U2, el comediante Jim Carrey y el fundador de Minecraft, Markus Persson. Ahora veamos lo que cada uno de estos personajes ha dicho:
Ahora bien, cuando digo que “nada puede compararse” con el Evangelio de Jesucristo, lo digo de manera literal. Sin exagerar. No es una declaración pretenciosa. No podría darles un solo ejemplo que sobrepase el valor de quien es Jesús y lo que Él ha hecho por cada uno de nosotros. Y si no lo tienes muy claro, estas dos parábolas te retan a que intentes comparar el valor. Porque cuando el hombre encontró el tesoro escondido en el campo y lo comparó con todo lo que tenía, ¿qué fue lo que hizo? Vendió todo lo que tenía y compró aquel campo. ¿Por qué? Porque el valor de ese tesoro que había encontrado no se comparaba con todo lo que el ya poseía. Y cuando el mercader encontró aquella perla, esa perla tan especial y de tanto valor, más valiosa que cualquier otra perla que jamás había visto, ¿qué fue lo que hizo? Vendió todo lo que poseía y compró aquella perla. ¿Por qué? Porque no había comparación entre el valor de esa perla y todo lo que él ya tenía. Esto es exactamente lo que Jesús quiere que nos demos cuenta respecto al Evangelio que nos explica cuál es el gran valor de Cristo, Su obra redentora, el perdón de nuestros pecados, nuestra salvación y la vida eterna. Una vez que comprendemos el valor del Evangelio, nada se le puede comparar.
No con esto quiero minimizar el valor de tu esposo(a), hijos, casa, empleo o cuenta de ahorros. ¡Para nada! Pero comparando estas cosas con el reino de los cielos, el Evangelio de Jesucristo, en realidad ni caso tiene comprarlas. Así es como Martin Lutero pudo escribir en el himno Castillo Fuerte Es Nuestro Dios: “Que lleven con furor los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer, todo ha de perecer; de Dios el reino queda.” ¿Pueden darse cuenta de cómo el tono y la perspectiva de esta estrofa serian completamente distintos si Lutero no hubiera valorado el Evangelio sobre todas las cosas de la vida? De hecho, ¿pueden ver como el Evangelio es lo único que puede ayudarnos, consolarnos, fortalecernos cuando el mundo nos quita la vida, los bienes, la fama, los hijos, el/la esposo(a)? Y tengamos por seguro que tarde o temprano el mundo nos quitará esas cosas. ¿Entonces qué nos quedará? Nos queda el Evangelio.
¿Podemos darnos cuenta de la satisfacción que nos ofrece el Evangelio comparado con todo aquello que deseamos o poseemos? Vean esta lista de personas: Alexander Hamilton, el grupo de rock U2, el comediante Jim Carrey y el fundador de Minecraft, Markus Persson. Ahora veamos lo que cada uno de estos personajes ha dicho:
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Ahora permítanme hacer una pausa para compartir con ustedes el temor que tengo cuando predico un sermón como este. Mi temor es que nos hayamos acostumbrado al Evangelio de Cristo y lo consideremos como una vieja caja de tarjetas de béisbol en un closet o una colección de muñecos de porcelana en una vitrina o un auto clásico antiguo en la cochera. Sabemos que ahí están. Sabemos que nos pertenecen. Sabemos que tienen mucho valor. Pero, ¿cuántas veces pasamos por el closet, la vitrina, la cochera y solo vemos de reojo lo que poseemos? Y, en realidad, ¿cuánto los valoramos cuando les damos un trato así? ¿Ven hacia dónde se dirige mi temor? ¿Cuántas veces pasamos por el Evangelio de Jesucristo y nada más lo vemos “de reojo” sin valorar lo que en realidad tenemos en Cristo? Y, en verdad, ¿cuánto valor tiene si tratamos así al Evangelio?
Hay un pasaje en la Biblia que quiero compartirles y espero que abra sus ojos para ver cuánto más hay por apreciar, conocer y aprender cuando se trata del Evangelio de Jesucristo. Presten atención a este pasaje de 1 Pedro 1:12: “A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.”
Hay un pasaje en la Biblia que quiero compartirles y espero que abra sus ojos para ver cuánto más hay por apreciar, conocer y aprender cuando se trata del Evangelio de Jesucristo. Presten atención a este pasaje de 1 Pedro 1:12: “A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.”
A lo que se refiere este versículo es al reino de los cielos, la gracia de Dios, la promesa de Cristo, Su vida perfecta, Su muerte redentora, Su resurrección triunfal, el perdón de pecados, la promesa de la vida eterna, la garantía de la gloria. Estas son las cosas sobre las que predicaban los apóstoles. ¿Y qué dice Pedro de ellas? Que son “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.” ¿Escucharon bien? “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.” ¿Cuál es el anhelo de ustedes? No vean al Evangelio solo de reojo. Es demasiado valioso para que no le presten la atención debida. Nada es más hermoso o significante. En él se encuentran todas las respuestas de la vida. En él están la paz y la esperanza que necesitamos. Toda nuestra seguridad se encuentra ahí. No estoy exagerando, de versa. Atesórenlo. Aférrense al él. Confíen en él. Es incomparable. Amén.
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Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
2 de Agosto de 2020
Mateo 13:24-30 & 36-43
¿Qué Debemos Hacer Con Las Hierbas?
Mateo 13:24-30 & 36-43
¿Qué Debemos Hacer Con Las Hierbas?
El sermón en audio
A nadie le gustan las hierbas. Brotan por aquí, por allá y más allá. Podemos estar en medio de una sequía y de cualquier manera brotan. Les aplicamos herbicidas y renacen. Podemos cubrirlas con plástico o concreto y vuelven a brotar a través del plástico y por las grietas del concreto. Es para volverse loco. Pero, ¿qué propósito tienen las hierbas? Estrangulan a otras plantas, matan el césped y arruinan jardines enteros. Sin contar que las hierbas que tenemos en El Paso los mentados “toritos” que punzan llantas de bicicleta, espinan las patas de los perros y también nuestros pies descalzos. No saben las veces que me he preguntado: “¿Qué podemos hacer respecto a todas estas hierbas?”
Bien, pues hoy vamos a aprender que los falsos profetas, los falsos maestros, las religiones falsas y los incrédulos (o también hipócritas) son como las hierbas. Brotan por dondequiera, no podemos deshacernos de ellos y echan a perder muchas cosas. He visto de primera mano cómo han arruinado comunidades, iglesias y familias. Y tal como nos preguntamos sobre las hierbas, también nos preguntamos “¿Qué podemos hacer respecto a estos falsos profetas, falsos maestros, religiones falsas e incrédulos?” La respuesta, hermanos míos, la encontramos en la parábola que dijo Jesús en Mateo capítulo 13. Escuchemos con cuidado:
Bien, pues hoy vamos a aprender que los falsos profetas, los falsos maestros, las religiones falsas y los incrédulos (o también hipócritas) son como las hierbas. Brotan por dondequiera, no podemos deshacernos de ellos y echan a perder muchas cosas. He visto de primera mano cómo han arruinado comunidades, iglesias y familias. Y tal como nos preguntamos sobre las hierbas, también nos preguntamos “¿Qué podemos hacer respecto a estos falsos profetas, falsos maestros, religiones falsas e incrédulos?” La respuesta, hermanos míos, la encontramos en la parábola que dijo Jesús en Mateo capítulo 13. Escuchemos con cuidado:
24 Jesús les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras todos dormían, llegó su enemigo y sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba.
27 Los siervos fueron al dueño y le dijeron: “Señor, ¿no sembró usted semilla buena en su campo? Entonces, ¿de dónde salió la mala hierba?” 28 “Esto es obra de un enemigo”, les respondió. Le preguntaron los siervos: “¿Quiere usted que vayamos a arrancarla?” 29 “¡No! —les contestó—, no sea que, al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo. 30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Entonces les diré a los segadores: Recojan primero la mala hierba, y átenla en manojos para quemarla; después recojan el trigo y guárdenlo en mi granero”». |
36 Una vez que se despidió de la multitud, entró en la casa. Se le acercaron sus discípulos y le pidieron: —Explícanos la parábola de la mala hierba del campo. 37 —El que sembró la buena semilla es el Hijo del hombre —les respondió Jesús—. 38 El campo es el mundo, y la buena semilla representa a los hijos del reino. La mala hierba son los hijos del maligno, 39 y el enemigo que la siembra es el diablo. La cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40 »Así como se recoge la mala hierba y se quema en el fuego, ocurrirá también al fin del mundo. 41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. 42 Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. 43 Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga.
40 »Así como se recoge la mala hierba y se quema en el fuego, ocurrirá también al fin del mundo. 41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. 42 Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. 43 Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga.
Estas palabras de Jesús nos ofrecen tres respuestas a la pregunta de “¿Qué hacer con las hierbas?” Son respuestas que en realidad no esperábamos, sin embargo, Jesús quiere que las escuchemos detenidamente y las tengamos muy presentes. Dice Jesús: 1) Primero, reconozcamos la procedencia de las hierbas; 2) aceptemos el hecho que estaremos aquí hasta el día en que Jesús vuelva; y 3) esperemos con paciencia el momento de la cosecha cuando Jesús separará a los creyentes de los incrédulos en aquel Último Día.
Repasemos nuevamente los versículos 37 al 39: “—El que sembró la buena semilla es el Hijo del hombre —les respondió Jesús—. El campo es el mundo, y la buena semilla representa a los hijos del reino. La mala hierba son los hijos del maligno, y el enemigo que la siembra es el diablo.”
Hay dos sembradores en la parábola: Uno es Jesús, el que siempre las buenas nuevas de la salvación y el diablo es el otro, que siembra el campo con sus mentiras. Los que escuchan el mensaje de salvación son los creyentes y los que prestan atención a las mentiras del diablo son los incrédulos. Los creyentes son el trigo y los creyentes, la hierba. Y vemos trigo y hierba por todo el mundo, lado a lado, codo con codo.
Repasemos nuevamente los versículos 37 al 39: “—El que sembró la buena semilla es el Hijo del hombre —les respondió Jesús—. El campo es el mundo, y la buena semilla representa a los hijos del reino. La mala hierba son los hijos del maligno, y el enemigo que la siembra es el diablo.”
Hay dos sembradores en la parábola: Uno es Jesús, el que siempre las buenas nuevas de la salvación y el diablo es el otro, que siembra el campo con sus mentiras. Los que escuchan el mensaje de salvación son los creyentes y los que prestan atención a las mentiras del diablo son los incrédulos. Los creyentes son el trigo y los creyentes, la hierba. Y vemos trigo y hierba por todo el mundo, lado a lado, codo con codo.
Lo que Jesús quiere que nos quede claro de la parábola es que el diablo es el enemigo que siembra la hierba. Recalco, ¡ENEMIGO! Éste enemigo está haciendo todo lo que está a su alcance para frustrar la siembra de la buena semilla y destruir la obra de Cristo. Por lo tanto, a pesar de lo que diga la opinión popular, no dudemos del poder y las artimañas del diablo. Podemos constatar a simple vista como el diablo merodea a nuestro alrededor como un león buscando a quien devorar – sutilmente censurando y criticando cualquier cosa que suene bíblica o cristiana, lentamente borrando o erradicando todo aquello que insinúe a Dios o a Cristo o la cruz, y metódicamente cambiando o enmendando leyes para hacer más difícil la existencia y la libertad de la Iglesia. No tenemos que buscar mucho para ver las estadísticas o las noticias para darnos cuenta que esto no es invento mío. Nuestro amor por Cristo se ha enfriado y la gente abandona la fe en manadas.
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La pregunta es: ¿Qué podemos hacer al respecto? Y la simple respuesta que nos da Jesús en esta parábola es: Estar atentos. Jesús no quiere que seamos ignorantes de lo que en realidad está ocurriendo o que seamos engañados pensando que no es algo serio. Quiere que escuchemos al dueño del campo en la parábola cuando nos dice fuerte y claramente: ¡El que está haciendo todo esto es nuestro enemigo!
El siguiente punto que toca Jesús el hecho de que las hierbas siempre han estado y estarán alrededor hasta el Último Día cuando Él regrese. Los enemigos de Dios, los falsos maestros y los incrédulos no se van a ir, ni debemos nosotros luchar por que ellos se vayan. Suena extraño, ¿verdad? Pero mi punto es que “Las Cruzadas” y “La Inquisición Española”, como ejemplos, no han sido momentos que colmen de orgullo a la historia del cristianismo. En esta parábola de la hierba, Dios no nos llama a exterminar la incredulidad por la fuerza. Es importante que recordemos que nuestra misión es ganar almas para Cristo, no arrancar almas para Cristo.
El siguiente punto que toca Jesús el hecho de que las hierbas siempre han estado y estarán alrededor hasta el Último Día cuando Él regrese. Los enemigos de Dios, los falsos maestros y los incrédulos no se van a ir, ni debemos nosotros luchar por que ellos se vayan. Suena extraño, ¿verdad? Pero mi punto es que “Las Cruzadas” y “La Inquisición Española”, como ejemplos, no han sido momentos que colmen de orgullo a la historia del cristianismo. En esta parábola de la hierba, Dios no nos llama a exterminar la incredulidad por la fuerza. Es importante que recordemos que nuestra misión es ganar almas para Cristo, no arrancar almas para Cristo.
Tampoco olvidemos la razón por la cual Jesús no quiere que la hierba sea arrancada. Dijo que: “al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo.”
Dejen les explico lo que quiere decir esto: De todas las razones que da la gente cuando abandona la fe, una de las principales es el abuso del poder y autoridad que la Iglesia ha utilizado para promover su causa y llevar a cabo su misión. La razón es tristemente patética, pero cierta. También nos comprueba que Jesús sabía lo que decía cuando habló de jalar el trigo junto con la hierba. Repito, pues, lo que les acabo de decir: Nuestra misión es ganar almas para Cristo, no arrancar almas para Cristo. |
Por último, Jesús nos dice que en lugar de preocuparnos por estas hierbas, esperemos pacientemente por Su regreso cuando envirará a sus ángeles a recoger el trigo y la hierba. Y que el trigo gozará de la gloria del Reino del Padre en el cielo y la hierba sufrirá con llanto y rechinar de dientes en el horno del infierno.
No sé ustedes, pero esperar para cuando venga esa cosecha no es cosa fácil. Cuando veo la maldad todos los días y mucha de esa maldad dirigida a la Iglesia o hacia la fe cristiana, me pregunto por qué Dios no hace nada al respecto. De hecho ha habido ocasiones en que he levantado mi voz hacia el cielo diciendo, “¿Por qué no haces nada?” Y es cuando debo recordar la promesa que nos hizo Nuestro Señor en esta parábola.
Más que eso, me ayudaría mejor si recordara que la única razón que no soy hierba yo también es por la maravillosa gracia de Dios. Cuando leo cómo los ángeles separarán del Reino de Dios todo aquello que es pecado y todos aquellos que practican la maldad, sé que yo debería estar incluido con todo eso. Pero Dios ha determinado otro fin para mí. Y también para todos ustedes. Jesús nos ha librado del pecado y la maldad al padecer en la cruz el sufrimiento que nosotros merecemos.
No sé ustedes, pero esperar para cuando venga esa cosecha no es cosa fácil. Cuando veo la maldad todos los días y mucha de esa maldad dirigida a la Iglesia o hacia la fe cristiana, me pregunto por qué Dios no hace nada al respecto. De hecho ha habido ocasiones en que he levantado mi voz hacia el cielo diciendo, “¿Por qué no haces nada?” Y es cuando debo recordar la promesa que nos hizo Nuestro Señor en esta parábola.
Más que eso, me ayudaría mejor si recordara que la única razón que no soy hierba yo también es por la maravillosa gracia de Dios. Cuando leo cómo los ángeles separarán del Reino de Dios todo aquello que es pecado y todos aquellos que practican la maldad, sé que yo debería estar incluido con todo eso. Pero Dios ha determinado otro fin para mí. Y también para todos ustedes. Jesús nos ha librado del pecado y la maldad al padecer en la cruz el sufrimiento que nosotros merecemos.
¿Cómo podemos ser indiferentes por el hecho de que Dios castigó a Su propio Hijo como si fuera hierba para que nosotros fuéramos considerados trigo? ¿Cómo no nos afecta que la oscuridad de nuestras vidas fue puesta sobre Jesús y para revestirnos de Su justicia? ¿Cómo es que no nos mueve el hecho de que Jesús padeció el llanto y rechinar de dientes en aquella cruz para nosotros gozar de la gracia de Su perdón?
Tal vez no sea tan importante preguntarnos, “¿Qué debemos hacer con la hierba?” Quizá sea suficiente simplemente saber lo que Jesús ha hecho por nosotros y cómo seremos incluidos el día de la cosecha del trigo. ESO ES SUFICIENTE. El que tenga oídos, que oiga. |
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Amén.
26 de Julio de 2020
Mateo 13:1-9 & 18-23
¿Eres Un Buen Oyente?
Mateo 13:1-9 & 18-23
¿Eres Un Buen Oyente?
El sermón en audio
La Palabra de Dios: 1 Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. 2 Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. 3 Y les dijo en parábolas muchas cosas como estas: «Un sembrador salió a sembrar. 4 Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; 6 pero, cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. 8 Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. 9 El que tenga oídos, que oiga».
18 »Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: 19 Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Esta es la semilla sembrada junto al camino. 20 El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría; 21 pero, como no tiene raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se aparta de ella. 22 El que recibió la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que esta no llega a dar fruto. 23 Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta al ciento por uno». (Mateo 13:1-9 & 18-23)
18 »Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: 19 Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Esta es la semilla sembrada junto al camino. 20 El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría; 21 pero, como no tiene raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se aparta de ella. 22 El que recibió la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que esta no llega a dar fruto. 23 Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta al ciento por uno». (Mateo 13:1-9 & 18-23)
¿Eres buen oyente? Esposos, ¿qué contestarían sus esposas? Esposas, ¿sus esposos qué contestarían? Padres, ¿sus hijos dirían que soy buenos oyentes? Hijos, ¿cómo creen que responderían sus padres? Maestros, ¿cuál sería la respuesta de sus alumnos? Alumnos, ¿qué dirían al respecto sus maestros? Patrones, ¿sus empleados dirían que son buenos oyentes? Empleados, ¿cómo creen que sus patrones contestarían? ¿Por qué de repente nos sentimos avergonzados?
Permítanme preguntarles lo mismo una vez más con un último ejemplo:
“¿Eres buen oyente? ¿Qué diría Dios de ti al respecto?”. No estoy tratando de ser gracioso, pero ¿estas poniendo atención en este momento? ¿Estabas escuchando cuando leí “La Parábola del Sembrador” del evangelio según San Mateo? Entonces, ¿por qué de repente te sientes un tanto avergonzado(a)? Hoy Jesús nos muestra la diferencia entre ser buenos y malos oyentes. Nos da una parábola donde había un sembrador y, mientras sembraba, la semilla cayó en cuatro terrenos distintos. Estos cuatro terrenos representan a cuatro tipos de oyentes – tres malos oyentes y un buen oyente. La pregunta es: ¿Qué tipo de oyente eres tú? |
Sobre el primer oyente Jesús nos dice: “Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.” (Mateo 13:19)
En este caso el oyente escucha el mensaje sobre el reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación, pero no lo entiende. Y francamente, no le interesa porque su entendimiento ha sido ya arrebatado por el diablo con sus mentiras.
En vez de escuchar humildemente la verdad de la Palabra de Dios, este oyente de manera escéptica, incluso retadora, pregunta: “¿Por qué debería creer lo que dice la Biblia? ¿Por qué debo orar y adorar a Dios? ¿Dónde están las pruebas de que Dios siquiera existe? ¿Cómo pueden decir que Dios es bueno cuando suceden tantas cosas malas? ¿Dónde está Dios cuando estoy sufriendo?
En este caso el oyente escucha el mensaje sobre el reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación, pero no lo entiende. Y francamente, no le interesa porque su entendimiento ha sido ya arrebatado por el diablo con sus mentiras.
En vez de escuchar humildemente la verdad de la Palabra de Dios, este oyente de manera escéptica, incluso retadora, pregunta: “¿Por qué debería creer lo que dice la Biblia? ¿Por qué debo orar y adorar a Dios? ¿Dónde están las pruebas de que Dios siquiera existe? ¿Cómo pueden decir que Dios es bueno cuando suceden tantas cosas malas? ¿Dónde está Dios cuando estoy sufriendo?
Pesimistamente este tipo de oyente dice: “Su gracia es demasiado increíble. No hay tal cosa como la verdad. Yo creo en lo que veo. Yo vivo para este mundo, no para uno venidero. La religión es nada más una especie de muleta para los débiles de mente. La iglesia es únicamente un grupo de hipócritas organizado. Aquellos que tienen sus mentes puestas en algo celestial no le sirven al mundo para nada.”
Este oyente ha preferido escuchar a las voces del mundo en lugar de escuchar la voz de Dios. Este oyente ha optado por escuchar la voz del desafío, la rebelión y la maldad en vez de escuchar a la voz del arrepentimiento, el perdón, y la salvación. Este oyente prefiere escuchar su propia doctrina de “primero yo, luego yo y, por último, yo” en lugar de escuchar el Evangelio de Jesucristo, la cruz y la vida eterna. |
¿Acaso tu eres de ese tipo de oyente? No se ofendan por la pregunta. Ha habido muchísimas personas en mi ministerio que han venido a la iglesia, donde yo pensaba que estaban escuchando, solo para después ver que el diablo se los lleva.
Ahora veamos al segundo tipo de oyente. Jesús dice: “El que oye la palabra es la semilla sembrada entre las piedras, que en ese momento la recibe con gozo, pero su gozo dura poco por tener poca raíz; al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, se malogra.” (Mateo 13:20-21)
Aquí el oyente escucha el mensaje acerca del reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación e inicialmente lo recibe con gozo. Le causa gran emoción lo que está aprendiendo. Asiste a la iglesia cada domingo. Participa en estudios bíblicos para incrementar su aprendizaje. Siente que las cosas van a mejorar. Que todo será más fácil. Y, de repente, se da cuenta de que en realidad no es así. Los problemas y dificultades no se van. Aparte de que es objeto de burlas y críticas por su nueva fe. Y comienzan a entrar las dudas. Empiezan a afectarle las presiones de los demás. En poco tiempo esa misma persona que estaba tan llena de gozo y emocionada, que asistía cada domingo a la iglesia, que crecía y alimentaba su fe, se pierde. Sus raíces estaban casi a flor de tierra y no resistieron.
¿Tú eres de este tipo de oyente? Nuevamente, no se ofendan por la pregunta. He sido testigo de muchas personas que vienen cada domingo a la iglesia a escuchar la preciosa Palabra de Dios para luego nunca volverlos a ver debido a las presiones de la vida y las presiones de aquellos que los rodean que acaban consumiéndolas.
Luego está el tercer tipo de oyente. Jesús dice:
Ahora veamos al segundo tipo de oyente. Jesús dice: “El que oye la palabra es la semilla sembrada entre las piedras, que en ese momento la recibe con gozo, pero su gozo dura poco por tener poca raíz; al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, se malogra.” (Mateo 13:20-21)
Aquí el oyente escucha el mensaje acerca del reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación e inicialmente lo recibe con gozo. Le causa gran emoción lo que está aprendiendo. Asiste a la iglesia cada domingo. Participa en estudios bíblicos para incrementar su aprendizaje. Siente que las cosas van a mejorar. Que todo será más fácil. Y, de repente, se da cuenta de que en realidad no es así. Los problemas y dificultades no se van. Aparte de que es objeto de burlas y críticas por su nueva fe. Y comienzan a entrar las dudas. Empiezan a afectarle las presiones de los demás. En poco tiempo esa misma persona que estaba tan llena de gozo y emocionada, que asistía cada domingo a la iglesia, que crecía y alimentaba su fe, se pierde. Sus raíces estaban casi a flor de tierra y no resistieron.
¿Tú eres de este tipo de oyente? Nuevamente, no se ofendan por la pregunta. He sido testigo de muchas personas que vienen cada domingo a la iglesia a escuchar la preciosa Palabra de Dios para luego nunca volverlos a ver debido a las presiones de la vida y las presiones de aquellos que los rodean que acaban consumiéndolas.
Luego está el tercer tipo de oyente. Jesús dice:
“La semilla sembrada entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, por lo que esta no llega a dar fruto.” (Mateo 13:22)
Este oyente escucha el mensaje acerca del reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación, pero su fe nunca crece realmente. ¿Por qué? Porque su mente su mente está tan preocupada con todas las preocupaciones de la vida (por ejemplo, una pandemia) que las promesas de Dios son ya únicamente simples palabras y no ofrecen fuerza ni consuelo, o su corazón se ha enredado con tantas actividades y materialismo que no tiene tiempo ni le interesa la Palabra de Dios. Como resultado, las preocupaciones del mundo estrangulan su fe hasta matarla y, lo más triste, no se da ni cuenta de ello. |
¿Crees que tú eres un oyente así? Les pregunto esto porque cuantas veces nos advierte Jesús en los Evangelios de las preocupaciones de la vida y nos advierte de los engaños que nos ofrecen las riquezas materiales. En cada uno de esos ejemplos, con excepción de Zaqueo, nunca acaba siendo algo bueno.
Finalmente, tenemos al cuarto tipo de oyente. Jesús dice: “Pero la semilla sembrada en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, y produce cien, sesenta, y treinta semillas por cada semilla sembrada.” (Mateo 13:23)
Este oyente escucha el mensaje acerca del reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación, y por el poder y gracia de Dios lo recibe, lo comprende, lo cree, le fascina y lo vive. Le llamamos “el buen oyente”, pero este oyente de inmediato nos deja saber que nada bueno hay en él, es decir, en su naturaleza pecaminosa, sino que “Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que lo amó, le dio vida junto con Cristo, aun cuando estaba muerto en sus pecados – la gracia de Dios lo ha salvado” (Efesios 2:4-5).
Finalmente, tenemos al cuarto tipo de oyente. Jesús dice: “Pero la semilla sembrada en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, y produce cien, sesenta, y treinta semillas por cada semilla sembrada.” (Mateo 13:23)
Este oyente escucha el mensaje acerca del reino, escucha el mensaje sobre la gracia de Dios, escucha el mensaje de Cristo crucificado y resucitado, escucha el mensaje de perdón y salvación, y por el poder y gracia de Dios lo recibe, lo comprende, lo cree, le fascina y lo vive. Le llamamos “el buen oyente”, pero este oyente de inmediato nos deja saber que nada bueno hay en él, es decir, en su naturaleza pecaminosa, sino que “Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que lo amó, le dio vida junto con Cristo, aun cuando estaba muerto en sus pecados – la gracia de Dios lo ha salvado” (Efesios 2:4-5).
Y esta gracia tiene un efecto en su vida. Da fruto. Es mejor esposo(a). Es mejor padre/madre. Es mejor empleado(a). Es mejor amigo(a). Está siempre dispuesto a ayudar, a perdonar. Es más gentil y amable. Controla mejor sus emociones agresivas. Las personas a su alrededor notan la diferencia y le preguntan: ¿Que te ha hecho cambiar? Y responde sin titubeos:
“El mensaje de la gracia de Dios me ha cambiado, Cristo crucificado y resucitado me ha transformado. Nada me importa más que eso. Nada tiene más significancia para mí que eso. Esto ha transformado mi vida, mi perspectiva, mi óptica, mi esperanza. No me canso de escuchar ese mensaje.” Y así vive cada día, cual si fuera el último, para la gloria de Dios, porque sabe que si es su último día en la tierra, irá al cielo. |
¿Eres un oyente así? Los animo a que lo sean. En toda la Biblia, no ha habido uno solo que haya sido engañado o haya salido decepcionado cuando obedecieron la Palabra de Dios. Al contrario, sus vidas prosperaron (no necesariamente en lo material). Cada que enfrentaron una dificultad, una enfermedad, hasta en su lecho de muerte, incluso en medio de pandemias, siempre prosperaron. Porque por la gracia a través de la fe en Jesús, sabían, como espero que ustedes también lo sepan: “si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya sea que vivamos, o que muramos, somos del Señor” (Romanos 14:8). Y no hay nada mejor que pertenecer al Señor, porque eso es eterno.
Espero que comprendan con humildad, especialmente con todo lo que estamos experimentando en estos días, que nunca jamás debemos cansarnos de escuchar esto. Amén.
Espero que comprendan con humildad, especialmente con todo lo que estamos experimentando en estos días, que nunca jamás debemos cansarnos de escuchar esto. Amén.
19 de Julio de 2020
Miqueas 6:1-8
Manténganse Fieles al Señor
Miqueas 6:1-8
Manténganse Fieles al Señor
El sermón en audio
Es difícil mantenernos fieles a Dios en este mundo pecaminoso, especialmente en medio de esta pandemia y la agitación cultural prevalente en nuestros días. Todo mundo culpándose unos a otros, señalando con el dedo a otros, politizando cada cosa, vociferando con rabia y furor, destruyendo, dividiendo, como hijo de Dios, a veces me siento tentado y retado más que nunca a caer en lo mismo que los demás. Ha sido una tentación muy grande el unirme al montón y clamar mi enojo y frustración como tantos otros, y por la confusión y desespero que a veces me sofocan, es también un enorme reto mantenerme enfocado en mi Salvador Jesucristo. En medio de todo este tumulto, ha sido difícil saber pensar y actuar como hijo de Dios. ¿Pueden identificarse con lo que me ha pasado de una u otra manera?
Si es así, es en ese momento cuando debemos dejar de prestarle atención al mundo y comenzar a escuchar a Dios. Porque si continuamos escuchando a lo que el mundo nos está diciendo, vamos a terminar afectados por el mundo y solo estaremos alimentando nuestra ira, frustración, confusión y desespero. Nos mostraremos y sonaremos cada vez menos como hijos de Dios y cada vez más como este mundo lleno de pecado. Y, si conocen algo de historia bíblica, eso nunca ha sido algo bueno para los hijos de Dios.
Escuchemos a lo que dice el Señor a través de Miqueas 6:1-8:
Si es así, es en ese momento cuando debemos dejar de prestarle atención al mundo y comenzar a escuchar a Dios. Porque si continuamos escuchando a lo que el mundo nos está diciendo, vamos a terminar afectados por el mundo y solo estaremos alimentando nuestra ira, frustración, confusión y desespero. Nos mostraremos y sonaremos cada vez menos como hijos de Dios y cada vez más como este mundo lleno de pecado. Y, si conocen algo de historia bíblica, eso nunca ha sido algo bueno para los hijos de Dios.
Escuchemos a lo que dice el Señor a través de Miqueas 6:1-8:
Escuchen ahora lo que dice el Señor:
«¡Levántate y contiende contra los montes! ¡Que oigan tu voz las colinas!»
Ustedes los montes, y ustedes, los sólidos cimientos de la tierra, escuchen la querella del Señor.
Porque el Señor tiene una querella contra su pueblo, y va a altercar contra Israel:
«Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? ¡Respóndeme!
Es un hecho que yo te saqué de la tierra de Egipto; que te libré de la casa de servidumbre,
y que delante de ti envié a Moisés, a Aarón y a María.
Acuérdate ahora, pueblo mío, de los planes que urdía Balac, rey de Moab,
y de cómo respondió Balaam hijo de Beor.
Yo los traje desde Sitín hasta Gilgal,
para que reconozcan cuántas veces yo, el Señor, los he salvado.»
(Tú, Israel, preguntas:)
«¿Con qué me presentaré ante el Señor? ¿Cómo adoraré al Dios Altísimo?
¿Debo presentarme ante él con holocaustos, o con becerros de un año?
¿Le agradará al Señor recibir millares de carneros, o diez mil ríos de aceite?
¿Debo darle mi primogénito a cambio de mi rebelión?
¿Le daré el fruto de mis entrañas por los pecados que he cometido?»
¡Hombre! El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti,
y que no es otra cosa que hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.
«¡Levántate y contiende contra los montes! ¡Que oigan tu voz las colinas!»
Ustedes los montes, y ustedes, los sólidos cimientos de la tierra, escuchen la querella del Señor.
Porque el Señor tiene una querella contra su pueblo, y va a altercar contra Israel:
«Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? ¡Respóndeme!
Es un hecho que yo te saqué de la tierra de Egipto; que te libré de la casa de servidumbre,
y que delante de ti envié a Moisés, a Aarón y a María.
Acuérdate ahora, pueblo mío, de los planes que urdía Balac, rey de Moab,
y de cómo respondió Balaam hijo de Beor.
Yo los traje desde Sitín hasta Gilgal,
para que reconozcan cuántas veces yo, el Señor, los he salvado.»
(Tú, Israel, preguntas:)
«¿Con qué me presentaré ante el Señor? ¿Cómo adoraré al Dios Altísimo?
¿Debo presentarme ante él con holocaustos, o con becerros de un año?
¿Le agradará al Señor recibir millares de carneros, o diez mil ríos de aceite?
¿Debo darle mi primogénito a cambio de mi rebelión?
¿Le daré el fruto de mis entrañas por los pecados que he cometido?»
¡Hombre! El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti,
y que no es otra cosa que hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.
En los primeros dos versículos encontramos a los hijos de Dios en una corte donde las montañas son testigos de Dios. Lo que antecede este pasaje en los primeros 5 capítulos del libro del profeta Miqueas, es que Dios acusa a sus hijos de lo siguiente: Parecen, hablan y actúan como el mundo más que parecer, hablar y actuar como hijos de Dios. Adoran a otros dioses y hacen todo por satisfacer los antojos de su naturaleza pecaminosa. Se ven, suenan y se desenvuelven corruptamente como el mundo en el que viven.
Esto me hace cuestionarme si las montañas Franklin aquí en El Paso pudieran hablar, probablemente también nos acusarían de ser, hablar y actuar igual. Durante todo este alboroto de la pandemia y pugna cultural, ¿seriamos acusados de parecer, sonar y actuar como hijos de Dios o parecer, sonar y actuar como el mundo? Examinen los pensamientos y opiniones que han tenido recientemente, repasen sus comentarios en las redes sociales (si participan en ellas), recuerden las conversaciones que han tenido con otros, vean como han actuado y reaccionado a las cosas que están ocurriendo. ¿Hemos actuado como hijos de Dios o como el mundo? ¿Has sonado como un fariseo o como el publicano que solo pudo decir: “Dios, ten misericordia de mí, porque soy un pecador”? ¿Te has comportado como un engreído o como un hijo redimido de Dios? ¿Cómo se atreve Dios a acusarte?
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Fíjense bien que no dije: “¿Cómo se atreve la Iglesia o el pastor a acusarte?” Dije: “¿Cómo se atreve Dios a acusarte?” Recuerden que estamos en Su sala de juicio.
Antes de que respondan, leamos lo que Dios alega en el versículo tres: “Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? ¡Respóndeme!” En otras palabras, con el corazón destrozado, Dios pregunta: “¿Qué les he hecho para que se hayan fastidiado tanto de mí y prefieran lo que ofrece el mundo? ¿Qué les he hecho para que presten atención al mundo más que a mí? ¿Qué he hecho para que me abandonen a mí por seguir al mundo?”
Otra vez, antes de que puedan responder, vean la lista de cosas que menciona Dios en los versículos cuatro y cinco. Vean la gracia que les ha mostrado a sus hijos, las bendiciones que ha derramado sobre ellos. Los liberó de la esclavitud en Egipto, los protegió de sus enemigos, y los trajo a la Tierra Prometida. Ahora consideremos la lista de cosas que Dios nos echaría en cara a nosotros hoy. Nos diría quizás: “¿No les he entregado a mi Hijo Único? ¿No les he perdonado todos sus pecados a través de Su muerte en la cruz? ¿No los he librado del pecado, de la muerte y del diablo por medio de Su resurrección? ¿No les he prometido que tendrán vida eterna?” Noten que estas preguntas están en primera persona porque es Él quien lo hizo por nosotros. Nada de eso hubiéramos podido lograr por nuestra cuenta.
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Y tal vez hemos sido tan arrogantes para pensar que sí lo podríamos haber logrado nosotros mismos. ¿Hemos sido tan arrogantes como el pueblo de Israel lo fue en los versículos seis y siete?: «¿Con qué me presentaré ante el Señor? ¿Cómo adoraré al Dios Altísimo? ¿Debo presentarme ante él con holocaustos, o con becerros de un año? ¿Le agradará al Señor recibir millares de carneros, o diez mil ríos de aceite? ¿Debo darle mi primogénito a cambio de mi rebelión? ¿Le daré el fruto de mis entrañas por los pecados que he cometido?» ¿Se dan cuenta lo absurdo y grosero que son los versículos 6 y 7? El hecho de que hayan podido pensar en ofrecer a su primogénito en pago por sus pecados nos dice cuán bajo había caído el pueblo de Israel. Lo que nos trae a la pregunta: “¿Has pensado en qué podrías ofrecerle a Dios?”
Amados hijos de Dios, deténganse a ver la maravillosa gracia que Dios ha mostrado para con nosotros. El versículo ocho hace énfasis en esto: “Te he dado a conocer lo que es bueno.” Pónganse a pensar. ¿Acaso hay algo más bueno que la obra salvadora de la gracia de Dios? “¿No les he entregado a mi Hijo Único? ¿No les he perdonado todos sus pecados a través de Su muerte en la cruz? ¿No los he librado del pecado, de la muerte y del diablo por medio de Su resurrección? ¿No les he prometido que tendrán vida eterna?” Las respuestas obvias a esas preguntas retóricas es lo que nos mueve y motiva a mantenernos fieles a nuestro Dios y moldean nuestro pensar y actuar en el mundo. Nunca encontraremos alivio en nuestras obras, si es así, al final terminaríamos sonando y actuando como el mundo. Pero sí encontraremos el alivio y la paz en lo que Dios ha hecho a través de Jesucristo, Señor y Salvador nuestro. Como dice el profeta Miqueas: “Dios nos ha dado a conocer lo que es bueno”.
Y porque nos lo ha dado a conocer es que:
Amados hijos de Dios, deténganse a ver la maravillosa gracia que Dios ha mostrado para con nosotros. El versículo ocho hace énfasis en esto: “Te he dado a conocer lo que es bueno.” Pónganse a pensar. ¿Acaso hay algo más bueno que la obra salvadora de la gracia de Dios? “¿No les he entregado a mi Hijo Único? ¿No les he perdonado todos sus pecados a través de Su muerte en la cruz? ¿No los he librado del pecado, de la muerte y del diablo por medio de Su resurrección? ¿No les he prometido que tendrán vida eterna?” Las respuestas obvias a esas preguntas retóricas es lo que nos mueve y motiva a mantenernos fieles a nuestro Dios y moldean nuestro pensar y actuar en el mundo. Nunca encontraremos alivio en nuestras obras, si es así, al final terminaríamos sonando y actuando como el mundo. Pero sí encontraremos el alivio y la paz en lo que Dios ha hecho a través de Jesucristo, Señor y Salvador nuestro. Como dice el profeta Miqueas: “Dios nos ha dado a conocer lo que es bueno”.
Y porque nos lo ha dado a conocer es que:
- “Actuamos con justicia” – Esto significa que en todo lo que decimos, pensamos y hacemos siempre tenemos primeramente a nuestro buen Dios y luego el bienestar físico y espiritual de nuestros semejantes. La profundidad y detalle de lo que es “actuar con justicia” lo encontramos claramente en el “Sermón de la Montaña” de Jesús en Mateo capítulos del 5 al 7. Ahí se nos anima a ser la sal de la tierra y la luz del mundo, a amar a nuestros enemigos, a dar al necesitado, a orar, y sobre todo, a buscar primero el Reino de Dios.
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No perdamos de vista por qué hacemos esto – actuar con justicia, amar la piedad y caminar con Dios. Durante la pandemia y lucha cultural, mantengámonos fieles a Él quien ha sido fiel a nosotros en la vida y en la muerte. A Él que es nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Dios nos ha dado a conocer lo que es bueno. A Él sean la gloria ahora y para siempre. Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:7). Amén.
Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:7). Amén.
12 de Julio de 2020
Salmo 121
Depositen su Confianza en el Resguardo del Señor
Salmo 121
Depositen su Confianza en el Resguardo del Señor
El sermón en audio
Es difícil saber qué es lo que se no avecina, considerando especialmente las circunstancias actuales. Todo es distinto. El trabajo es distinto. La escuela es distinta. Incluso la manera en que hacemos las compras es distinta. ¿Cómo será dentro de una semana, un mes, o un año? Realmente nadie lo sabe. Incluso si la mitad de lo que hoy leemos o escuchamos es verdad, ciertamente el futuro no suena muy alentador o bueno. Agreguémosle a esto las tensiones que existen a nivel internacional y nacional como las elecciones presidenciales en noviembre. ¿Todo esto no nos hace sentir un poco o quizás muy inquietos? De hecho, yo me he sentido así prácticamente todos los días desde mediados de marzo – un tanto inquieto. ¿Ustedes también?
El salmo de hoy, el Salmo 121, nos muestra a un individuo contemplando el camino que tiene por delante (muy probablemente es el camino a Jerusalén). Este individuo sabe que le espera un camino traicionero. Sabe que es un camino lleno de asaltantes escondidos en los cerros esperando que pasen los caminantes. Esta persona sabe del calor quemante que ha de pasar durante las horas del día y de las tinieblas nocturnas que le esperan en su andar. Por lo que dice el primer versículo del Salmo 121 podemos comprender que se encuentra inquieto a raíz de todas estas condiciones. Dice así: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?” No es ingenuo sobre las incertidumbres y peligros que están más adelante. Pero escuchen la respuesta que da a su propia pregunta y presten atención a la frase de aliento que le sigue: “Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. El Señor no dejará que resbales; el que te cuida jamás duerme. Toma en cuenta que nunca duerme el protector de Israel. El Señor es tu protector; el Señor es como tu sombra: ¡siempre está a tu mano derecha! Ni el sol te fatigará de día, ni la luna te agobiará en la noche. El Señor te librará de todo mal; el Señor protegerá tu vida. El Señor te estará vigilando cuando salgas y cuando regreses, “desde ahora y hasta siempre”.
El salmo de hoy, el Salmo 121, nos muestra a un individuo contemplando el camino que tiene por delante (muy probablemente es el camino a Jerusalén). Este individuo sabe que le espera un camino traicionero. Sabe que es un camino lleno de asaltantes escondidos en los cerros esperando que pasen los caminantes. Esta persona sabe del calor quemante que ha de pasar durante las horas del día y de las tinieblas nocturnas que le esperan en su andar. Por lo que dice el primer versículo del Salmo 121 podemos comprender que se encuentra inquieto a raíz de todas estas condiciones. Dice así: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?” No es ingenuo sobre las incertidumbres y peligros que están más adelante. Pero escuchen la respuesta que da a su propia pregunta y presten atención a la frase de aliento que le sigue: “Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. El Señor no dejará que resbales; el que te cuida jamás duerme. Toma en cuenta que nunca duerme el protector de Israel. El Señor es tu protector; el Señor es como tu sombra: ¡siempre está a tu mano derecha! Ni el sol te fatigará de día, ni la luna te agobiará en la noche. El Señor te librará de todo mal; el Señor protegerá tu vida. El Señor te estará vigilando cuando salgas y cuando regreses, “desde ahora y hasta siempre”.
Estas palabras de Dios nos comunican lo siguiente: “Dios es más que un observador casual sobre nuestras vidas. Él es Nuestro Señor que nos vigila sobre cada paso que damos.” Fíjense en la cantidad de veces que encontramos frases que denotan la manera en que Dios nos protege y que el salmista le llama “Señor” a Dios. Estas frases nos hacen saber y enfatizan el cuidado que Dios tiene sobre nosotros de manera individual y personal. Nadie nos cuida más que Nuestro Señor, ¡nadie!
Sin embargo, ¿existe aún algo dentro de nosotros que tiene preguntas al respecto del cuidado de Dios? ¿Hay algo todavía dentro de nosotros que duda sobre esto? ¿Tal vez nos reímos de esto? Siendo sinceros, cuántos nos hemos preguntado: “¿Puede Dios vernos realmente? ¿Conoce Dios realmente lo que ocurre en mi vida? ¿Estás aquí Dios?” |
Con estas preguntas podemos deducir lo que el Salmo 121 nos quiere dar a entender porque en este salmo encontramos las respuestas a cada una de esas preguntas.
Los versículos 3 y 4 hacen énfasis que el Señor no se adormila mientras nos cuida. Siempre está vigilante. Nada escapa Su atención. El salmista nos indica que “tomemos en cuenta” que “¡El Señor, nuestro amoroso y esmerado Dios, no duerme cuidándonos!” Constantemente nos vigila, constantemente está obrando en nuestras vidas, haciendo miles de cosas a la vez que nadie, solo Él, puede ver. Siempre cuidando y resguardándonos.
Los versículos 3 y 4 hacen énfasis que el Señor no se adormila mientras nos cuida. Siempre está vigilante. Nada escapa Su atención. El salmista nos indica que “tomemos en cuenta” que “¡El Señor, nuestro amoroso y esmerado Dios, no duerme cuidándonos!” Constantemente nos vigila, constantemente está obrando en nuestras vidas, haciendo miles de cosas a la vez que nadie, solo Él, puede ver. Siempre cuidando y resguardándonos.
Además vemos como este cuidado de Dios es explicado aún más.
Los versículos 5 y 6 acentúan que el Señor nos protege día y noche. El versículo 7 nos recalca que el Señor protege nuestra vida. El versículo 8 hace hincapié que el Señor cuida nuestro deambular. Como podemos ver, Dios quiere disipar nuestras dudas sobre el cuidado personal y completo que tiene hacia con nosotros. Desde la cuna hasta la tumba Él está presente. Desde el momento en que salgan hoy de la iglesia hasta el próximo domingo que regresen, Él los estará cuidando. En cada instante y momento del día Él está ahí, sin falla ni interrupciones. |
Y aunque lo hayan escuchado una y mil veces, necesitan escucharlo una vez más. No como un simple recordatorio, sino PORQUE NOS AYUDA. Piensen en su papá y mamá cobijándolos en la cama al acostarse, dejándolos en su cuarto, y asegurándoles que están justo en la recámara de al lado. Piensen en un amigo muy cercano diciéndoles: “Cuenta conmigo. Estoy orando por ti”. Escuchando cosas así nos ayuda, porque les creemos a las personas que nos las están diciendo. Luego ahora escuchen nuevamente el Salmo 121. El auxilio ahí no proviene de cualquier persona. Viene de nuestro bondadoso y misericordioso Señor, el Creador del cielo y de la tierra.
Y, por si fuera poco, veamos la última oración del salmo. El Señor nos cuidará “desde ahora y hasta siempre”. Cualquier inquietud que tengamos en nuestra vida en este momento, lo bello de este salmo es que sale a nuestro encuentro y nos ofrece la promesa más fuerte y reconfortante. La protección y el cuidado del Señor están aquí ahora y estará por siempre. No existe otro cuidado como tal. ¡Tengamos confianza en esta promesa!
Pero yo sé que aún existe escepticismo en muchos de nosotros por más y más que enfatice sobre el mensaje del Salmo 121. Tal vez recuerden un momento triste o trágico que hayan pasado ustedes o alguien que conocen y se estén preguntando: “¿Dónde estaba Dios entonces?” Estas son cuatro cosas que espero recuerden y que les ayuden a moverlos a aferrarse al Salmo 121. |
1) La realidad es que el Señor nos cuida mucho, mucho as de lo que creemos que lo hace. Piensen todas esas ocasiones en la vida que han sido librado de algún peligro. No duden que ha sido la mano de Dios quien los libró de aquel daño. Debemos darle más crédito a Dios de lo que le damos.
2) Ser escépticos de Dios es pecado. Es cuestionar sobre Él y Su carácter. Es algo que el Señor no tolera. Toda una generación de israelitas murió en el desierto por su escepticismo sobre si el Señor los llevaría a la Tierra Prometida. Podemos esperar un fin similar si nos mantenemos escépticos hacia Él y Sus promesas.
3) La promesa en el Salmo 121 es principalmente para resguardarnos a través de todos los peligros en la vida. No para evitarnos todos los peligros de la vida. ¿Ven la diferencia entre “resguardarnos a través de los peligros” y “evitarnos los peligros”? El Salmo 121 no dice que nos va a facilitar la vida. Incluso, el Salmo 23 nos explica que David sabía que habría de cruzar por el valle de sombra de muerte. Y lo cruzó sosteniéndose en las promesas del Salmo 121. Es conveniente para nosotros imitar el ejemplo de David.
2) Ser escépticos de Dios es pecado. Es cuestionar sobre Él y Su carácter. Es algo que el Señor no tolera. Toda una generación de israelitas murió en el desierto por su escepticismo sobre si el Señor los llevaría a la Tierra Prometida. Podemos esperar un fin similar si nos mantenemos escépticos hacia Él y Sus promesas.
3) La promesa en el Salmo 121 es principalmente para resguardarnos a través de todos los peligros en la vida. No para evitarnos todos los peligros de la vida. ¿Ven la diferencia entre “resguardarnos a través de los peligros” y “evitarnos los peligros”? El Salmo 121 no dice que nos va a facilitar la vida. Incluso, el Salmo 23 nos explica que David sabía que habría de cruzar por el valle de sombra de muerte. Y lo cruzó sosteniéndose en las promesas del Salmo 121. Es conveniente para nosotros imitar el ejemplo de David.
4) No podemos hablar de lo que se nos viene más delante sin mencionar a Jesús en el Huerto de Getsemaní y lo que a Él se le avecinaba. Recordemos su dolor, su agonía, su sufrimiento. Recordemos cómo es que murió, colgado de una cruz. Luego, no olvidemos jamás por qué sufrió y murió – para salvarnos de nuestros pecados y asegurarnos un hogar en el cielo.
Amados hermanos en Cristo, si Dios sacrificó a Su Hijo único en la cruz para que pudiéramos ir al cielo, podemos confiar, reflexionando en el Salmo 121, que Él nos protegerá para llevarnos al cielo. Y, honestamente, este es el motivo de nuestro andar en la vida, ir al cielo. Más que cualquier otra cosa, esto es lo que está delante de nosotros en el camino de la vida: nuestra ida al cielo. |
¿Ven de dónde proviene nuestro socorro? Depositen su confianza en el resguardo del Señor. Amén.
5 de Julio de 2020
Salmo 3:1-5
El Mejor Remedio Para Dormir Bien
Salmo 3:1-5
El Mejor Remedio Para Dormir Bien
El sermón en audio
¿La pandemia del COVID-19 ha afectado tu capacidad para dormir bien? Les pregunto porque esta semana fue publicado un estudio que indica que de 2,000 personas que fueron cuestionadas sobre el impacto que ha tenido la pandemia sobre su sueño, 6 de cada 10 de ellas dijeron que han notado tener problemas para dormir que lo que normalmente padecían. Pero en muchos aspectos, esto no es nada nuevo y las razones por las cuales las personas no están durmiendo bien tampoco son nuevas. Los estudios consistentemente nos muestran que el 70% de los problemas para dormir son causados por estrés, ansiedad, y depresión.
Los remedios para dormir bien varían. Muchos científicos y psicólogos recomiendan leer antes de retirarse a descansar, eliminar todos los aparatos electrónicos de la recamara, hacer ejercicio durante el día, levantarse y acostarse a la misma hora todos los días. Pero la que más me llamo la atención fue esta: “Sálgase de su cabeza”. La primera vez que leí eso, me reí, porque pensé: “¿Cómo se puede hacer eso?” Siempre he mantenido que no hay un interruptor de encendido y apagado en mi cabeza. Lo curioso es que casi siempre la razón de mi estrés, ansiedad y depresión está en mi cabeza.
Los remedios para dormir bien varían. Muchos científicos y psicólogos recomiendan leer antes de retirarse a descansar, eliminar todos los aparatos electrónicos de la recamara, hacer ejercicio durante el día, levantarse y acostarse a la misma hora todos los días. Pero la que más me llamo la atención fue esta: “Sálgase de su cabeza”. La primera vez que leí eso, me reí, porque pensé: “¿Cómo se puede hacer eso?” Siempre he mantenido que no hay un interruptor de encendido y apagado en mi cabeza. Lo curioso es que casi siempre la razón de mi estrés, ansiedad y depresión está en mi cabeza.
Entonces, ¿cómo me puedo salir de mi cabeza? Entre más pienso en eso, más me parece ridículo, hasta que leí y estudié el Salmo 3 para el sermón de hoy. Por la gracia de Dios encontré la respuesta, no solo a lo de salirme de mi cabeza, pero también cómo dormir bien. Espero que ustedes también.
El rey David escribió:
Señor, ¡cómo han aumentado mis enemigos! Son muchos los que me atacan, son muchos los que me dicen que tú no vendrás en mi ayuda. Pero tú, Señor, me rodeas como un escudo; eres mi orgullo, el que sostiene mi vida. Con mi voz clamaré a ti, Señor, y tú me responderás desde tu lugar santo. Yo me acuesto, y duermo y despierto, porque tú, Señor, me sostienes. |
Este salmo comienza con un lamento de David. La razón de su lamento es angustiante. El hijo de David, Absalón se había revelado contra él y estaba dirigiendo una insurrección para destronarlo. La mayoría del pueblo en Israel y Jerusalén, incluyendo a colaboradores cercanos se habían puesto en contra suya. Como resultado, David tuvo que huir. En su huida, nos dice 2 Samuel 15:30 que David “iba llorando, con los pies descalzos y la cabeza cubierta”. ¿Se imaginan esta escena? ¿Pueden imaginarse lo que pasaba por la cabeza de David? ¿Sus emociones? Llorando porque su propio hijo quería matarlo, eso le causaba mucha vergüenza y por eso traía la cabeza cubierta, y estaba descalzo porque había que tenido que huir rápidamente para salvar su vida. David escribió el Salmo 3 cuando todo esto estaba ocurriendo.
En tres ocasiones menciona David la cantidad de sus enemigos: “¡Cómo han aumentado…! Son muchos… son muchos… (los que me atacan)”. Estaba tan agobiado por la cantidad de sus adversarios que la única salida que tuvo fue salir huyendo. Aparte de eso, se mofaban de él diciéndole que Dios no vendría en su auxilio, que Dios lo había abandonado, que ya no había esperanza para él.
Si conocen la historia de David, estos comentarios solo acumulaban la culpa que David cargaba en su consciencia. ¿Por qué? Porque David sabía exactamente el motivo por el cual Absalón se había levantado contra él. Fue consecuencia de su relación adúltera con Betsabé y el asesinato de su esposo Urías. Mientras le gritaban “Dios no vendrá en tu ayuda” seguramente le pasaba por la cabeza lo que el profeta Natán le había dicho: “(Así ha dicho el Señor) 10 «‘Ahora, en castigo, la violencia jamás se apartará de tu propia familia, pues menospreciaste al Señor y tomaste como mujer a la esposa de Urías el hitita.’ 11 Pero así dice el Señor: ‘Yo haré que el mal sobrevenga sobre tu propia casa. … 12 Lo que tú hiciste en secreto, yo lo haré a plena luz del día y en presencia de todos los israelitas.’» (2 Samuel 12:10-12). Esto lo tendría que estar destruyendo por dentro.
En tres ocasiones menciona David la cantidad de sus enemigos: “¡Cómo han aumentado…! Son muchos… son muchos… (los que me atacan)”. Estaba tan agobiado por la cantidad de sus adversarios que la única salida que tuvo fue salir huyendo. Aparte de eso, se mofaban de él diciéndole que Dios no vendría en su auxilio, que Dios lo había abandonado, que ya no había esperanza para él.
Si conocen la historia de David, estos comentarios solo acumulaban la culpa que David cargaba en su consciencia. ¿Por qué? Porque David sabía exactamente el motivo por el cual Absalón se había levantado contra él. Fue consecuencia de su relación adúltera con Betsabé y el asesinato de su esposo Urías. Mientras le gritaban “Dios no vendrá en tu ayuda” seguramente le pasaba por la cabeza lo que el profeta Natán le había dicho: “(Así ha dicho el Señor) 10 «‘Ahora, en castigo, la violencia jamás se apartará de tu propia familia, pues menospreciaste al Señor y tomaste como mujer a la esposa de Urías el hitita.’ 11 Pero así dice el Señor: ‘Yo haré que el mal sobrevenga sobre tu propia casa. … 12 Lo que tú hiciste en secreto, yo lo haré a plena luz del día y en presencia de todos los israelitas.’» (2 Samuel 12:10-12). Esto lo tendría que estar destruyendo por dentro.
¿Pueden identificarse con David? ¿Pueden identificarse con que algún miembro de su propia familia esté en contra suya? ¿Pueden identificarse con los enemigos que atacan sus vidas, pero ustedes mismos son su peor enemigo? ¿Pueden identificarse con las burlas, si no con las voces de sus enemigos (cada vez más y más ruidosas), con la voz en sus cabezas que incesantemente quiere convencerlos que están fuera de la mano de Dios, que no vendrá a salvarlos, que no hay esperanza para ustedes? ¿Pueden identificarse con el estar atormentado por su pasado? Entonces pueden comprender la razón por la cual lloró David. Entonces comprenden por qué trae la cabeza tapada de vergüenza. Pueden pues, si no literalmente, sí figurativamente el salir huyendo, aunque sea nada más en sus cabezas. Entienden pues por qué David tiene problemas para conciliar el sueño.
|
¿Cuántos de ustedes han estado o están en esa
situación especialmente en medio de toda la conmocione en nuestra
cultura y sociedad hoy en día? ¿Cuántos de ustedes se preguntan: “¿Qué
es lo que debo hacer o pensar?”? Bien, pues veamos la lucha de David y
veamos los versículos 3 y 4: “Pero tú, Señor, me rodeas como un
escudo; eres mi orgullo, el que sostiene mi vida. Con mi voz clamaré a
ti, Señor, y tú me responderás desde tu lugar santo.”
En medio de su lucha, David ora, y en su oración encuentra confianza en el Señor.
1. Primeramente, no descuiden la palabra “pero”. “Pero” es un cambio de estrategia para David. Veámoslo así: “Muchos estand diciendo: ‘Dios no vendrá en su ayuda’, pero tú, Señor…”. En otras palabras, “Lo que ellos digan no importa comparado con lo que dices tú, Señor. Lo que tú dices, Señor, es lo que cuenta y en lo que yo confío”. Este es el primer remedio para dormir bien. Lo que otros digan, inclusive la voz dentro de tu cabeza, podrán tener razón por las cosas de tu pasado y decir que no mereces nada de parte de Dios, PERO eso no importa. Lo que importa es lo que Dios dice. Y por su infinita gracia y misericordia, al final del día, Él dice: “Estás perdonado(a)”. Nada de lo que digan los demás puede cambiar eso. |
2. Luego también dice David: “Pero tú, Señor, me rodeas como un escudo”.
Los escudos son una cuestión importante en estos días. Los ejércitos de
todo el mundo compiten no solo por tener las armas más potentes sino
también por tener los mejores artefactos defensivos. Y como va avanzando
la tecnología, tal vez pronto veamos escudos invisibles como los de las
películas de ciencia ficción. Dicho esto, el único escudo que nosotros
necesitamos es a Dios. Fíjense como lo dice David: “Tú, Señor, me rodeas como un escudo”.
David no dice “eres como un escudo para mí” o “frente a mí”, sino
“alrededor de mí”. En otras palabas, Dios nos protege por todos los
costados de nuestra vida con un amor que nunca muere, con promesas que
nunca fallan, y con una gracia que nunca deja de asombrarme. ¿Si ven
como esto nos permite dormir bien?
3. David continúa: “Señor, eres mi orgullo”. El Señor es causa de orgullo para David. Todo lo que podía enorgullecer terrenalmente a David había desaparecido. Su reino, su familia, su paternidad, todo había sido destruido. Recordemos la situación de David en el Salmo 3 – huyendo, llorando, con la cabeza cubierta, descalzo. Pero eso no importaba. David estaba orgulloso de Dios donde tenía depositada su confianza. En Dios se encontraba su salvación. En Él estaba su verdadero valor.
Y para nosotros no es distinto. Las cosas que nos causan orgullo en cuestiones terrenales van y vienen, pero la gloria de Nuestro Señor y Salvador nunca muere. Y ahí debemos tener nuestra seguridad, ahí está nuestra salvación y donde radica nuestro verdadero valor. Apoyados en esto es que podemos dormir bien. |
4. Por último, David dice: “Señor, tu sostienes mi vida”. La vida de David estaba enaltecida por ser rey, pero había caído en desgracia, temor, culpabilidad y vergüenza. Pero cuando tenemos al Señor como escudo y el Señor es la única causa de nuestro orgullo, no hay nada a lo cual no podemos enfrentarnos, incluso a esta pandemia. Eso es lo que David comprendió. Dios quiere que nosotros también lleguemos a comprenderlo. Como lo dijo Pablo en su epístola a los romanos: “Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros” (8:31). La respuesta a esta pregunta, es la respuesta para un buen dormir.
Pero por los incesantes e incansables dolores, cuántos aun nos preguntamos: “¿Cómo puedo saber? ¿Cómo saber que Dios es todo esto para mí? ¿Cómo puedo estar seguro(a)?” Podemos saber y estar seguros porque aunque David fue consolado antes de la cruz de Cristo, nosotros podemos encontrar consuelo proveniente de la cruz de Cristo. Dicho de otra manera, podemos consolarnos porque Jesucristo vino, murió y resucitó por nosotros. El escudo más grande y la gloria más grande en el mundo se encuentran en la obra de salvación del Hijo de David, Jesucristo. No importa lo que tengamos que enfrentar – ni que tan grande, incesante o incansable sea nuestro sufrimiento – ¡esto es lo que sostiene nuestras vidas!
Sigo pensando que la sugerencia de salirnos de nuestra cabeza para dormir bien es absurda porque no creo que haya alguien que lo pueda llevar a cabo. Pero David en el Salmo 3 nos enseña que entre más confianza y consuelo tengamos y busquemos en el Señor, más próximos estaremos a decir: “Yo me acuesto, y duermo y despierto, porque tú, Señor, me sostienes” (Salmo 3:5).
Pero por los incesantes e incansables dolores, cuántos aun nos preguntamos: “¿Cómo puedo saber? ¿Cómo saber que Dios es todo esto para mí? ¿Cómo puedo estar seguro(a)?” Podemos saber y estar seguros porque aunque David fue consolado antes de la cruz de Cristo, nosotros podemos encontrar consuelo proveniente de la cruz de Cristo. Dicho de otra manera, podemos consolarnos porque Jesucristo vino, murió y resucitó por nosotros. El escudo más grande y la gloria más grande en el mundo se encuentran en la obra de salvación del Hijo de David, Jesucristo. No importa lo que tengamos que enfrentar – ni que tan grande, incesante o incansable sea nuestro sufrimiento – ¡esto es lo que sostiene nuestras vidas!
Sigo pensando que la sugerencia de salirnos de nuestra cabeza para dormir bien es absurda porque no creo que haya alguien que lo pueda llevar a cabo. Pero David en el Salmo 3 nos enseña que entre más confianza y consuelo tengamos y busquemos en el Señor, más próximos estaremos a decir: “Yo me acuesto, y duermo y despierto, porque tú, Señor, me sostienes” (Salmo 3:5).
28 de Junio de 2020
Romanos 5:6-11
La Máxima Demostración de Amor
Romanos 5:6-11
La Máxima Demostración de Amor
El sermón en audio
¿Cuál es la máxima demostración de amor? Existen varios ejemplos dignos de mencionar. El elemento común en cada uno de ellos el sacrificio de una persona por alguien más. Por ejemplo:
Cada uno de estos casos es una maravillosa muestra de amor y cada uno toca nuestros corazones. Pero, ¿cuál ha sido la máxima, insuperable e incomparable demostración de amor? La respuesta la encontramos en el mensaje de hoy: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Pero ustedes ya sabían que esa sería mi respuesta. Desde que hice la pregunta al comenzar el sermón la sabían. Mas seamos honestos – es fácil tomar esa demostración del amor de Dios como cualquier otro dato, sin analizar ni ponderar su efecto en nuestras vidas. Nuevamente les pregunto: ¿Cuál ha sido la máxima demostración de amor? Y aunque ya saben la contestación, ¿alguna vez se han hecho las siguientes preguntas?: “¿Dios me ama de verdad? ¿Dónde está el amor de Dios cuando en medio de mi sufrimiento? ¿Cómo puedo confirmar el amor de Dios cuando batallo con una relación difícil? ¿Dónde está demostrando Dios Su amor cuando no me alcanza el dinero para sustentarme yo mismo y/o a mi familia? ¿Dónde está la prueba de Su amor con mi lucha contra algún pecado en particular que no logro vencer? ¿Dónde está la evidencia de Su amor por mi cuando oro, oro y oro y no recibo auxilio?”
- Tan solo en los Estados Unidos, más de 600 trabajadores de la salud han muerto de COVID-19 por haber ayudado a pacientes a luchar contra el virus. Ese es un amor con sacrificio.
- En el año 2012 un miembro de la Guardia Nacional sirviendo en Afganistán salvó a una niña de ser atropellada por un camión blindado de 16 toneladas. Al ponerla a salvo, él fue alcanzado por el vehículo y murió a causa de las lesiones. Ese es amor con sacrificio.
- Con diez meses de embarazo, una madre fue diagnosticada con cáncer en los huesos. Ella rechazó el consejo de los médicos para que abortara e iniciara el tratamiento para el cáncer. Once meses después de haber sido bendecida con una linda bebé, perdió su batalla contra el cáncer. Dio su vida por salvar la de su hija. Ese es amor con sacrificio.
Cada uno de estos casos es una maravillosa muestra de amor y cada uno toca nuestros corazones. Pero, ¿cuál ha sido la máxima, insuperable e incomparable demostración de amor? La respuesta la encontramos en el mensaje de hoy: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Pero ustedes ya sabían que esa sería mi respuesta. Desde que hice la pregunta al comenzar el sermón la sabían. Mas seamos honestos – es fácil tomar esa demostración del amor de Dios como cualquier otro dato, sin analizar ni ponderar su efecto en nuestras vidas. Nuevamente les pregunto: ¿Cuál ha sido la máxima demostración de amor? Y aunque ya saben la contestación, ¿alguna vez se han hecho las siguientes preguntas?: “¿Dios me ama de verdad? ¿Dónde está el amor de Dios cuando en medio de mi sufrimiento? ¿Cómo puedo confirmar el amor de Dios cuando batallo con una relación difícil? ¿Dónde está demostrando Dios Su amor cuando no me alcanza el dinero para sustentarme yo mismo y/o a mi familia? ¿Dónde está la prueba de Su amor con mi lucha contra algún pecado en particular que no logro vencer? ¿Dónde está la evidencia de Su amor por mi cuando oro, oro y oro y no recibo auxilio?”
Escuchen nuevamente la respuesta: “Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Predíquense este Evangelio a sí mismos cada que se hagan esas preguntas. Es un versículo corto que pueden memorizar; apréndanselo, predíquenselo, y recuerden que es mucho más que un simple pedazo de información; recuerden que es una verdad que se desborda con la vida y el amor del mismo Dios, derramando Su vida y amor en nuestras vidas y nuestras preguntas y nuestras luchas. La prueba del amor de Dios para nosotros no es encuentra en nuestra salud o nuestra riqueza o nuestro éxito. El no poseer estas cosas no significa que carecemos del amor de Dios. La máxima demostración de Su amor se encuentra en la cruz de Cristo. El amor incomparable de Dios por nosotros ha sido proclamado en ese evento histórico, en esa verdad eterna, en estas palabras que nos dan vida: “Cristo murió por nosotros”. ¡Por TI!
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Pero hay más que decir sobre el texto de hoy, así que vamos a darle. Mi oración es que podamos crecer en admiración y apreciación hacia esta demostración del amor de Dios. Consideremos esto primeramente: ¿Qué hace que esta demostración de amor por parte de Dios no tenga comparación alguna? Quisiera responder a esta pregunta resaltando algunas palabras del texto. Mientras leo, quiero que busquen palabras que describan nuestra condición natural, palabras que nos describan a nosotros, por los que Cristo murió. ¿Están listos? ¡Adentrémonos en la Palabra de Dios!
"Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación." (Romanos 5:6-11)
¿Si captaron las cuatro palabras que describen nuestra condición? Las palabras son débiles, impíos, pecadores, y enemigos.
"Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación." (Romanos 5:6-11)
¿Si captaron las cuatro palabras que describen nuestra condición? Las palabras son débiles, impíos, pecadores, y enemigos.
1) Éramos “débiles” (v. 6) significa que nada podíamos hacer para que Dios nos amara. Éramos incapaces de resanar nuestra relación con Él. Por doquier la Biblia nos dice que fuimos concebidos y nacimos muertos en nuestra pecaminosidad y ciegos a la verdad espiritual, completamente incapaces de amar, servir y honrar a Dios. A la gente le gusta decir que “Dios dice: ‘Ayúdate, que yo te ayudaré’” pero nuestra condición natural es que somos incapaces de ayudarnos a nosotros mismos.
2) Podemos definir la palabra “piadoso(a)” como “ser como Dios”, es decir, conformado(a) a Sus mandatos y exhibiendo Sus cualidades, motivados por el amor. Por lo tanto, el ser “impío” (v. 6) significa ser “contrario(a) a lo que Dios es”, oponiéndose a conformarse a Sus designios, indispuestos(as) a vivir en el amor como Él nos manda. Debemos confesar que muy seguido nuestros pensamientos, palabras y acciones en nada se parecen al carácter de Dios y desobedecemos su mandamiento de “amarnos los unos a los otros”. |
3) Ser “pecadores” (v. 8) es haber errado del estándar que el Creador había señalado para Sus creaturas. Ese estándar no es un código arbitrario e impersonal; es una extensión de la santidad y autoridad de Dios. Así que pecar es pecar contra Dios. Los que son padres de familia entienden esto. La ira y decepción que sienten hacia un hijo(a) desobediente no es simplemente porque hayan ignorado sus reglas, sino que al haberlo hecho, los han ignorado también. De la misma manera, como “pecadores” hemos ignorado a Dios.
4) La descripción que tal vez sea la más aguda y desgarradora de nuestra condición natura es “enemigos”. Específicamente “enemigos de Dios” (v. 10). Venimos al mundo con una hostilidad innata contra Dios. Lo heredamos de nuestros antepasados Adán y Eva quienes le creyeron al diablo que podrían llegar a ser “como Dios” (Génesis 3:5), quitarlo de Su trono y tomar Su lugar. ¿Y no es lo mismo que hacemos cuando decidimos hacer lo incorrecto? ¿No es lo mismo que hacemos cuando creemos saber más que Dios? ¿Acaso no es lo mismo cuando pensamos que Dios y Sus mandamientos nos estorban? Debemos admitir que hemos sido adversarios de Dios.
Es verdaderamente desagradable admitir estas verdades. Pero escuchemos y veamos nuevamente cómo es el amor de Dios para los débiles, para los impíos, para los pecadores, para Sus enemigos, para ustedes y yo: “Cuando éramos débiles, Cristo murió por los impíos… Cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros… Cuando éramos sus enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo.” Amados hermanos, ¡esto es lo que hace incomparable al amor de Dios!
4) La descripción que tal vez sea la más aguda y desgarradora de nuestra condición natura es “enemigos”. Específicamente “enemigos de Dios” (v. 10). Venimos al mundo con una hostilidad innata contra Dios. Lo heredamos de nuestros antepasados Adán y Eva quienes le creyeron al diablo que podrían llegar a ser “como Dios” (Génesis 3:5), quitarlo de Su trono y tomar Su lugar. ¿Y no es lo mismo que hacemos cuando decidimos hacer lo incorrecto? ¿No es lo mismo que hacemos cuando creemos saber más que Dios? ¿Acaso no es lo mismo cuando pensamos que Dios y Sus mandamientos nos estorban? Debemos admitir que hemos sido adversarios de Dios.
Es verdaderamente desagradable admitir estas verdades. Pero escuchemos y veamos nuevamente cómo es el amor de Dios para los débiles, para los impíos, para los pecadores, para Sus enemigos, para ustedes y yo: “Cuando éramos débiles, Cristo murió por los impíos… Cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros… Cuando éramos sus enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo.” Amados hermanos, ¡esto es lo que hace incomparable al amor de Dios!
Ahora consideremos esto: ¿Qué significa en nuestra vida esta demostración de amor de parte de Dios? Quiero que entiendan bien esto. Mientras leo la segunda mitad del pasaje del sermón, busquen cuatro palabras que nos muestran lo que significa para nuestras vidas el hecho de que “Cristo murió por nosotros”. Veamos.
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. (Romanos 5:9-11) |
¿Cuáles cuatro palabras describen el impacto del amor de Dios en nuestras vidas? Las palabras son justificados, salvos, reconciliados y gloriados en Dios.
1) “Justificados” describe lo que Dios ha hecho por nosotros en materia legal, en términos de ley y justicia. Por Cristo haber tomado nuestros crímenes y castigo sobre Él mismo en la cruz, no se nos puede culpar de ningún delito o falta. Dios ya ha dado el veredicto de “inocente” sobre nuestra vida.
2) “Salvos” en el v. 9 nos da, como quien dice, el final de la película. La crisis de ser “juzgados por Dios” y estar delante de Él en Su tribunal con nuestros pecados, enfrentando la ira de Dios – ya está resuelta en Cristo. Hemos sido “justificados en Su sangre” y SOMOS “salvos de la ira de Dios”.
1) “Justificados” describe lo que Dios ha hecho por nosotros en materia legal, en términos de ley y justicia. Por Cristo haber tomado nuestros crímenes y castigo sobre Él mismo en la cruz, no se nos puede culpar de ningún delito o falta. Dios ya ha dado el veredicto de “inocente” sobre nuestra vida.
2) “Salvos” en el v. 9 nos da, como quien dice, el final de la película. La crisis de ser “juzgados por Dios” y estar delante de Él en Su tribunal con nuestros pecados, enfrentando la ira de Dios – ya está resuelta en Cristo. Hemos sido “justificados en Su sangre” y SOMOS “salvos de la ira de Dios”.
3) “Reconciliados” nos describe la relación que tiene Dios con nosotros. Ya que el Hijo de Dios ha llevado nuestro pecado sobre sí mismo, Dios nos ha vuelto a llevar cerca de Él, cambiando nuestro estatus de enemigos a ser familia. No estamos distanciados ya, Dios nos ha abrazado. La reconciliación nos trae perdón, restauración, unidad y paz con Dios. También nos da el resultado al final de nuestra existencia: ¡Somos salvos! El versículo 10 incluso nos lo garantiza. Veamos nuevamente lo que dice: Si “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por Su vida.” ¡“Su vida” nos declara que Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado! Su resurrección nos revela que nuestra salvación es abrumadoramente real. |
4) ¿Cómo debemos responder a todo esto? “Gloriándonos en Dios” amados en Cristo. En medio de nuestras dificultades, podemos gloriarnos en Dios. Ya que el amor de Dios no está ausente aun en nuestras mayores tristezas o calamidades. Podemos gloriarnos en Dios sabiendo que la evidencia del amor de Dios por nosotros radica en que: “Cristo murió por nosotros”.
Recuerden las historias de amor y sacrificio que les conté al comienzo. Ahora oigan nuevamente el versículo 7: “Apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno”. Estos ejemplos de amor y sacrificio son extraordinarios porque son la excepción, no son la norma. Son el raro alcance del amor humano. Y aunque todos estamos de acuerdo que cada uno de esos actos fue por una buena causa, probablemente reflexionemos pensando: ¿Habría hecho yo ese sacrificio? Se necesita una buena causa para siquiera considerarlo. Pero si premeditadamente cometiera yo una serie de crímenes terribles, ¿se echarían la culpa y sufrirían el castigo en mi lugar? ¡Claro que no! Pero, Cristo sí lo haría. Y eso es exactamente lo que hizo. Sin cuestionar, sin replicar, sin vacilar. Voluntariamente tomó la culpa y castigo por ustedes y yo y la humanidad entera – por todos nosotros, criminales en serie, ¡por nuestros delitos contra Él! ¡Este es el amor de Dios que sobrepasa cualquier ejemplo de amor humano que pudiéramos imaginarnos! Así es, “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Y porque así lo hizo, el veredicto ha sido pronunciado – ¡Hemos sido declarados justos! Nuestro estatus con Dios es que – ¡Hemos sido reconciliados con Él! Nuestro futuro ha sido asegurado – ¡Hemos sido salvados! Hermanos en Cristo: ¡Gloriémonos en Dios! Amén.
Recuerden las historias de amor y sacrificio que les conté al comienzo. Ahora oigan nuevamente el versículo 7: “Apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno”. Estos ejemplos de amor y sacrificio son extraordinarios porque son la excepción, no son la norma. Son el raro alcance del amor humano. Y aunque todos estamos de acuerdo que cada uno de esos actos fue por una buena causa, probablemente reflexionemos pensando: ¿Habría hecho yo ese sacrificio? Se necesita una buena causa para siquiera considerarlo. Pero si premeditadamente cometiera yo una serie de crímenes terribles, ¿se echarían la culpa y sufrirían el castigo en mi lugar? ¡Claro que no! Pero, Cristo sí lo haría. Y eso es exactamente lo que hizo. Sin cuestionar, sin replicar, sin vacilar. Voluntariamente tomó la culpa y castigo por ustedes y yo y la humanidad entera – por todos nosotros, criminales en serie, ¡por nuestros delitos contra Él! ¡Este es el amor de Dios que sobrepasa cualquier ejemplo de amor humano que pudiéramos imaginarnos! Así es, “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Y porque así lo hizo, el veredicto ha sido pronunciado – ¡Hemos sido declarados justos! Nuestro estatus con Dios es que – ¡Hemos sido reconciliados con Él! Nuestro futuro ha sido asegurado – ¡Hemos sido salvados! Hermanos en Cristo: ¡Gloriémonos en Dios! Amén.
21 de Junio de 2020
Génesis 50:15-21
No Paguemos Mal Con Mal
Génesis 50:15-21
No Paguemos Mal Con Mal
El sermón en audio
¿Saben lo que más necesitamos en la vida? ¿Saben lo que necesitamos dar más en la vida? Si respondieron “amor” no diría que se hayan equivocado. Pero creo que, por todo lo que he vivido como esposo, padre y pastor la mejor respuesta sería: PERDÓN. Incluso hoy, sinceramente creo que antes de poder seguir adelante como nación, el buscar y dar perdón es nuestra primera prioridad. Ruego a Dios por que sintamos a llevarlo a cabo después de escuchar la Palabra de Dios en Génesis 50:15-21 y que aprendamos de José y sus hermanos.
Es entendible que los once hermanos odiaran a José. Era un mocoso mimado. El favorito de su papá. Se comportaba como amo y señor. Presumiendo la túnica nueva de colores que su papá le había regalado. Incluso contando sueños de que un día sus hermanos se postrarían delante de él.
“¡Claro que se postrarían!” pensaron los hermanos. Se postrarían para despreciarlo, para lastimarlo, para enseñarle una lección. Pensaron en matarlo y por poco lo hacen. Pero, en cambio lo ataron y lo echaron dentro de una fosa, y al mirar que pasaba una caravana de mercaderes que iban rumbo a Egipto, vendieron a su hermano José como esclavo. “¡Mira ahora quien el que está postrado!” Por fin se habían librado de él, lo habían tirado como basura a causa de estar llenos de amargura y odio en contra de su hermano.
Lo que estos hermanos no sabían es que años más tarde los sueños de José se harían realidad. José ascendería de esclavo en Egipto, a preso de Egipto, a ser el segundo con mayor autoridad y poder en Egipto. Y los hermanos cayeron bajo su autoridad. Sucedió que debido a una hambruna en la región mediterránea, los hermanos de José fueron a Egipto por grano. Lo que ellos no sabían era que José era el encargado de las distribuciones. Hubo pues una reunión familiar, y vinieron todos a vivir a Egipto con José, incluyendo a Jacob, el papá de José.
José no trató de tomar venganza contra sus hermanos. Pero sus hermanos pensaban que José no llevaba a cabo represalias contra ellos por el amor y respeto a su padre. Creían que una vez que su padre muriera, entonces José se vengaría por lo que le hicieron sus hermanos. Cuando murió su padre el temor invadió a los hermanos de José. Tanto temieron que se postraron ante él y se ofrecieron a ser sus esclavos para compensar cuando lo habían vendido a él como esclavo a los mercaderes.
Uno podría decir que José tenía derecho o incluso estaríamos a favor de que les diera una lección a sus hermanos. La Ley de Moisés lo amparaba al ejecutar “ojo por ojo” por lo que sus hermanos le habían hecho. En cambio, José les otorgó el perdón a pesar de todo el daño que en el pasado le habían querido hacer. Los perdonó a pesar de todo el mal que le habían causado. No solo eso, sino que también proveyó para el bienestar de ellos y de sus hijos.
Es entendible que los once hermanos odiaran a José. Era un mocoso mimado. El favorito de su papá. Se comportaba como amo y señor. Presumiendo la túnica nueva de colores que su papá le había regalado. Incluso contando sueños de que un día sus hermanos se postrarían delante de él.
“¡Claro que se postrarían!” pensaron los hermanos. Se postrarían para despreciarlo, para lastimarlo, para enseñarle una lección. Pensaron en matarlo y por poco lo hacen. Pero, en cambio lo ataron y lo echaron dentro de una fosa, y al mirar que pasaba una caravana de mercaderes que iban rumbo a Egipto, vendieron a su hermano José como esclavo. “¡Mira ahora quien el que está postrado!” Por fin se habían librado de él, lo habían tirado como basura a causa de estar llenos de amargura y odio en contra de su hermano.
Lo que estos hermanos no sabían es que años más tarde los sueños de José se harían realidad. José ascendería de esclavo en Egipto, a preso de Egipto, a ser el segundo con mayor autoridad y poder en Egipto. Y los hermanos cayeron bajo su autoridad. Sucedió que debido a una hambruna en la región mediterránea, los hermanos de José fueron a Egipto por grano. Lo que ellos no sabían era que José era el encargado de las distribuciones. Hubo pues una reunión familiar, y vinieron todos a vivir a Egipto con José, incluyendo a Jacob, el papá de José.
José no trató de tomar venganza contra sus hermanos. Pero sus hermanos pensaban que José no llevaba a cabo represalias contra ellos por el amor y respeto a su padre. Creían que una vez que su padre muriera, entonces José se vengaría por lo que le hicieron sus hermanos. Cuando murió su padre el temor invadió a los hermanos de José. Tanto temieron que se postraron ante él y se ofrecieron a ser sus esclavos para compensar cuando lo habían vendido a él como esclavo a los mercaderes.
Uno podría decir que José tenía derecho o incluso estaríamos a favor de que les diera una lección a sus hermanos. La Ley de Moisés lo amparaba al ejecutar “ojo por ojo” por lo que sus hermanos le habían hecho. En cambio, José les otorgó el perdón a pesar de todo el daño que en el pasado le habían querido hacer. Los perdonó a pesar de todo el mal que le habían causado. No solo eso, sino que también proveyó para el bienestar de ellos y de sus hijos.
José dio una razón por la cual iba a perdonarlos. No porque confesaron su pecado y le habían pedido perdón. No porque lo merecieran. Nada podría compensar lo que ellos le habían hecho.
Los perdonó porque esa era la voluntad de Dios. Mediten sobre esto. Si tú hubieras sido José, ¿hubieras perdonado a tus hermanos que te odiaban y te habían vendido como esclavo? ¿O les hubieras regresado el odio con odio y reclamado “ojo por ojo y diente por diente”? Piénsenlo bien, porque aunque queremos hacer lo que está bien, no siempre es fácil hacer el bien cuando alguien a quien debemos perdonar nos ha lastimado. Guardamos rencores fácilmente y nos aferramos a nuestros resentimientos. |
Pienso en un hombre que pensaba que estaba ya agonizando. Le trajeron a un vecino con el que había tenido rencillas por muchos años. Lo habían traído para que resolvieran sus diferencias y el moribundo dejara este mundo sin cuentas pendientes. La reconciliación se llevó a cabo. Cada uno se perdonó sus agravios. Todo se arregló. Luego, cuando el vecino se iba, el enfermo gritó, “Si salgo de esta, se deshace el trato.”
Los viejos rencores son duros de vencer. Si creemos que no tenemos este problema, analicemos nuestras vidas detenidamente. ¿Somos capaces de ver el odio que tuvimos alguna vez o que quizá aún tenemos hacia alguien? ¿Alguna vez nos hemos vengado de alguien? ¿Estamos amargados por el daño que alguien nos haya hecho? ¿Somos vengativos? ¿Buscamos represalias? Todos estos pensamientos y comportamientos son cosas que Dios detesta en sus hijos.
Los resentimientos entre hermanos carnales, esposos, hermanos de fe, compañeros de trabajo, y amigos son tan comunes como las hormigas y las moscas en un día de campo. La gente lastima a otra gente, algunas veces de manera intencional, en otras no. Y se necesita mucho perdón, perdón cristiano verdadero, teniendo el espíritu de José para hacer lo que está bien y lo que complace a Dios. Oro por que el ejemplo de José nos ayude a perdonar.
Los viejos rencores son duros de vencer. Si creemos que no tenemos este problema, analicemos nuestras vidas detenidamente. ¿Somos capaces de ver el odio que tuvimos alguna vez o que quizá aún tenemos hacia alguien? ¿Alguna vez nos hemos vengado de alguien? ¿Estamos amargados por el daño que alguien nos haya hecho? ¿Somos vengativos? ¿Buscamos represalias? Todos estos pensamientos y comportamientos son cosas que Dios detesta en sus hijos.
Los resentimientos entre hermanos carnales, esposos, hermanos de fe, compañeros de trabajo, y amigos son tan comunes como las hormigas y las moscas en un día de campo. La gente lastima a otra gente, algunas veces de manera intencional, en otras no. Y se necesita mucho perdón, perdón cristiano verdadero, teniendo el espíritu de José para hacer lo que está bien y lo que complace a Dios. Oro por que el ejemplo de José nos ayude a perdonar.
Aun así, no es nada fácil. Tal vez la única cosa que tenemos que superar, si entendemos realmente el perdón cristiano, es el comprender que alguien merece ser perdonado antes de recibir ese perdón. Pero, en serio, ¿Quién realmente merece ser perdonado sin antes pagar la deuda de su falta? Si vamos a esperar a que alguien que realmente merezca perdón aparezca, nunca vamos a perdonar a nadie. Los hermanos de José no merecían el perdón que pedían. Ellos lo sabían, José lo sabía. Sin embargo, José los perdonó.
Para todos aquellos que nos negamos a perdonar a alguien hasta que esa persona sea digna o merecedora de nuestro perdón, estamos siendo totalmente inconsistentes con lo que creemos de Cristo. ¿Qué si Dios se negara a perdonarnos hasta que nos lo mereciéramos? ¿Quién de nosotros se salvaría? |
Pero así no es como Dios opera. Así no es como Él ama. Él no perdona así. ¿Han olvidado el pasaje bíblico: “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8)? ¿Han olvidado lo que exclamó Jesús estando crucificado: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34)? ¿También se les olvida lo que le dijo al ladrón que colgaba junto a Él: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43)? Imagínense, si pueden, la difícil situación de Dios cuando contempló envían a Su Hijo, diciendo, “No voy a enviarte a ellos porque aún no merecen tu redención.” Estaríamos todavía esperando a Cristo en vano. Pero Dios ha enviado a Su Hijo y ha aceptado Su sacrificio en lugar de darnos la maldición eterna que merecemos. Tenemos el perdón de Dios por todos nuestros pecados.
Esto es lo que nos inspira a perdonar a otros. Cierto, no es fácil. No todos estamos preparados para decir, incluso cuando nuestros adversarios nos están haciendo daño, “Padre, perdónalos”. Pero vean el bien que vino del mal que los enemigos de Jesús querían lograr crucificándolo. ¡Se obtuvo el perdón para todo el mundo! Vean el bien que Dios le hizo a José por el mal que sus hermanos intentaban lograr cuando lo vendieron como esclavo. ¡Dios proveyó alimento para el mundo y guardó a Su pueblo escogido!
Deténganse a pensar en que los pecados que han sido cometidos contra ustedes han sido dispuestos por su bien cuando mantienen su enfoque en el amor incondicional de Dios. Su fe aumentará con más fuerza. Crecerán en piedad y misericordia. Tomaran la oportunidad de pagar el mal con el bien (un, “sí te perdono”) en lugar de repagar con el mal (“vas a pagar por lo que me hiciste”). Serán capaces de ofrecer paz y consuelo a corazones afligidos. Podrán renovar relaciones quebrantadas. |
Que Dios obre un espíritu de perdón en sus corazones, por Cristo Nuestro Señor y Redentor. No buscando cobrar “ojo por ojo y diente por diente”. Amén.
14 de Junio de 2020
Romanos 3:21-25
¿Cómo podemos estar seguros?
Romanos 3:21-25
¿Cómo podemos estar seguros?
El sermón en audio
Cuando se trata del tema de la salvación, de ser perdonados y de ir al cielo, ¿saben qué es con lo que la mayoría de las personas tienen más problemas para comprender? Batallan con esta pregunta: “¿Cómo puedo estar seguro?” La razón por la cual batallan es porque muy adentro de ellos mismos saben que no han hecho lo suficiente para justificar ser salvos, haber sido perdonados o merecedores del cielo. Saben que su historial queda moralmente muy corto para lo que significa y exige Dios. Saben que han hecho demasiadas cosas inaceptables como para que Dios los reconozca como sus hijos. ¿Les suena familiar? ¿Tienen ustedes la misma duda? Aunque hayan escuchado infinidad de veces “¡Eres salvo!” “¡Estás perdonado!” “¡Irás al cielo!” ¿Aún no estás seguro? Y te preguntas: “¿En serio?”
¿Por qué batallamos con esto? Porque en nuestro corazón tenemos enraizado el sentido de que Dios nos acepta basado en nuestro comportamiento. Incluso aquellos que no conocen la Biblia o que adoran a dioses falsos tienen ese dilema. Vean esto: “Porque cuando los paganos, que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que la ley demanda, son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley; y de esa manera demuestran que llevan la ley escrita en su corazón, pues su propia conciencia da testimonio, y sus propios razonamientos los acusarán o defenderán” (Romanos 2:14-15). ¿Entienden lo que dicen estas palabras? Dicen que incluso aquellos que no conocen al verdadero Dios, saben lo que Dios espera de ellos, tienen la ley escrita en sus corazones y cuando sus comportamientos no equivalen lo que indica la ley de Dios, sienten culpabilidad, se sienten acusados y esperan un castigo.
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Con nosotros pasa igual. En el texto de nuestro sermón escucharán que “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Nadie de nosotros puede negar esto, por más que intentemos apaciguar nuestra conciencia, no podemos negarlo. Y tal vez ahí se encuentra la razón por la cual nos preguntamos si realmente somos salvos, perdonados, y si realmente iremos al cielo.
Pero escuchen lo siguiente: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, y de ello dan testimonio la ley y los profetas. La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados." (Romanos 3:21-25)
Pero escuchen lo siguiente: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, y de ello dan testimonio la ley y los profetas. La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados." (Romanos 3:21-25)
Sin siquiera entrar aun en detalles de lo que dicen estas palabras, ya que lo haremos más delante, ¿ven lo radicalmente distintas que son entre lo que es la aceptación de Dios contra lo que nosotros queremos lograr para ser aceptados por Dios? Francamente, el ser aceptado por Dios no es ni puede estar basada en algo que hagamos. Sino que está basado solamente en lo que Dios ha hecho por nosotros a través de Jesucristo, Salvador nuestro. La certeza de esto se basa en cuatro palabras: justicia, justificación, redención y expiación. Cada una de estas palabras define por qué podemos estar seguros de ser salvos, perdonados y que iremos al cielo.
Vemos nuevamente los versículos 21 y 22: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, y de ello dan testimonio la ley y los profetas. La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en Él.” |
“Justicia” es una de esas palabras difíciles de definir. Algunos la definen como sinónimo de “santo” o “estar bien con Dios”. Pero la definición que prefiero es: “La justicia es el registro de nuestro desempeño ante Dios”. Es como intentamos justificarnos delante de Él. Es nuestro intento por ser aceptados. Es como intentamos probar nuestro mérito. Tratamos de vivir una vida justa. Pero repito, ¿cómo logramos esto delante de un Dios Santo? No se puede. Nuestra justicia, nuestro desempeño no pueden salvarnos.
La ilustración más clara de esto se puede ver en la parábola que dijo Jesús del fariseo y el recaudador de impuestos. ¿Si recuerdan lo confiado que estaba el fariseo de su propia justicia y cuánto presumía de su desempeño? Y, ¿recuerdan también que el recaudador de impuestos sabiendo que no tenía nada que ofrecer simplemente rogaba, “Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador”? Si somos propensos a ser farisaicos, a pensar que las obras en nuestras vidas son la causa para ser aceptados por Dios, nunca olvidemos que Jesús mismo dijo que el publicano fue quien volvió a su casa justificado, no el fariseo.
La ilustración más clara de esto se puede ver en la parábola que dijo Jesús del fariseo y el recaudador de impuestos. ¿Si recuerdan lo confiado que estaba el fariseo de su propia justicia y cuánto presumía de su desempeño? Y, ¿recuerdan también que el recaudador de impuestos sabiendo que no tenía nada que ofrecer simplemente rogaba, “Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador”? Si somos propensos a ser farisaicos, a pensar que las obras en nuestras vidas son la causa para ser aceptados por Dios, nunca olvidemos que Jesús mismo dijo que el publicano fue quien volvió a su casa justificado, no el fariseo.
Nuestra propia justicia no puede salvarnos. Pero la justicia que proviene de Dios por medio de la fe en Jesucristo sí.
¿Por qué? Porque Jesús tuvo un desempeño perfecto cuando vivió por nosotros en esta tierra y Dios nos acredita ese desempeño a nosotros (como si fuera nuestro) por la fe en Jesús. Así es como podemos estar seguros de que Dios nos acepta. La justicia, o mejor dicho, “registro de desempeño” que portamos para entrar al cielo no es el nuestro sino el de Cristo. Nos apoyamos en los méritos de Cristo, no en los nuestros. Confiamos en la bondad de Cristo, no en la nuestra. Presentamos la vida perfecta que Él vivió por nosotros, no en la nuestra. Así es cómo podemos estar seguros de ser salvos, perdonados y que iremos al cielo. Ahora enfoquémonos en la palabra “justificación”. |
¿Podría asegurar que la razón principal por la cual en ocasiones no nos sentimos salvos, perdonados, y que no entraremos en el cielo es por las culpas que llevamos a cuestas? No importa si son culpas del pasado o del presente, porque sabemos al igual que el Rey David sabia que la culpa es algo muy pesado qué cargar. Lo que significa que siempre esta ahí. No la podemos tirar. No la podemos superar. No la podemos olvidar.
¿Cómo se ocupa Dios de nuestras culpas? Veamos los versículos 23 y 24: “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús”.
Cada vez que batallemos con nuestra culpabilidad, debemos recordar que Dios nos ha declarado “inocentes”. Eso es lo que significa estar “justificados gratuitamente por su gracia”. Obviamente nada que hayamos hecho o hagamos en un futuro podría lograr que obtengamos esa declaración de parte de Dios. Pero por lo que Jesús resistió en la cruz en lugar nuestro es que Dios declara nuestra inocencia.
¿Cómo se ocupa Dios de nuestras culpas? Veamos los versículos 23 y 24: “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús”.
Cada vez que batallemos con nuestra culpabilidad, debemos recordar que Dios nos ha declarado “inocentes”. Eso es lo que significa estar “justificados gratuitamente por su gracia”. Obviamente nada que hayamos hecho o hagamos en un futuro podría lograr que obtengamos esa declaración de parte de Dios. Pero por lo que Jesús resistió en la cruz en lugar nuestro es que Dios declara nuestra inocencia.
¿Han escuchado alguna vez la frase que dice “Dios nunca permite que el culpable se vaya sin castigo”? Pues, así es. Vean hacia la cruz donde El Inocente fue culpado con nuestros delitos. Por medio de Él, hemos sido declarados justos. Eso quiere decir que cuando estemos ante la presencia de Dios, nada de nuestro pasado será presentado en contra nuestra. ¿Por qué? Porque todo eso ya fue presentado en la cruz. Cuando pensamos que vamos a tener que dar cuenta de todos nuestros pecados ante Dios, Dios no pedirá cuentas de nada. ¿Por qué? Porque ya todo ha sido perdonado en la cruz. Cuando esperamos recibir la ira de Dios, Dios no dirá nada en contra nuestra. ¿Por qué? Porque toda Su ira fue desatada sobre la cruz. Eso significa estar “justificados gratuitamente por su gracia”. Y esta es una razón más para estar seguros de que somos salvos, estamos perdonados y que iremos al cielo.
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Ojalá tuviéramos más tiempo para elaborar en las otras dos palabras – redención y expiación. Pero examinémoslas rápidamente. La palabra “redención” nos asegura que la deuda impagable que tenemos con Dios ha sido pagada y “expiación” nos define que el sacrificio necesario para tener paz con Dios por nuestros pecados ya se ha ofrecido. ¿Cómo podemos estar seguros? “Por la fe en la Sangre derramada por Jesús en la cruz”. La Sangre de Cristo nos limpia de todos nuestros pecados, y por medio de ella es que nuestros delitos han sido borrados; Su ira ha sido aplacada; y tenemos paz con Él. No recibiremos el castigo que merecemos. Somos salvos. Estamos redimidos. Iremos al cielo. ¡De eso podemos estar seguros!
Todos buscamos algún tipo de reconocimiento en todo lo que hacemos. Es parte de nuestra naturaleza humana. Pero ¿y cuando nuestro desempeño no es el adecuado? ¿Qué hacemos entonces? Gracias a Dios que tenemos el único reconocimiento que necesitamos. ¿Cómo sabemos que tenemos dicho reconocimiento? Tenemos la garantía de “la justicia de Dios”, de que somos “justificados gratuitamente por la gracia de Dios” y que estamos “redimidos por la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”. Esa es nuestra garantía, porque el reconocimiento de Dios no depende de nosotros. Depende única y exclusivamente de Cristo. Disfruten de esta libertad y vivan con esta confianza. Amén.
Todos buscamos algún tipo de reconocimiento en todo lo que hacemos. Es parte de nuestra naturaleza humana. Pero ¿y cuando nuestro desempeño no es el adecuado? ¿Qué hacemos entonces? Gracias a Dios que tenemos el único reconocimiento que necesitamos. ¿Cómo sabemos que tenemos dicho reconocimiento? Tenemos la garantía de “la justicia de Dios”, de que somos “justificados gratuitamente por la gracia de Dios” y que estamos “redimidos por la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”. Esa es nuestra garantía, porque el reconocimiento de Dios no depende de nosotros. Depende única y exclusivamente de Cristo. Disfruten de esta libertad y vivan con esta confianza. Amén.
7 de Junio de 2020
Números 6:22-27
Enfóquense en los Verbos
Números 6:22-27
Enfóquense en los Verbos
El sermón en audio
Cuando doy la bendición del Señor al final de cada servicio dominical, ¿se han fijado donde pongo el énfasis durante la bendición? Escuchen detenidamente para ver si lo pueden averiguar: “‘El SEÑOR te bendiga y te guarde. El SEÑOR haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia. El SEÑOR levante hacia ti su rostro, y ponga en ti paz’”. ¿Pudieron averiguar dónde puse el énfasis? Puse el énfasis en los verbos.
Tuve un profesor en el seminario que nos aleccionó sobre cómo dar la bendición del Señor, y nos dijo:
“No se acentúa ni enfatiza el pronombre ‘ti’ como lo hacen muchos pastores. En cambio, se pone el acento o el énfasis en los verbos.” Dijo, “Los verbos son la acción de la bendición. Describen la obra de Dios, el amor con el cual quiere bañar las vidas de Su pueblo. Si ponen el énfasis en el pronombre “ti”, se enfocarán en la persona. Pero si ponen el énfasis en los verbos, se habrán enfocado en lo que el Señor hará por esa persona.” Desde aquel día, siempre he intentado poner el énfasis en los verbos cuando estoy dando la bendición del Señor. Pero de nada sirve enfatizar los verbos si no sabemos lo que esos verbos significan. Y ese es el propósito del sermón de hoy. |
Primeramente, ¿qué es lo que quiere decir “El Señor te bendiga”? La palabra hebrea literalmente significa “hincado”. Describe a un siervo arrodillándose en muestra de respeto ante su amo. Así que cuando leemos “El Señor te bendiga”, me recuerda un bello instante casi al final de la película “El Retorno del Rey” cuando los cuatro hobbits se asombran cuando el recién coronado rey Aragorn, se hinca ante ellos para rendirles honor. Eso es lo que la frase “el Señor te bendiga” quiere expresar. Dios se ofrece para venir a Su pueblo – para servirnos, amarnos y darse a sí mismo a nosotros.
Ahora veamos “El Señor te bendiga y te guarde”. ¿Qué creen que significa “y te guarde”? La palabra en hebreo para “guardar” es la que se utiliza para describir la manera en que los pastores usaban abrojos y arbustos con espinar para construir una protección y resguardar su ovejas de los depredadores. “Guardar” literalmente significa “levantar un cerco alrededor”. La idea es la de proteger, levantar alrededor suyo y de sus vidas una especia de cerca para mantener fuera a los enemigos de la vida que buscan alejarte de Dios.
Ahora veamos “El Señor te bendiga y te guarde”. ¿Qué creen que significa “y te guarde”? La palabra en hebreo para “guardar” es la que se utiliza para describir la manera en que los pastores usaban abrojos y arbustos con espinar para construir una protección y resguardar su ovejas de los depredadores. “Guardar” literalmente significa “levantar un cerco alrededor”. La idea es la de proteger, levantar alrededor suyo y de sus vidas una especia de cerca para mantener fuera a los enemigos de la vida que buscan alejarte de Dios.
La mayoría de las personas no piensan sobre Dios de esa manera, especialmente “hincado”. Pero, ¿de qué otra manera podemos verlo cuando escuchamos, leemos y analizamos todo lo que nuestro Salvador, Jesucristo ha hecho por nosotros? Jesús acostado en un pesebre es Dios hincado; Jesús enseñando y compartiendo las buenas nuevas de la salvación es Dios hincado; Jesús viviendo una vida perfecta por nosotros es Dios hincado; Jesús sufriendo y muriendo en la cruz por todos nuestros pecados, en nuestro lugar, es Dios hincado. ¿De dónde proviene entonces la protección? Proviene de nuestro Salvador resucitado y ascendido. Viene de Aquél que está sentado a la derecha del Padre en completa gloria y poder. Viene de Aquél que nos llena con su Espíritu a través del Evangelio en la Palabra y los Sacramentos para protegernos de toda maldad y mantenernos dentro de Su redil; para asegurarnos que le pertenecemos y que Él es nuestro.
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La segunda frase de verbos hace petición por la misericordia de Dios: “El Señor haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia”.
Tal vez la mejor manera de entender la frase de que el rostro del Señor resplandezca sobre nosotros es describiendo la diferencia entre un día lluvioso y un día soleado.
Tal vez la mejor manera de entender la frase de que el rostro del Señor resplandezca sobre nosotros es describiendo la diferencia entre un día lluvioso y un día soleado.
¿Han notado lo que ocurre cuando sale el sol después de que ha llovido? Es más brillante. Es más cálido. Hay más vida y actividad. Eso es exactamente lo que ocurre cuando el rostro del Señor resplandece en nuestras vidas. Nada más piensen en aquello que los oprime o que los entristece o que oscurece sus vidas. Luego piensen en la diferencia que hace Dios cuando resplandece Su rostro sobre ustedes con Su amor incondicional y la luz de salvación. No existe un solo día, no importa lo mal que lo estén pasando, en que Dios no pueda alumbrarlo con Su gracia. ¿Qué alumbra más en un día malo que el perdón de pecados? ¿Qué alumbra más en un día oscuro que la resurrección de los muertos? ¿Qué alumbra más en un día de desaliento que la promesa de la vida eterna? ¿Ven la deslumbrante gracia de Dios en las respuestas a estas preguntas?
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La tercera frase de verbos en la bendición pide por la paz en nuestras vidas: “El SEÑOR levante hacia ti su rostro, y ponga en ti paz”.
¿Alguna vez han estado buscando a alguien en medio de una multitud? Desafortunadamente, las graduaciones este año no fueron celebradas como estábamos acostumbrados a celebrarlas. Pero a cada graduación que he asistido, el graduado(a) busca a sus papás en la multitud. Y, ¿qué pasa cuando, en la distancia, sus rostros se encuentran y hacen contacto visual? Podemos ver literalmente lo que ese papá y mamá significan para el graduado(a) y lo que ese(a) graduado(a) significan para esos padres. Básicamente, eso es lo que quiere decir cuando el Señor vuelve Su rostro hacia nosotros. Al vernos, quiere que sepamos cuánto significamos para Él y cuánto le importamos. Y cada que lo hace, quiere que tengamos la confianza y la paz de saber que compartimos una relación con Él.
¿Cómo podemos estar seguros de esa confianza y de esa paz? Podemos estar seguros porque el Padre ocultó Su rostro de Su Hijo único en la cruz, ese Hijo que llevó sobre sí todos nuestros pecados para que el rostro de Dios jamás se tornara de nuestras vidas. Así es, el Padre volteó Su rostro del Hijo con desprecio, para que siempre volteara hacia nosotros con amparo. ¿Ahora si pueden asimilar la confianza y paz que esto nos debe dar?
¿Alguna vez han estado buscando a alguien en medio de una multitud? Desafortunadamente, las graduaciones este año no fueron celebradas como estábamos acostumbrados a celebrarlas. Pero a cada graduación que he asistido, el graduado(a) busca a sus papás en la multitud. Y, ¿qué pasa cuando, en la distancia, sus rostros se encuentran y hacen contacto visual? Podemos ver literalmente lo que ese papá y mamá significan para el graduado(a) y lo que ese(a) graduado(a) significan para esos padres. Básicamente, eso es lo que quiere decir cuando el Señor vuelve Su rostro hacia nosotros. Al vernos, quiere que sepamos cuánto significamos para Él y cuánto le importamos. Y cada que lo hace, quiere que tengamos la confianza y la paz de saber que compartimos una relación con Él.
¿Cómo podemos estar seguros de esa confianza y de esa paz? Podemos estar seguros porque el Padre ocultó Su rostro de Su Hijo único en la cruz, ese Hijo que llevó sobre sí todos nuestros pecados para que el rostro de Dios jamás se tornara de nuestras vidas. Así es, el Padre volteó Su rostro del Hijo con desprecio, para que siempre volteara hacia nosotros con amparo. ¿Ahora si pueden asimilar la confianza y paz que esto nos debe dar?
Cuando la bendición de Dios era dada en la época de Moisés, el sacerdote levantaba sus brazos en señal de que las palabras que estaban a punto de ser pronunciadas no eran simplemente unas palabras dichas por el sacerdote, sino que provenían de Dios mismo. Espero que recuerden esto la próxima vez que su pastor alce sus brazos y comparta la bendición de Dios con ustedes, y espero que se enfoquen en los verbos de esta bendición. Cada uno de esos verbos está destinado para asegurarnos que Dios no está indiferentemente al lado en nuestras vidas, sino que está involucrado activamente en ellas para nuestro bien – sí, para nosotros que somos el blanco de esa bendición; para nosotros que hemos sido llamados de acuerdo a Su propósito. Y ese propósito es asegurarnos que nos mantiene en la verdadera fe hasta la vida eterna. Amén.
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31 de Mayo de 2020
Hechos 2
Las Cosa Más Poderosa del Mundo
Hechos 2
Las Cosa Más Poderosa del Mundo
El sermón en audio
¿Qué es la cosa más poderosa que hayan visto en persona? Piénsenlo por un momento. (Repito: ¿Qué es la cosa más poderosa que hayan visto en persona?) Algunos tal vez dirán que el sol, que vemos todos los días, al menos la mayoría de nosotros, especialmente porque vivimos en un desierto. Algunos dirán que las cataratas del Niágara si las han visitado. Otros dirán que un elefante, si han visto alguno en vivo. Obviamente que hay una larga lista que todos ustedes podrán dar al respecto. Pero, ¿Cuántos de ustedes dirían que la fe del creyente es la cosa más poderosa que jamás hayan visto, ya sea en sus propias vidas o en la de alguien más?
Cuando leemos el recuento histórico de Pentecostés en el segundo capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles, es muy fácil quedar atrapado en todos los sucesos de aquel día. Es una escena muy intensa.
Cuando leemos el recuento histórico de Pentecostés en el segundo capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles, es muy fácil quedar atrapado en todos los sucesos de aquel día. Es una escena muy intensa.
Hay un sonido estruendoso como el de un ventarrón fuerte. Aparece una especie de lenguas de fuego sobre las cabezas de cada uno de los discípulos. Y luego, sin mayor advertencia, todos comienzan a hablar en idiomas que jamás habían conocido y que otras personas comprendían. Podemos imaginarnos todo esto y percibir inmediatamente que un poder extraño y misterioso se encontraba en ese lugar. Y sí hay algo especial ahí. Pero el verdadero poder en esa habitación no es el viento o las lenguas de fuego o incluso que estén hablando en distintos idiomas. El verdadero poder en ese lugar se encuentra en el versículo 11 cuando las gentes que escuchan y comprenden en su propio idioma lo que los discípulos pronuncian y exclaman: “¡y todos los escuchamos hablar en nuestra lengua acerca de las maravillas de Dios!”. El verdadero poder se encuentra en que los discípulos proclaman las maravillas de Dios.
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¿Cuáles son esas maravillas de Dios? Solo hace falta escuchar a Pedro en Hechos 2 y se darán cuenta por ustedes mismos:
Versículo 22: “Hombres de Israel, oigan estas palabras: Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante ustedes con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre ustedes, como ustedes mismos saben.” Noten que en estas palabras se habla de la encarnación de Jesús, de la vida extraordinaria y perfecta que dio testimonio sobre quién es Él, el Hijo de Dios. Y la maravilla de saber que vino por nosotros y que vivió esa vida perfecta por nosotros.
Versículo 23: “Este fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y, por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz.” Veamos que aquí se habla de la crucifixión y también del sacrificio por nuestros pecados – el castigo que resistió Jesús y el pago que hizo por nuestra perversidad. Y la maravilla de saber que todos esos padecimientos los soportó por nosotros.
Versículo 24: “Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio.” En estas palabras encontramos la resurrección de Jesús – la prueba de que el Padre había aceptado el sacrificio de su Hijo por nuestros pecados y la victoria sobre lo que más nos angustia en la vida: la muerte. Y la maravilla es que tal como la muerte no pudo mantener a Jesús bajo su dominio, tampoco lo podrá hacer con nosotros, porque Él venció a la muerte por nosotros.
Versículo 22: “Hombres de Israel, oigan estas palabras: Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante ustedes con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre ustedes, como ustedes mismos saben.” Noten que en estas palabras se habla de la encarnación de Jesús, de la vida extraordinaria y perfecta que dio testimonio sobre quién es Él, el Hijo de Dios. Y la maravilla de saber que vino por nosotros y que vivió esa vida perfecta por nosotros.
Versículo 23: “Este fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y, por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz.” Veamos que aquí se habla de la crucifixión y también del sacrificio por nuestros pecados – el castigo que resistió Jesús y el pago que hizo por nuestra perversidad. Y la maravilla de saber que todos esos padecimientos los soportó por nosotros.
Versículo 24: “Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio.” En estas palabras encontramos la resurrección de Jesús – la prueba de que el Padre había aceptado el sacrificio de su Hijo por nuestros pecados y la victoria sobre lo que más nos angustia en la vida: la muerte. Y la maravilla es que tal como la muerte no pudo mantener a Jesús bajo su dominio, tampoco lo podrá hacer con nosotros, porque Él venció a la muerte por nosotros.
Versículo 33: “Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ustedes ven y oyen.” Aquí encontramos el poder que Jesús comparte con, en, y a través de Sus discípulos. Vemos al Espíritu Santo en Pentecostés abriendo ojos e iluminando corazones a la verdad del Evangelio. Y la maravilla es que “ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie” (Efesios 2:8-9).
El poder del Espíritu Santo en esa habitación el día de Pentecostés y en sus corazones hoy es incuestionable cuando nos damos por enterados de que escogió a alguien como nosotros, muertos en pecado, y nos dio vida en Cristo. Sepan que somos un milagro de gracia viviente. |
El poder del Espíritu Santo es incuestionable porque sabemos no podríamos ni profesaríamos a Jesús como Señor y Salvador si no fuera por Espíritu Santo. Sepan, pues, que somos un milagro de fe en vida.
El poder del Espíritu Santo es incuestionable porque sabemos cómo ha cambiado nuestras vidas y nuestra perspectiva de la vida a causa de las buenas nuevas de Jesús. Sepan que somos un milagro viviente de esperanza y paz.
Y, ¿cómo exactamente ocurrió todo esto? A través de las maravillas de Dios.
El poder del Espíritu Santo es incuestionable porque sabemos cómo ha cambiado nuestras vidas y nuestra perspectiva de la vida a causa de las buenas nuevas de Jesús. Sepan que somos un milagro viviente de esperanza y paz.
Y, ¿cómo exactamente ocurrió todo esto? A través de las maravillas de Dios.
Pienso que cuando escuchan esta expresión, normalmente se imaginan la creación de Dios, o el paso por el Mar Rojo, o el control soberano de Dios sobre todas las cosas. Y, aunque todo eso es divinamente portentoso, ninguna de esas cosas transforma un corazón muerto, soberbio en un corazón creyente. Únicamente el Espíritu Santo lo hace por medio del Evangelio de Jesucristo – a través de la verdad del Hijo de Dios que vivió por ti (v. 22), murió por ti (v. 23), resucitó por ti (v. 24) y que vive y reina sobre nosotros con Su infinito amor (v. 33). “La fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Así obra el poder del Espíritu Santo. Así es como el Espíritu Santo otorga la fe. Así es como el Espíritu Santo crea creyentes. Humildemente les sugiero que si ven dentro su corazón y de su fe en Jesús, no hay nada más poderoso en el mundo, ni más precioso e importante.
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Si tomáramos una fotografía de los discípulos antes y después de Pentecostés, ¿saben lo que veríamos? Que son los mismos discípulos que negaron a Jesús y lo abandonaron cuando fue arrestado y crucificado. Son los mismos que se escondieron en un cuarto temiendo por sus vidas. Pero, después de Pentecostés, ninguno de esos discípulos volvió a esconderse. Por el contrario, “todos los días, no dejaban de enseñar y de anunciar en el templo y por las casas las buenas noticias acerca de Cristo Jesús” (Hechos 5:42). ¿Por qué ese cambio? Porque cuando el Espíritu Santo te muestra las maravillas de Dios en Cristo y te asegura que todo pecado ha sido perdonado y que la muerte ha sido vencida, ¿a qué le puedes temer? ¿Ven cómo esto cambia la vida?
El poder del Espíritu Santo para transformar a través de las buenas nuevas de Jesús es tan increíble que oro porque ustedes deseen que otros experimenten también el poder del Espíritu, que como los discípulos, ustedes no puedan sino hablar de lo que han visto y oído. Algo de lo más genial de Pentecostés fueron todas las personas impactadas por las maravillas de Dios que los discípulos proclamaron. Después de que Pedro proclamara la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús en Hechos 2:22-24 y 33, el versículo 41 dice que “los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.” ¡Qué maravilla! Pero espero que, al ver lo preciosa y poderosa que es su fe, acepten que aunque hubiera sido uno y no tres mil lo que aceptaron el mensaje del Evangelio y se bautizaron, igualmente hubiera sido la cosa más poderosa del mundo.
El poder del Espíritu Santo para transformar a través de las buenas nuevas de Jesús es tan increíble que oro porque ustedes deseen que otros experimenten también el poder del Espíritu, que como los discípulos, ustedes no puedan sino hablar de lo que han visto y oído. Algo de lo más genial de Pentecostés fueron todas las personas impactadas por las maravillas de Dios que los discípulos proclamaron. Después de que Pedro proclamara la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús en Hechos 2:22-24 y 33, el versículo 41 dice que “los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.” ¡Qué maravilla! Pero espero que, al ver lo preciosa y poderosa que es su fe, acepten que aunque hubiera sido uno y no tres mil lo que aceptaron el mensaje del Evangelio y se bautizaron, igualmente hubiera sido la cosa más poderosa del mundo.
Amados hermanos, en mi humilde opinión, creo que esta pandemia que estamos viviendo ha vuelto los campos más fértiles que nunca. Lo creo así porque lo he visto y oído. Esta pandemia ha abierto ojos y sacudido corazones. Ha llevado a personas a cuestionar más, a indagar más. No vacilen en compartir las maravillas de Dios con esas personas. No vacilen en darles una razón por la esperanza que tienen en Cristo. No vacilen en invitarlas a la iglesia. Estamos abiertos. No vacilen para invitarlos a nuestro servicio en línea cada domingo a las 5 p.m. o nuestro estudio bíblico en vivo vía Facebook los miércoles a las 7 p.m. Recuerden, no se sientan presionados cuando inviten a alguien. El Espíritu hará Su obra poderosa. No se les olvide lo que hizo con ustedes. Es la cosa más poderosa del mundo. Amén.
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24 de Mayo de 2020
Filipenses 3:13b-14
Hechos 2:42-47
Romanos 6:23
¡Adelante en Cristo! ¡Unidos en Cristo! ¡Para Siempre en Cristo!
Filipenses 3:13b-14
Hechos 2:42-47
Romanos 6:23
¡Adelante en Cristo! ¡Unidos en Cristo! ¡Para Siempre en Cristo!
No me había dado cuenta hasta que comencé a estudiar para este sermón de la cantidad de lemas y refranes que me mueven y motivan. Escuchen algunos que hoy recuerdo y que en distintas etapas de mi vida me han inspirado: “dale con todo”, “no te des por vencido”, “el que quiera azul celeste, que le cueste”, “la gente con arrestos se crece ante las adversidades”, “con voluntad todo se puede”, “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”, “date cuenta de tus bendiciones”.
¿Reconocieron alguno de estos lemas y refranes? ¿Han usado algunos de ellos? Los refranes pueden ser muy útiles porque, uno, son fáciles de recordar, y número dos, nos estimulan, nos ayudan a enfocarnos, y nos motivan cuando necesitamos. Por ejemplo, “no te des por vencido” me recuerda que renunciar no es una opción. O “date cuenta de tus bendiciones” me obliga a recordar que Dios ha sido inmensamente bondadoso conmigo y que tengo que dejar de quejarme.
¿Reconocieron alguno de estos lemas y refranes? ¿Han usado algunos de ellos? Los refranes pueden ser muy útiles porque, uno, son fáciles de recordar, y número dos, nos estimulan, nos ayudan a enfocarnos, y nos motivan cuando necesitamos. Por ejemplo, “no te des por vencido” me recuerda que renunciar no es una opción. O “date cuenta de tus bendiciones” me obliga a recordar que Dios ha sido inmensamente bondadoso conmigo y que tengo que dejar de quejarme.
Pero, ¿por qué hablar de tantos refranes? Porque quisiera compartir con ustedes un refrán que he compartido y vivido y me mantiene animado, enfocado y motivado cada día, especialmente durante lo que hemos estado viviendo. Este es el lema o refrán:
“¡Adelante en Cristo! ¡Unidos en Cristo! ¡Para Siempre en Cristo!” La razón que les comparto este lema hoy es porque creo que nada les será de mayor utilidad que recordarles que su vida entera está centrada en Jesucristo, nuestro Salvador. Él es nuestro ánimo, nuestro enfoque y nuestra motivación diariamente para todas las cosas. |
Escuchen lo que dice Filipenses 3:13-14: “Olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.” ¿Distinguen el lema “adelante en Cristo” en este versículo?
Filipenses 3:13-14 hace énfasis que como creyente en Cristo tenemos una meta en la vida. La meta es llegar al cielo. Llegaremos allá a través de la fe en Cristo, que hizo todo lo posible para abrir el cielo para nosotros. Pero hasta que lleguemos, sabemos que tenemos que pasar por esta vida, lo cual no es fácil. Pablo lo reconoce en este pasaje de filipenses cuando nos dice, “Olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera…”.
Olvidar el pasado no es tarea fácil, ¿verdad? Existen tantas cosas en nuestro pasado que nos atormentan y el pecado es la parte medular de esas cosas. ¿Cuántos de nosotros aun luchamos contra las culpas y vergüenzas de nuestra juventud? ¿Cuántos luchamos contra pecados que acechan repetitivamente nuestra existencia? ¿Cuántos sentimos que la meta de llegar al cielo está fuera de nuestro alcance?
Filipenses 3:13-14 hace énfasis que como creyente en Cristo tenemos una meta en la vida. La meta es llegar al cielo. Llegaremos allá a través de la fe en Cristo, que hizo todo lo posible para abrir el cielo para nosotros. Pero hasta que lleguemos, sabemos que tenemos que pasar por esta vida, lo cual no es fácil. Pablo lo reconoce en este pasaje de filipenses cuando nos dice, “Olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera…”.
Olvidar el pasado no es tarea fácil, ¿verdad? Existen tantas cosas en nuestro pasado que nos atormentan y el pecado es la parte medular de esas cosas. ¿Cuántos de nosotros aun luchamos contra las culpas y vergüenzas de nuestra juventud? ¿Cuántos luchamos contra pecados que acechan repetitivamente nuestra existencia? ¿Cuántos sentimos que la meta de llegar al cielo está fuera de nuestro alcance?
Amados hermanos, no olvidemos que en Cristo, nuestro Salvador crucificado y resucitado, estamos completamente perdonados y libres de todo castigo. No necesitamos volver a nuestro pasado y temer por nuestros pecados. Como el Señor le dijo a su pueblo por medio del profeta Jeremías, así también nos dice a nosotros: “Porque yo perdonaré su iniquidad y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:24). ¿Escucharon la última parte de ese versículo? “No me acordaré más de su pecado”. Así es como salimos adelante sin volver atrás a lo que hemos hecho, sino recordando lo que Cristo ha hecho en la cruz por todos y cada uno de nosotros. Para que cada día de nuestras vidas lo podamos vivir con la tranquilidad del perdón y la promesa de la vida eterna en el cielo. ¿Se dan cuenta ahora de lo útil y fortificante que es el lema “Adelante en Cristo” cuando fijamos nuestros ojos en el cielo en lugar de nuestros pecados?
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Ahora veamos lo que dice Hechos 2:42-47: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones. Entonces caía temor sobre toda persona, pues se hacían muchos milagros y señales por medio de los apóstoles. Y todos los que creían se reunían y tenían todas las cosas en común. Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, a cada uno según tenía necesidad. Ellos perseveraban unánimes en el templo día tras día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con alegría y con sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo el favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía diariamente a su número los que habían de ser salvos.” ¿Distinguen aquí el lema “Unidos en Cristo”?
La unión entre nosotros va más allá que llevarnos bien y cantar “Kum Ba Yá”. Nuestra unión está fundamentada en la doctrina delos apóstoles, y la doctrina de los apóstoles está cimentada en Cristo. Nuestra unión está forjada por la sangre de Jesucristo, que cubre todos nuestros pecados y nos hace uno con Él. No está basada en ningún mérito nuestro sino únicamente en la gracia. Nuestra unión comparte una fe común en el único Nombre bajo el cielo por el cual somos salvos. Expresamos esa unidad en nuestra adoración – cantando juntos, confesando juntos nuestros pecados, escuchando el Evangelio de Cristo juntos. Expresamos esa unidad al recibir la Cena del Señor – recibiendo juntos el Cuerpo y Sangre de Cristo, recibiendo juntos el perdón de nuestros pecados, literalmente recibiendo lo que nos hace uno. También expresamos nuestra unión al orar – compartiendo las mismas alegrías, los mismos pesares, los mismos retos, las mismas peticiones y ofreciéndolas juntos al mismo Nombre redentor.
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Todo esto es lo que nos hace ser una iglesia.
Pero nuestra unión en Cristo no para aquí. “Unidos en Cristo” significa que estamos ahí el uno para el otro. No es nada más de dientes para afuera. Significa que damos de nosotros mismos para atender las necesidades otros. Y aunque suene a cliché, nuestras acciones dicen más que mil palabras. Quiere decir que lo que es nuestro también lo es de nuestros hermanos y hermanas en la fe. Significa que haremos lo que esté a nuestro alcance para que todos tengan lo necesario. Significa que estamos dispuestos a ofrecer nuestro tiempo, talento y tesoro.
Y claro, nuestra unidad también significa divertirnos y disfrutar de nuestra mutua compañía. Es un tanto difícil considerando las presentes circunstancias. De hecho, ¿quién sabe hasta cuándo podremos volver a estar juntos disfrutando una comida “de traje”? Pero esto no debe desanimarnos, porque nuestra unión en Cristo es más importante que todo esto. Así que, tomen su teléfono. Llámenle a alguien. Mándenle un mensaje de texto. Envíen un correo electrónico. Incluso, disfruten de una reunión por Zoom. Aun podemos conectarnos de otras maneras para celebrar lo que juntos compartimos en Cristo.
Pero hagan lo que hagan, no dejemos de valorar esta unidad que compartimos en Cristo. Somos un cuerpo compartiendo juntos las promesas de Cristo.
Finalmente, escuchen estas palabras: “Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23). ¿Si perciben aquí el lema “Para Siempre en Cristo”?
Si se preguntan que cómo puedo decir esto, lo entiendo. Es muy fácil comprender la primera parte del versículo de Romanos 6:23 que la segunda mitad. ¿Por qué? Porque ustedes y yo estamos conscientes de la culpa que cargamos por nuestros pecados. Y no es solamente la culpabilidad por lo que hemos hecho, sino también la culpabilidad de saber lo que en realidad merecemos por nuestros pecados. No es solo el sentimiento de merecer la muerte, sino el conocimiento personal de sabernos merecedores de esa muerte.
Y claro, nuestra unidad también significa divertirnos y disfrutar de nuestra mutua compañía. Es un tanto difícil considerando las presentes circunstancias. De hecho, ¿quién sabe hasta cuándo podremos volver a estar juntos disfrutando una comida “de traje”? Pero esto no debe desanimarnos, porque nuestra unión en Cristo es más importante que todo esto. Así que, tomen su teléfono. Llámenle a alguien. Mándenle un mensaje de texto. Envíen un correo electrónico. Incluso, disfruten de una reunión por Zoom. Aun podemos conectarnos de otras maneras para celebrar lo que juntos compartimos en Cristo.
Pero hagan lo que hagan, no dejemos de valorar esta unidad que compartimos en Cristo. Somos un cuerpo compartiendo juntos las promesas de Cristo.
Finalmente, escuchen estas palabras: “Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23). ¿Si perciben aquí el lema “Para Siempre en Cristo”?
Si se preguntan que cómo puedo decir esto, lo entiendo. Es muy fácil comprender la primera parte del versículo de Romanos 6:23 que la segunda mitad. ¿Por qué? Porque ustedes y yo estamos conscientes de la culpa que cargamos por nuestros pecados. Y no es solamente la culpabilidad por lo que hemos hecho, sino también la culpabilidad de saber lo que en realidad merecemos por nuestros pecados. No es solo el sentimiento de merecer la muerte, sino el conocimiento personal de sabernos merecedores de esa muerte.
- Sabemos lo que David sabía cuando confesó: “Por causa de tu enojo (Oh Señor), nada sano hay en mi cuerpo; por causa de mi maldad, no hay paz en mis huesos. Mi pecado pesa sobre mi cabeza; ¡son una carga que ya no puedo soportar!” (Salmo 38:3-4).
- Conocemos lo que Isaías cargaba cuando como hombre pecaminoso, postrado ante Dios, exclamó: “¡Ay de mí! ¡Soy hombre muerto! ¡Mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos, aun cuando soy un hombre de labios impuros y habito en medio de un pueblo de labios también impuros!” (Isaías 6:5).
- Y también conocemos lo que sufría el apóstol Pablo cuando dijo: “Yo sé que en mí, esto es, en mi naturaleza humana, no habita el bien… ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:18a, 24).
Resumiendo, sabemos lo que merecemos de Dios. Pero lo que merecemos no es lo que Dios nos otorga, porque lo que merecemos fue puesto sobre Jesús en la cruz. Todos nuestros pecados, junto con toda la ira de Dios por ellos, y todo lo que merecíamos por los mismos fueron puestos sobre Jesús para darnos “el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Si alguna vez realmente quieren saber lo maravilloso que es el don de estar “Para Siempre en Cristo” y lo importante y relevante que es para nuestra vida, lean el evangelio de Juan. Todo un libro inspirado por la Palabra de Dios dedicado a ese don. Así de valioso es. Recalco, así es cuánto Dios quiere que reconozcamos el don de estar “Para Siempre en Cristo”. Nuestras vidas aquí son pasajeras. Nuestras vidas en el cielo son eternas. Enfóquense en eso. Debe mantenernos unidos en Cristo. ¡Dios lo quiera! Amén. |
17 de Mayo de 2020
Hebreos 13:8
Firmes en Jesucristo
Hebreos 13:8
Firmes en Jesucristo
No sé ni por donde comenzar este sermón. Sé que suena extraño, pero de veras no sé. Ésta es la razón. Los cambios que han ocurrido desde la llegada del coronavirus y los cambios que ocurrirán a raíz del coronavirus son preocupantes, aturdidores y alarmantes. ¿Han pensado sobre todos los cambios que hemos experimentado en los últimos dos meses y todos los cambios que vamos a experimentar en los meses y años que vienen? Son demasiados para nombrarse. Pero consideren los cambios en la salubridad y hospitales, los cambios en los negocios y comercios, los cambios en los restaurantes y entretenimiento, los cambios en las escuelas, los cambios en el deporte y actividades recreativas, los cambios en la iglesia y el ministerio. Como dije, es alucinante tratar de comprender todo lo que hemos pasado, estamos pasando y lo que vamos a pasar.
La pregunta es: “¿Cómo estamos sobrellevando estos cambios?” Supongo que podemos decir, o debemos decir que algunos cambios han sido para bien y otros son cuestión de ajustarnos. Pero si es cierto que la mayoría de las personas no les gustan los cambios, imagino que hasta cierto punto puedo asegurar que estamos batallando con los cambios.
La pregunta es: “¿Cómo estamos sobrellevando estos cambios?” Supongo que podemos decir, o debemos decir que algunos cambios han sido para bien y otros son cuestión de ajustarnos. Pero si es cierto que la mayoría de las personas no les gustan los cambios, imagino que hasta cierto punto puedo asegurar que estamos batallando con los cambios.
Estamos batallando con lo que está pasando con nuestro modo de vida, con algunas de nuestras libertades, nuestra socialización e interacción. Todo esto está causado por cuanto añoramos como eran nuestras vidas antes de la pandemia. Pero la vida no funciona así (repito, en caso de que no haya quedado claro: la vida no funciona así).
Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Dónde vamos a encontrar la estabilidad y constancia que buscamos? ¿Dónde vamos encontrar aquello con lo que podemos contar y que no ha cambiado ni cambiará? Lo vamos encontrar en estas palabras: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Mientras que todo a nuestro alrededor seguirá cambiando, esta gran verdad permanecerá: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos.” |
Hebreos 13:8 significa que el Hijo de Dios nunca dejará ser quien es: Jesucristo. Nunca dejará de ser el vino a salvarnos del pecado (eso es el significado del nombre Jesús), y nunca dejará de ser el que fue escogido específicamente por el Padre para salvarnos (que es el significado de Cristo). Recordemos lo que el Padre dijo desde el cielo sobre Jesús cuando lo estaban bautizando: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mateo 3:17). “Complacido” por dar al mundo a su Hijo Único para que todo aquel que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna. Amados hermanos, esta siempre ha sido la verdad sobre Jesucristo, y será la verdad siempre. Claramente lo dijo Pedro “En ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a la humanidad ningún otro nombre bajo el cielo mediante el cual podamos alcanzar la salvación” (Hechos 4:12). Confío en que saben esto sobre nuestro Salvador Jesucristo. Pero en un mundo con cambios constantes, podemos distraernos, confundirnos y frustrarnos, pero no se olviden de ello. Es la clave de lo que dijo Pablo, “me propuse no saber de ninguna otra cosa, sino de Jesucristo, y de éste crucificado” (1 Corintios 2:2), porque en un mundo repleto de cambios donde no hay nada fijo, esto es lo debe quedarnos claro es que: Jesús murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados. Ténganlo por seguro. No permitan que todos los cambios que estamos experimentando nos hagan apartarnos de esta verdad. Mantengámonos firmes en la fe.
Pero específicamente, mantengámonos firmes en el inmutable amor de Jesucristo.
Ese amor constante y consistente. Nunca aminorará ni disminuirá. Jesús nos ama en este momento igual como nos amará en el cielo igual que como nos amó antes de la creación del mundo. Como les dijo Jesús a sus discípulos, así también nos dice hoy a nosotros: “Así como el Padre me ha amado, así también yo los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor” (Juan 15:9). El mismo amor que tuvo Jesús hacia sus discípulos – enseñándoles, nutriéndolos, guiándolos, animándolos con la verdad del Evangelio – es el mismo amor que tiene por nosotros hoy. Ese amor nos viene con una reprimenda y con gracia maravillosa. |
Debido a este amor que siente por nosotros, Jesús no se detiene para mostrar nuestras faltas, igual que como lo hizo con sus discípulos y decirnos “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26) cuando no confiamos en Él en medio de las tormentas de la vida. Jesús no tiene pelos en la lengua para llamarle al pan, pan y al vino, vino. Tal como cuando le dijo a Pedro: “Apártate de mí, Satanás” (Mateo 16:23) así también a nosotros cuando nuestra mente se basa en lo mundano en lugar de las cosas de Dios. Jesús saca a flote nuestra falsedad, como a los fariseos, y nos dice, “¡Ay de ustedes, hipócritas!” (Mateo 23:27), si vivimos y actuamos de un modo adentro y éste modo no es congruente con la manera en que vivimos y actuamos fuera.
Pero al mismo tiempo, cuando Jesús nos amonesta y nos volvemos hacia Él por su perdón y misericordia, Jesús no vacila para asegurarnos, como a la mujer encontrada en adulterio, “tampoco yo te condeno” (Juan 8:11); ni se espera para decir “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34); y nos asegura “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). ¿Por qué no vacila ni espera para decirnos esas cosas? Porque ese era el propósito de su venida al mundo. Ese el propósito profetizado en el Antiguo Testamento, por el propósito que nació en Belén, por el mismo propósito que entró en Jerusalén sobre un burro, por lo que murió en el Calvario, y por el cual resucito de entre los muertos. El Santo Hijo de Dios se encarnó y se hizo uno con nosotros para que también seamos uno con Él en la eternidad. Vivió, murió y resucito por nosotros para que, a pesar de que todo cambia, nuestra salvación no cambia in cambiará. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
¿Ven el consuelo y fortaleza que estas palabras nos deben dar para vivir a través de este coronavirus y cualquier otro cambio que resulte de esta pandemia? Amados hermanos, el mismo Jesús que se sentó en el pozo de Jacob con la mujer samaritana esta igual de dispuesto a sentarse con nosotros y recordarnos que el agua que Él nos ofrece es una fuente que nos da vida eterna. El mismo Jesús que consoló a María y a Martha cuando murió su hermano Lázaro es el que nos consuela con Su resurrección. El mismo Jesús que liberó la conciencia de Zaqueo por robar al pueblo es el mismo que nos libera de cualquier pecado que nos agobia. El mismo Jesús que lavó los pies de sus discípulos es el mismo que está dispuesto hoy para servirnos con la misma disposición y entrega – ayer, hoy, y para siempre.
Pero al mismo tiempo, cuando Jesús nos amonesta y nos volvemos hacia Él por su perdón y misericordia, Jesús no vacila para asegurarnos, como a la mujer encontrada en adulterio, “tampoco yo te condeno” (Juan 8:11); ni se espera para decir “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34); y nos asegura “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). ¿Por qué no vacila ni espera para decirnos esas cosas? Porque ese era el propósito de su venida al mundo. Ese el propósito profetizado en el Antiguo Testamento, por el propósito que nació en Belén, por el mismo propósito que entró en Jerusalén sobre un burro, por lo que murió en el Calvario, y por el cual resucito de entre los muertos. El Santo Hijo de Dios se encarnó y se hizo uno con nosotros para que también seamos uno con Él en la eternidad. Vivió, murió y resucito por nosotros para que, a pesar de que todo cambia, nuestra salvación no cambia in cambiará. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
¿Ven el consuelo y fortaleza que estas palabras nos deben dar para vivir a través de este coronavirus y cualquier otro cambio que resulte de esta pandemia? Amados hermanos, el mismo Jesús que se sentó en el pozo de Jacob con la mujer samaritana esta igual de dispuesto a sentarse con nosotros y recordarnos que el agua que Él nos ofrece es una fuente que nos da vida eterna. El mismo Jesús que consoló a María y a Martha cuando murió su hermano Lázaro es el que nos consuela con Su resurrección. El mismo Jesús que liberó la conciencia de Zaqueo por robar al pueblo es el mismo que nos libera de cualquier pecado que nos agobia. El mismo Jesús que lavó los pies de sus discípulos es el mismo que está dispuesto hoy para servirnos con la misma disposición y entrega – ayer, hoy, y para siempre.
Sé que más fácil decirlo que hacerlo. Pero les ruego, no se dejen abrumar por todos los cambios que están ocurriendo o que ocurrirán a raíz de la presente pandemia. Porque “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Antes de la pandemia, durante la pandemia y para siempre más allá de la pandemia, Jesús es nuestro Señor y Salvador constante y consistentemente. Tan firme como permaneció en Su propósito por salvarnos y darnos vida eterna, permanezcamos también firmes en la fe en Él. Amén. |
10 de Mayo de 2020
Juan 14:1-3
Afiancémonos A Lo Que Sabemos
Juan 14:1-3
Afiancémonos A Lo Que Sabemos
El sermón en audio
La pandemia por la que estamos viviendo ha ocasionado muchas cosas. Pero una cosa que he notado más que otras en pláticas con mi esposa, familiares y amitos es cómo ésta pandemia ha acentuado lo desconocido:
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Es inquietante, ¿verdad? Somos criaturas que queremos saber, o mejor dicho, necesitamos saber. Pero en cuanto más se alarga esta pandemia, parece ser que sabemos menos. Y aquí yace una de las luchas que estamos experimentando. El no saber es desconcertante. Nos inquieta. Nos piden tranquilidad, pero no podemos quedarnos tranquilos. Francamente, lo desconocido nos enfada y nos pone nerviosos.
En el pasaje de hoy de Juan 14, los discípulos de Jesús se sentían de la misma manera sobre lo desconocido. Jesús les había dicho que iba a ser arrestado, que iba a sufrir, morir, resucitar e irse de con ellos. Y lo único que pensaban los discípulos era “Y eso, ¿qué significa para nosotros?”
Lo desconocido les afectaba tanto que Jesús tuvo que tranquilizarlos diciéndoles las siguientes palabras: “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén.”
Amados hermanos, ya que Jesús conoce que nos enfrentamos y luchamos contra muchos aspectos desconocidos en la vida, Él quiere que confiemos en lo siguiente con certeza:
En el pasaje de hoy de Juan 14, los discípulos de Jesús se sentían de la misma manera sobre lo desconocido. Jesús les había dicho que iba a ser arrestado, que iba a sufrir, morir, resucitar e irse de con ellos. Y lo único que pensaban los discípulos era “Y eso, ¿qué significa para nosotros?”
- ¿Qué les iba a pasar? No lo sabían.
- ¿Cómo iban a seguir con sus vidas? No lo sabían.
- ¿Quién los guiaría? No lo sabían.
- ¿Qué iban a hacer? No lo sabían.
Lo desconocido les afectaba tanto que Jesús tuvo que tranquilizarlos diciéndoles las siguientes palabras: “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén.”
Amados hermanos, ya que Jesús conoce que nos enfrentamos y luchamos contra muchos aspectos desconocidos en la vida, Él quiere que confiemos en lo siguiente con certeza:
- Que ha preparado un lugar para nosotros en el cielo.
- Que estaremos para siempre con Jesús en el cielo.
Lo primero más importante que necesitamos saber sobre el lugar que Jesús ha preparado para nosotros en el cielo es que es un lugar permanente. Ese es el verdadero significado de “aposentos” o, como dicen algunos “mansiones”. El lugar que ha preparado Jesús es un lugar donde hemos de permanecer para siempre. Nunca nos iremos de ese lugar ni nadie nos lo podrá arrebatar. Será muy distinto a vivir aquí en la tierra donde nada es para siempre, ni siquiera la casa donde vivimos actualmente.
¿Cómo podemos estar seguros sobre ese lugar? Podemos estar seguros porque es Jesús quien lo ha preparado para nosotros. Es chistoso cómo la mente de las personas se imagina a Jesús preparando la mansión para ellos en el cielo. Algunos literalmente visualizan a Jesús con herramientas construyendo su nueva casa. Si eso es lo que ustedes se imaginan, están equivocados. No olviden que cuando Jesús pronunció las palabras de Juan 14:1-3 fue la noche antes de morir. |
Amados hermanos, Jesús no preparó su lugar en el cielo a base de herramientas, con clavos y vigas. Él preparó su lugar en el cielo despojándose de sus ropas, con clavos traspasando sus manos y pies, colgado en una cruz. Jesús no preparó su lugar en el cielo con la sangre, sudor y lágrimas derramados por la construcción de una estructura. Preparó ese lugar con la sangre, sudor y lágrimas del sacrificio de Su vida para salvar la nuestra. Jesús no preparó un lugar en el cielo para nosotros dando un enganche. Lo preparó dando un pago completo por nuestros pecados con Su preciosa sangre. Este contraste de lo que la gente se imagina y lo que realmente sucedió para preparar nuestro lugar permanente es para abrir los ojos a lo profundo del amor de Dios por nosotros y cuanto quiso que tuvieras un lugar en el cielo. Y tal como todo en nuestros días necesita un tipo de aval o certificación, tu casa en el cielo también lo tiene. Porque ¡Cristo ha resucitado! ¡Ha resucitado en verdad!
Espero que nunca nos dejemos de asombrar y agradecer por nuestro hogar celestial, no únicamente por lo que Jesús hizo para preparar ese lugar para nosotros, sino también por la certeza de saber que ese lugar existe. Por ello es que amamos tanto el versículo de Romanos 8:1 que dice, “Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”. Estas palabras significan tanto para nosotros porque estamos conscientes que merecemos ser condenados por nuestros pecados. Ciertamente sabemos dónde merecemos morar eternamente, pero Jesús nos dice, “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí,” y nos promete, “los llevaré conmigo”.
Mediten en esta frase: “los llevaré conmigo.” Por años y años he batallé para comprender realmente el poder y el impacto de estas palabras hasta unas dos semanas antes de que mi madre muriera en el 2015. El día en que mi padre tuvo que tomar la difícil decisión de poner los cuidados de mi madre bajo el hospicio – después de un aneurisma cerebral, dos infartos cerebrales, un coma, dos infecciones urinarias, convulsiones, una fractura de cadera, un infección mortal llamada “clostridium difficile,” y todo lo que para nosotros era desconocido sobre su recuperación y su calidad de vida, mi padre le dijo a mi madre, “Kathy, va a ser muy difícil vivir sin ti, pero es mejor que estés con Jesús, ¿no es cierto?” Y la última palabra que pronunció mi madre fue: “Cierto”. ¿Se dan cuenta lo que la palabra “cierto” significó para mi madre? Significó que abandonaba todo lo desconocido de este mundo para ir a lo conocido que Jesús había preparado para ella y que le había prometido en el cielo. Ella sabía que estaría mucho mejor en compañía de Jesús, y creía que estaría con Jesús. Oro por que todos ustedes sepan y crean lo mismo. Realmente es lo único con lo que pueden contar en la vida. ¡Pero lo es todo!
Espero que nunca nos dejemos de asombrar y agradecer por nuestro hogar celestial, no únicamente por lo que Jesús hizo para preparar ese lugar para nosotros, sino también por la certeza de saber que ese lugar existe. Por ello es que amamos tanto el versículo de Romanos 8:1 que dice, “Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”. Estas palabras significan tanto para nosotros porque estamos conscientes que merecemos ser condenados por nuestros pecados. Ciertamente sabemos dónde merecemos morar eternamente, pero Jesús nos dice, “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí,” y nos promete, “los llevaré conmigo”.
Mediten en esta frase: “los llevaré conmigo.” Por años y años he batallé para comprender realmente el poder y el impacto de estas palabras hasta unas dos semanas antes de que mi madre muriera en el 2015. El día en que mi padre tuvo que tomar la difícil decisión de poner los cuidados de mi madre bajo el hospicio – después de un aneurisma cerebral, dos infartos cerebrales, un coma, dos infecciones urinarias, convulsiones, una fractura de cadera, un infección mortal llamada “clostridium difficile,” y todo lo que para nosotros era desconocido sobre su recuperación y su calidad de vida, mi padre le dijo a mi madre, “Kathy, va a ser muy difícil vivir sin ti, pero es mejor que estés con Jesús, ¿no es cierto?” Y la última palabra que pronunció mi madre fue: “Cierto”. ¿Se dan cuenta lo que la palabra “cierto” significó para mi madre? Significó que abandonaba todo lo desconocido de este mundo para ir a lo conocido que Jesús había preparado para ella y que le había prometido en el cielo. Ella sabía que estaría mucho mejor en compañía de Jesús, y creía que estaría con Jesús. Oro por que todos ustedes sepan y crean lo mismo. Realmente es lo único con lo que pueden contar en la vida. ¡Pero lo es todo!
¿Ven la relevancia de lo que han escuchado y aprendido hoy? Juan 14:1-3 debe darnos una perspectiva divina en medio de todo lo desconocido que estamos viviendo por la pandemia de nuestros días. Debe recordarnos que al final todo va a estar bien por lo que sabemos y creemos de Cristo Jesús, nuestro Salvador. No existe mejor escenario que esta pandemia para que estemos seguros de que en el cielo “ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor” (Revelación 21:4).
Afiancémonos a lo que conocemos en Cristo. Vivamos lo que sabemos en Cristo. Veamos hacia el mañana aferrados a Cristo. Es un hecho que el cielo es nuestro hogar a través de la fe en Jesús. Amén. |
3 de Mayo de 2020
Juan 10:2-5
Escuchen La Voz del Buen Pastor
Juan 10:2-5
Escuchen La Voz del Buen Pastor
El sermón en audio
De todas las maneras en que la Biblia describe nuestra relación con Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, la relación de pastor y ovejas es tal vez la más interesante. Es interesante porque por más raro que suene esa relación para nosotros, es fácil comprenderla por varias razones. Una oveja sin pastor es una criatura indefensa. Una oveja se pierde y se confunde sin un pastor. Una oveja es presa fácil para los depredadores si no tiene un pastor. ¿Cuántos de nosotros nos damos cuenta de que sin Jesús en nuestras vidas estaríamos igual que una oveja sin pastor? ¿Cuántos reconocemos lo indefensos y vulnerables que somos in Jesús como nuestro pastor?
Pero amados hermanos, el mensaje de hoy no es para convencerlos de cuanto nos parecemos a una débil oveja. Eso es demasiado obvio. El mensaje de hoy es para enseñarnos sobre la cosa que las ovejas hacen bastante bien y yo los animo para que ustedes hagan lo mismo.
Veamos el pasaje de hoy: "Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A éste el portero le abre, y las ovejas oyen su voz; y él llama a las ovejas por su nombre, y las saca. Y una vez que ha sacado a todas sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo siguen, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de gente extraña." |
Existen muchas cosas que las ovejas no pueden hacer, pero una cosa que sí pueden hacer y lo hacen muy bien, es que reconocen la vez de su pastor y lo siguen. Y si escuchan la voz de un extraño, no lo siguen. De hecho, el idioma griego en el texto de hoy hace énfasis en esta particularidad de que “jamás seguirían la voz de un extraño”.
De todas las comparaciones que se hacen entre nosotros y las ovejas, la pregunta que debemos hacernos es:
“¿Qué tan capaces somos de escuchar la voz de nuestro Pastor y de abstenernos de evitar la voz de un extraño? ¿Qué tan capaces somos de correr hacia la voz de nuestro Pastor y huir de la voz de un extraño?” Tal vez es aquí donde la comparación entre nosotros y las ovejas no cuadra. ¿Admitirían junto conmigo que en ocasiones nos encontramos escuchando las voces de extraños por fuera más que lo que escuchamos la voz de nuestro Pastor, escuchando voces que nos pueden alejar de la voz de nuestro Pastor y llevarnos hacia el peligro? |
- Tal vez sea la voz de amigos. La voz que nos dice, “Ándale, no seas aguafiestas. Excédete. Vive al máximo. Haz lo que quieras.” ¿A dónde te lleva esa voz? ¿A la rebelión? ¿Al remordimiento?
- Tal vez sea la voz de la lujuria. La voz que dice, “Sigue tus instintos sexuales. Satisface tus hormonas. Entrégate a tus deseos. Es natural.” ¿A dónde te conduce esta voz? ¿Al divorcio? ¿A una enfermedad venérea? ¿A la oscuridad?
- Tal vez es la voz de la codicia. La voz que dice, “Tú te mereces todo lo que deseas. Qué importa lo que cueste. Qué importa lo que Dios dice. Solo se vive una vez. ¡Aviéntate!” Y, ¿A dónde conduce esta voz? ¿A la vanidad? ¿A la superficialidad? ¿A pensar que eres merecedor de privilegios especiales?
- Quizá es la voz de la sabiduría mundana que cuestiona y trata de negar todo lo que crees. Tal vez es la voz del orgullo que te convence a pensar que todo lo eres tu. A lo mejor es la voz de los sentimientos que quieren determinar lo bueno y lo malo, dependiendo del día o del humor en que te encuentras. Quizá es la voz de la angustia que hace que todo parezca no tener sentido. Pero, ¿A dónde nos llevan esas voces? ¿A la auto compasión? ¿Al engreimiento?
¿Por qué prestamos oído a esas voces? ¿Por qué parece que tienen más sentido? ¿Por qué suenan mejor? ¿Porque parecen satisfacer los anhelos y deseos que llevamos dentro? ¿Porque estamos enojados con la vida? ¿Porque estamos desilusionados con la vida? Y, ¿qué es lo que tienen en común todas esas voces? Todas son engañosas y mentirosas. No nos llevan al gozo o placer o libertad que prometen darnos. Nos llevan a lugares solitarios donde la fe se marchita, el amor se enfría, y al final solo nos sentimos decepcionados.
Las voces de extraños a las que se refiere Jesús en nuestro texto de hoy no nos llevan a ningún lugar bueno. Como dice Proverbios 21:16, “Quien se aparta del camino de la sabiduría acaba entre las legiones de muertos.” |
Pero hay otra voz que nos ama más que a su propia vida. Es la voz que exclama, “Padre, perdónalos,” la voz que nos asegura, “Hoy estarás conmigo,” la voz que declara que cada uno de tus pecados ha sido pagado. Es la voz que murió en la cruz con tu nombre en sus labios. Es la voz del Buen Pastor que dio su vida por sus ovejas. Pero que no solo la dio, sino que la volvió a tomar. Es una voz viva que les promete a esas ovejas que la escuchan que disfrutarán de Su cobijo, que tendrán vida eterna, y que nunca perecerán. Esa que inspiró a David a escribir el hermoso Salmo 23, donde concluye diciendo, “Sé que tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida, y que en tu casa, oh Señor, viviré por largos días.” (v. 6). Solamente la voz del Buen Pastor puede darnos la certeza para pronunciar esto.
Amados hermanos en Cristo, esa voz del Buen Pastor te está llamando por tu nombre ahora mismo. Es la mismísima voz que aquella que María Magdalena confundió con el jardinero, mientras ella le rogaba le dijera donde estaba el cuerpo de Jesús, a quien ella creía muerto y que simplemente la llamó por su nombre, “¡María!”. Imagínense cuanto cambio la vida de ella cuando Jesús pronunció su nombre. Supo entonces que quien había dicho el Señor era cierto. Y que todo lo que había prometido será realidad. Y, ahora esa misma voz te está llamando. Ruego a Dios para que podamos asimilar el impacto de que Él te esté llamando por tu nombre es idéntico a cuando Jesús pronunció: “¡María!”
Escuchen la voz del Buen Pastor. Amén. |
26 de Abril de 2020
Santiago 1:2-4
Dentro de Nuestras Pruebas Existe un Tesoro
Santiago 1:2-4
Dentro de Nuestras Pruebas Existe un Tesoro
El sermón en audio
Hasta el día de hoy, ¿qué han aprendido con el coronavirus? ¿Se han dado cuenta de lo frágil y vulnerable que es la vida mientras logramos concebir que ya son más de 900,000 casos positivos de COVID-19 y más de 50,000 muertes causadas por este virus en Estados Unidos solamente? ¿Han comprendido el verdadero significado del “efecto dominó” o el “efecto bola de nieve” al ver que una cosa afecta otra y esa a otra, especialmente dentro de nuestra economía? Es en serio, pero chistoso a la vez que “el estar seguro en casa” no es realmente cien por ciento seguro, cuando dentro de nuestros hogares chocan las personalidades y caracteres y falla la paciencia, ¿no es así?
Yo he aprendido todo lo anterior. Pero lo que también he aprendido es que mientras siempre espero y oro por siempre atesorar a mi esposa, mis hijos, mi familia, mis amigos y nuestra iglesia, ahora los atesoro aún más. Y más importante, mientras siempre espero y oro por atesorar a mi Salvador Jesucristo, su gracia, su misericordia, sus promesas eternas, y mi fe en Él, hoy los atesoro más que nunca. Si esto es lo que ha ocurrido con cualquiera de nosotros, entonces esta prueba llamada coronavirus ha valido la pena.
Aunque suene raro, escuchen estas palabras divinamente inspiradas en Santiago 1:2-4:
Yo he aprendido todo lo anterior. Pero lo que también he aprendido es que mientras siempre espero y oro por siempre atesorar a mi esposa, mis hijos, mi familia, mis amigos y nuestra iglesia, ahora los atesoro aún más. Y más importante, mientras siempre espero y oro por atesorar a mi Salvador Jesucristo, su gracia, su misericordia, sus promesas eternas, y mi fe en Él, hoy los atesoro más que nunca. Si esto es lo que ha ocurrido con cualquiera de nosotros, entonces esta prueba llamada coronavirus ha valido la pena.
Aunque suene raro, escuchen estas palabras divinamente inspiradas en Santiago 1:2-4:
“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas. Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia. Pero procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada.”
Antes de meternos de lleno en estas palabras, necesitan saber que Santiago escribió esto a sus hermanos cristianos en medio de tiempos muy difíciles. Cuando Santiago escribió esto, los cristianos en todo el mundo estaban sufriendo persecución, explotación, encarcelamiento, pobreza y muerte. Santiago quería comunicarles a todos los cristianos que las pruebas que estaban soportando eran en realidad causa de alegría y diseñadas para cumplir los propósitos de Dios en sus vidas. Hoy, Dios quiere que nosotros nos demos cuenta de lo mismo y ver el tesoro que nos ofrecen nuestras pruebas. |
El esquema para el sermón de hoy es simple. Analizaremos tres cosas:
La Realidad de las Pruebas – La realidad sobre el coronavirus es esta: No es la primer prueba que hemos enfrentado en la vida; no será la última prueba que enfrentemos en la vida; y si, aunque es difícil imaginarlo, no será la prueba más difícil que enfrentemos en la vida. Pruebas de todos sabores y colores ha habido en el mundo desde la caída hasta el día de hoy, y llenarán al mundo hasta que Jesús regrese. Las pruebas no son lo raro, son la norma. Y la vida se compone de pruebas. Las pruebas son ineludibles. No deberían sorprendernos. Son una realidad inevitable de vivir en un mundo caído.
¿Por qué tomar este punto? Porque Dios jamás quiere perdamos el enfoque de la realidad del mundo en que vivimos. Si leen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas, y Juan, verán que Jesús está constantemente advirtiendo, animando y preparando a sus discípulos para las circunstancias más amargas del mundo, especialmente por ser seguidores de Cristo. Por ejemplo, Cristo dijo en Mateo 24:3-14 que veríamos guerras, hambrunas, y terremotos, seríamos odiados y perseguidos. En Juan 16:33 dijo que tendríamos aflicción. Incluso les advirtió a sus discípulos en Mateo 10:16 que los estaba enviando como ovejas en medio de lobos. Las pruebas son toda una realidad. Son inevitables. Son la norma. Pero tienen un propósito.
El Propósito de las Pruebas – Escuchen nuevamente al versículo 3: “Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia.” Amados, aunque dolorosas y complicadas, las pruebas tienen un propósito divino – probar nuestra fe. Y es importante saber que cada prueba viene con ese propósito. Es por lo cual Dios le dijo a Abraham que sacrificara a su hijo único Isaac – para probar su fe. Por eso también llevó al pueblo de Israel al Mar Rojo y los trajo por el desierto por cuarenta años – para probar su fe.
- La realidad de las pruebas
- El propósito de las pruebas
- Nuestra respuesta ante las pruebas
La Realidad de las Pruebas – La realidad sobre el coronavirus es esta: No es la primer prueba que hemos enfrentado en la vida; no será la última prueba que enfrentemos en la vida; y si, aunque es difícil imaginarlo, no será la prueba más difícil que enfrentemos en la vida. Pruebas de todos sabores y colores ha habido en el mundo desde la caída hasta el día de hoy, y llenarán al mundo hasta que Jesús regrese. Las pruebas no son lo raro, son la norma. Y la vida se compone de pruebas. Las pruebas son ineludibles. No deberían sorprendernos. Son una realidad inevitable de vivir en un mundo caído.
¿Por qué tomar este punto? Porque Dios jamás quiere perdamos el enfoque de la realidad del mundo en que vivimos. Si leen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas, y Juan, verán que Jesús está constantemente advirtiendo, animando y preparando a sus discípulos para las circunstancias más amargas del mundo, especialmente por ser seguidores de Cristo. Por ejemplo, Cristo dijo en Mateo 24:3-14 que veríamos guerras, hambrunas, y terremotos, seríamos odiados y perseguidos. En Juan 16:33 dijo que tendríamos aflicción. Incluso les advirtió a sus discípulos en Mateo 10:16 que los estaba enviando como ovejas en medio de lobos. Las pruebas son toda una realidad. Son inevitables. Son la norma. Pero tienen un propósito.
El Propósito de las Pruebas – Escuchen nuevamente al versículo 3: “Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia.” Amados, aunque dolorosas y complicadas, las pruebas tienen un propósito divino – probar nuestra fe. Y es importante saber que cada prueba viene con ese propósito. Es por lo cual Dios le dijo a Abraham que sacrificara a su hijo único Isaac – para probar su fe. Por eso también llevó al pueblo de Israel al Mar Rojo y los trajo por el desierto por cuarenta años – para probar su fe.
¿Pero recibimos cada una de las pruebas con esto en mente? En un plano más personal y actual, ¿estamos recibiendo esta prueba del coronavirus con este entendimiento? Creo que debemos admitir que preferiríamos otra manera para que Dios pruebe nuestra fe. Igual como quisiéramos estar saludables sin hacer ejercicio y tener controlado el colesterol sin llevar una dieta, así también quisiéramos que nuestra fe fuera probada sin aprietos. Pero así no funciona. De hecho nunca ha funcionado así con el pueblo de Dios. ¿Por qué? Porque a través de Jesucristo, nuestro Salvador crucificado y resucitado, Dios prometió cosas más grandes, cosas que no son de este mundo: los tesoros de Su Reino en la gloria. Dios jamás quiere que olvidemos eso, y las pruebas son la manera que Él utiliza para forzarnos a luchar, aguantar, perseverar, y mantenernos firmes, para que en nuestra vida no exista mayor ambición que lo que nos ha prometido en el cielo por medio de Jesús.
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Lo que estamos pasando es difícil. Es difícil para todos. Es difícil para aquellos que trabajan en el campo de la salud, socorristas, maestros, estudiantes; difícil para aquellos que llamamos trabajadores “esenciales”, y difícil también para los “no esenciales”. Para para nosotros que creemos en Cristo como nuestro único Salvador, esta prueba del coronavirus, aunque difícil no es inútil ni sin sentido. Como nos dice Pedro en su primera carta: “Pero cuando la fe de ustedes sea puesta a prueba, como el oro, habrá de manifestarse en alabanza, gloria y honra el día que Jesucristo se revele. El oro es perecedero y, sin embargo, se prueba en el fuego; ¡y la fe de ustedes es mucho más preciosa que el oro! Ustedes aman a Jesucristo sin haberlo visto, y creen en él aunque ahora no lo ven, y se alegran con gozo inefable y glorioso, porque están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación” (1 Pedro 1:7-9). ¿Ven cómo nos incitan las palabras de Pedro a responder ante las pruebas?
Nuestra Respuesta ante las Pruebas – Veamos nuevamente el segundo versículo en Santiago: “considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas.” Algunos les llaman a estas palabras las más confusas en la Biblia, porque normalmente nos gozamos cuando podemos evitar pasar una prueba, no cuando pasamos por una prueba. Esta no es nuestra respuesta instintivamente. Sin embargo, es un mandato. Veámoslo más detalladamente:
Nuestra Respuesta ante las Pruebas – Veamos nuevamente el segundo versículo en Santiago: “considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas.” Algunos les llaman a estas palabras las más confusas en la Biblia, porque normalmente nos gozamos cuando podemos evitar pasar una prueba, no cuando pasamos por una prueba. Esta no es nuestra respuesta instintivamente. Sin embargo, es un mandato. Veámoslo más detalladamente:
- Comencemos con la palabra “considérense”. Significa: vean el propósito de Dios. Vean la prueba desde la óptica de Dios. Hacemos bien con decir: “Por algo pasan las cosas.” Así que “consideremos” lo que ocurre, por qué ocurre, tratándolo de ver desde el punto de vista de Dios.
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Nuestra dicha no debe estar sujeta en nuestras circunstancias, sino en Jesucristo, nuestro Salvador, que nos ha prometido que todo aquel que cree en Él no morirá sino que tendrá vida eterna. Nuestra dicha se basa en la corona de vida que recibiremos de parte de Aquel quien llevó puesta una corona de espinas en la cruz por el perdón de nuestros pecados. Nuestra dicha se centra hoy y siempre en la victoria de la resurrección. Para poder decir, a pesar de cualquier prueba que enfrentemos, “¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado!”, es ultimadamente la mayor confianza que debemos tener en la vida.
Por lo tanto, no se den por vencidos durante estos días difíciles. Como dijo Santiago: “procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada.” Dicho de otra manera, no se den por vencidos prematuramente antes de alcanzar su destino glorioso. Nada les hace falta para poder aguantar este coronavirus. El regalo del cielo a través de la fe en Jesús es su motivación para resistir. Es lo que Dios quiere que más atesoren, porque es lo más transcendental. Ruego a Dios por que estos días sirvan de lección para que comprendan lo que Dios realiza a través de las pruebas. Amén.
Por lo tanto, no se den por vencidos durante estos días difíciles. Como dijo Santiago: “procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada.” Dicho de otra manera, no se den por vencidos prematuramente antes de alcanzar su destino glorioso. Nada les hace falta para poder aguantar este coronavirus. El regalo del cielo a través de la fe en Jesús es su motivación para resistir. Es lo que Dios quiere que más atesoren, porque es lo más transcendental. Ruego a Dios por que estos días sirvan de lección para que comprendan lo que Dios realiza a través de las pruebas. Amén.
19 de Abril de 2020
Lucas 24:13-35
¡Las Escrituras Lo Cambian Todo!
Lucas 24:13-35
¡Las Escrituras Lo Cambian Todo!
El sermón en audio
13 Ese mismo día, dos de ellos iban de camino a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. 14 Iban hablando de todo lo que había sucedido, 15 y mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y los iba acompañando. 16 Pero ellos no lo reconocieron, y es que parecían tener vendados los ojos. 17 Se veían tan tristes que Jesús les preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?» 18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido en estos días?» 19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.»
20 «Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó. 22 Aunque también nos han dejado asombrados algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que amaneciera. 23 Como no hallaron el cuerpo, han venido a decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él vive. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y encontraron todo tal y como las mujeres lo dijeron, pero a él no lo vieron.» 25 Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?» 27 Y partiendo de Moisés, y siguiendo por todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él.
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28 Cuando llegaron a la aldea adonde iban, Jesús hizo como que iba a seguir adelante, 29 pero ellos lo obligaron a quedarse. Le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y Jesús entró y se quedó con ellos. 30 Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos. 31 En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro: «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33 En ese mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, 34 los cuales decían: «¡En verdad el Señor ha resucitado, y se le ha aparecido a Simón!» 35 Los dos, por su parte, les contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
¡Qué semana vivimos la semana pasada! Lo mínimo es que fue diferente, pero aun así impactante y llena de gozo. El Viernes Santo no pudo haber sido más fascinante que ver a Nuestro Salvador Jesucristo sufrir y morir por nuestros pecados; y la Pascua no pudo haber sido más edificante que el poder declarar que la victoria de nuestro Salvador resucitado. El coronavirus pudo haber alterado nuestra Semana Santa, pero no la pudo empañar. Las buenas nuevas de Jesús resonaron por doquier. Y nuestras vidas han sido transformadas para siempre.
Pero, ¿podrían imaginarse lo que hubiera sido la semana pasada sin un Viernes Santo o Domingo de Pascua? ¿Podrían imaginarse lo que hubiera sido sin una crucifixión o una resurrección? ¿Podrían imaginarse como hubiera sido la semana pasada, o la vida misma, sin el pago por sus pecados y el triunfo sobre la muerte? Así de inimaginable era ya la existencia para aquellos dos discípulos que caminaban rumbo a Emaús. Hay una razón al comienzo del relato por la cual los encontramos abatidos y desanimados y que al final los vemos sumamente emocionados y extáticos. Aquí presenciamos la diferencia entre el vivir sin y el vivir con el verdadero significado verdadero del Viernes Santo y la Pascua.
Cuando Jesús se encuentra con estos dos discípulos en el camino a Emaús, no lo reconocen. Es difícil saber la razón por la cual no lo pudieron reconocer. Algunos piensan que los discípulos estaban ciegos espiritualmente hablando. Esto cobra sentido cuando leemos más adelante que se les abrieron los ojos y su corazón ardió cuando les explicaba las Escrituras. Otros creen que Jesús no les permitió que lo reconocieran para que pusieran más atención mientras compartía las Escrituras con ellos. También esto tiene sentido porque, creo yo, que hubiera sido muy difícil prestar atención a un estudio bíblico mientras estuviéramos viendo y escuchando a Jesús resucitado. Cualquiera que sea la razón por la cual estos dos discípulos no reconocieron inicialmente a Nuestro Señor, lo que sí debemos saber es que:
Pero, ¿podrían imaginarse lo que hubiera sido la semana pasada sin un Viernes Santo o Domingo de Pascua? ¿Podrían imaginarse lo que hubiera sido sin una crucifixión o una resurrección? ¿Podrían imaginarse como hubiera sido la semana pasada, o la vida misma, sin el pago por sus pecados y el triunfo sobre la muerte? Así de inimaginable era ya la existencia para aquellos dos discípulos que caminaban rumbo a Emaús. Hay una razón al comienzo del relato por la cual los encontramos abatidos y desanimados y que al final los vemos sumamente emocionados y extáticos. Aquí presenciamos la diferencia entre el vivir sin y el vivir con el verdadero significado verdadero del Viernes Santo y la Pascua.
Cuando Jesús se encuentra con estos dos discípulos en el camino a Emaús, no lo reconocen. Es difícil saber la razón por la cual no lo pudieron reconocer. Algunos piensan que los discípulos estaban ciegos espiritualmente hablando. Esto cobra sentido cuando leemos más adelante que se les abrieron los ojos y su corazón ardió cuando les explicaba las Escrituras. Otros creen que Jesús no les permitió que lo reconocieran para que pusieran más atención mientras compartía las Escrituras con ellos. También esto tiene sentido porque, creo yo, que hubiera sido muy difícil prestar atención a un estudio bíblico mientras estuviéramos viendo y escuchando a Jesús resucitado. Cualquiera que sea la razón por la cual estos dos discípulos no reconocieron inicialmente a Nuestro Señor, lo que sí debemos saber es que:
1. Los discípulos no comprendieron el verdadero propósito por el cual había venido Jesús. ¿Cómo sabemos esto? Vean nuevamente los versículos 20 y 21:
“Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó.” ¿Ven la triste ironía en lo que dijeron? Si realmente hubieran sabido el por qué tuvo que morir Jesús en la cruz, hubieran sabido que Él era el que había redimido a Israel con su muerte. Pero hasta que Jesús les compartió las Escrituras, ellos no lo captaron. ¿Por qué? Pues porque estaban demasiado enfocados en la esclavitud impuesta por el Imperio Romano en lugar de enfocarse en su esclavitud al pecado; y sus corazones estaban anclados en que Jesús habría de liberarlos de la opresión del Cesar en lugar de la liberación de sus culpas y deshonra. Así que, cuando murió Jesús, podemos ver por qué esos dos discípulos se encontraban derrotados y desalentados. La esperanza de la libertad, en sus mentes, se había escapado.
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¿Alguna vez has sentido que tus esperanzas se han escapado? ¿Por qué? Y cuando piensas en tu respuesta, ¿expone el mismo problema de esos dos discípulos? ¿Nos damos cuenta de la incapacidad de ver la verdadera esclavitud que afrontamos en nuestras vidas y no darnos cuenta de la verdadera libertad que Jesús vino a darnos? Existen muchas cosas que pueden hacernos sentir esclavizados. Para muestra basta ver la situación que estamos viviendo. Pero, Dios no quiera que seamos incapaces de ver la verdadera esclavitud en nuestras vidas que es el pecado y de ver como la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo nos libera de esa esclavitud. Romanos 8:1 nos lo expone claramente: “Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.”
2. Lo segundo que sabemos es que en medio de la tristeza de los discípulos, Jesús los reprendió. Jesús dijo:
“¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” En otras palabras les dijo: “Tienen las Escrituras y son demasiado torpes para darse cuenta.” Por cierto, la palabra “insensato” en el griego es “estúpido”. No es que Jesús estuviera siendo grosero. Estaba siendo honesto, confiado que su regaño los despertara lo suficiente para que se dieran cuenta de lo que Dios dice en Su Palabra. Porque si simplemente escucharan, Jesús sabía bien que todo cambiaría para esos discípulos. |
Una pregunta rápidamente: ¿Cuántos de nosotros necesitamos un regaño parecido? ¿Cuántos de nosotros en diferentes etapas hemos sido insensatos y de corazón lento para creer en lo que dice la Biblia? Queridos amigos, siempre existe una razón para escuchar la Palabra de Dios. Pero si hay un motivo para finalmente (y de una vez por todas) escuchar, ¿acaso nuestra situación actual no nos grita: “¡Ahora es cuando!”? Amados, La Palabra de Dios está ahí para ti – para mostrarte la verdad y liberarte.
3. Sabemos que las Escrituras son a donde debemos ir para saber verdaderamente quien es Jesús y lo que vino a hacer. ¿Cómo lo sabemos? Bien, pues veamos el relato de estos discípulos. Noten lo que hizo y no hizo Jesús para abrirles los ojos. Fíjense cómo es que Jesús llevó a estos discípulos a través de las Escrituras para mostrarles quién era Él y la razón de Su obra, en lugar de revelárseles de manera espectacular. El Señor pudo haber llegado simplemente y decirles, “Eh, amigos, ¡soy yo!” y mostrarles sus manos y costado. Pero no lo hizo así. Al contrario, dirigió su atención a las Sagradas Escrituras, a las profecías del Mesías, y el por qué era necesario que el Mesías sufriera y muriera.
¿Pueden imaginarse ese estudio bíblico de Jesús que llevó a aquellos discípulos desde Génesis hasta Malaquías? Ciertamente, Jesús les señaló la primer promesa del Evangelio en Génesis 3:15 donde el Mesías aplastaría la cabeza de Satanás y destruiría su poder. Indudablemente, Jesús les señaló el Cordero Pascual en el libro de Éxodo, que prefiguraba al Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo. Por supuesto que Jesús les hizo ver al siervo sufriente en Isaías 53 donde el siervo fue herido por nuestras transgresiones y aplastado por nuestras iniquidades, donde nuestro castigo recayó sobre Él y sus heridas fueron sanadas. También les señaló la resurrección donde Job declare: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará del polvo.” (Job 19:25) Y, ¿Cuál fue el efecto que tuvo el estudio bíblico de Jesús en estos discípulos? Les cambió todo completamente. Ellos exclamaron: “¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24:32), y luego corrieron a donde estaban los demás discípulos para avisarles: “¡En verdad el Señor ha resucitado!”
3. Sabemos que las Escrituras son a donde debemos ir para saber verdaderamente quien es Jesús y lo que vino a hacer. ¿Cómo lo sabemos? Bien, pues veamos el relato de estos discípulos. Noten lo que hizo y no hizo Jesús para abrirles los ojos. Fíjense cómo es que Jesús llevó a estos discípulos a través de las Escrituras para mostrarles quién era Él y la razón de Su obra, en lugar de revelárseles de manera espectacular. El Señor pudo haber llegado simplemente y decirles, “Eh, amigos, ¡soy yo!” y mostrarles sus manos y costado. Pero no lo hizo así. Al contrario, dirigió su atención a las Sagradas Escrituras, a las profecías del Mesías, y el por qué era necesario que el Mesías sufriera y muriera.
¿Pueden imaginarse ese estudio bíblico de Jesús que llevó a aquellos discípulos desde Génesis hasta Malaquías? Ciertamente, Jesús les señaló la primer promesa del Evangelio en Génesis 3:15 donde el Mesías aplastaría la cabeza de Satanás y destruiría su poder. Indudablemente, Jesús les señaló el Cordero Pascual en el libro de Éxodo, que prefiguraba al Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo. Por supuesto que Jesús les hizo ver al siervo sufriente en Isaías 53 donde el siervo fue herido por nuestras transgresiones y aplastado por nuestras iniquidades, donde nuestro castigo recayó sobre Él y sus heridas fueron sanadas. También les señaló la resurrección donde Job declare: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará del polvo.” (Job 19:25) Y, ¿Cuál fue el efecto que tuvo el estudio bíblico de Jesús en estos discípulos? Les cambió todo completamente. Ellos exclamaron: “¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24:32), y luego corrieron a donde estaban los demás discípulos para avisarles: “¡En verdad el Señor ha resucitado!”
¿Se dan cuenta de lo que desaparece cuando conocemos verdaderamente quien es Jesús y por qué vino? ¿Ven la diferencia de cómo es la vida cuando tienen un Salvador que murió en la cruz por ustedes y que resucitó de entre los muertos? ¿Pueden ver como el sacrificio de Jesús por el pecado y su triunfo sobre la muerte hace que todo cambie para ustedes?
Existe la tentación con distintas historias en la Biblia de desear haber estado presentes para ver, atestiguar y formar parte de ellas. Pero, espero que por medio de este relato de los dos discípulos en el camino a Emaús que ven que no tuvimos qué haber estado ahí, que nuestros corazones ardan con la verdad y el amor de Dios en Jesucristo, Nuestro Señor crucificado y resucitado. Nuevamente, recuerden como es que Jesús se les reveló a esos discípulos. No les dijo: “Hey, amigos, vean ¡soy yo!” No, el Hijo de Dios trasladó a esos discípulos por un repaso de la Biblia y se les reveló a través de las Escrituras. ¿Y que logró con esto? Logró que todo cambiara para estos discípulos. Oro para también haga que cambie todo para ustedes.
¡En verdad! El Señor ha resucitado. Amén. |
12 de Abril de 2020
Juan 20:19-20
Nada Lo Supera
Juan 20:19-20
Nada Lo Supera
El sermón en audio
Puede sonar chistoso. Y tal vez lo sea. Pero existe una presión para el pastor en cuanto a escribir su sermón de Pascua. La presión es esta: ¿Cómo mantener fresco el mensaje poderoso y victorioso de la resurrección de Jesucristo? No se puede alterar. No quieres alterarlo. Y, por supuesto, no puedes superarlo. Pero, ¿cómo mantenerlo actualizado? Para explicarlo de otra manera, ¿cómo innovar este mensaje de poder y victoria? ¿Cómo lograr que las personas escuchen este mismo mensaje glorioso año tras año como si fuera la primera vez?
Lo primero que debe hacer el pastor es no forzar el mensaje. Cualquier cosa que el pastor haga, no debe interponerse entre el mensaje de que “Cristo ha resucitado. En verdad ha resucitado.” Como dije antes, nada puede ni debe superar tal mensaje. Ningún otro mensaje tiene mayor significado, nos brinda más esperanza, nos da más certeza o nos otorga más paz que el comunicar que “Cristo ha resucitado. En verdad ha resucitado.” No existe una sola cosa en la vida que proclame mayor poder o nos proporcione una promesa más grande. Recuerden lo que Jesús nos dijo en Juan 11:25-26: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” Eso es 100% cierto porque “Cristo ha resucitado. En verdad ha resucitado.”
Lo primero que debe hacer el pastor es no forzar el mensaje. Cualquier cosa que el pastor haga, no debe interponerse entre el mensaje de que “Cristo ha resucitado. En verdad ha resucitado.” Como dije antes, nada puede ni debe superar tal mensaje. Ningún otro mensaje tiene mayor significado, nos brinda más esperanza, nos da más certeza o nos otorga más paz que el comunicar que “Cristo ha resucitado. En verdad ha resucitado.” No existe una sola cosa en la vida que proclame mayor poder o nos proporcione una promesa más grande. Recuerden lo que Jesús nos dijo en Juan 11:25-26: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” Eso es 100% cierto porque “Cristo ha resucitado. En verdad ha resucitado.”
Un pastor sincero admitirá que, cada año busca encontrar una ilustración que capture el poder y la victoria de este día. Y tal vez este año, se nos presenta una gran ilustración con lo que estamos viviendo. Me refiero al aislamiento en nuestros hogares. ¿Por qué es una gran ilustración? Porque, ¿adivinen donde encontramos a los discípulos de Jesús la noche del Domingo de Pascua? Aislados.
Escuchen: “La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: ‘La paz sea con ustedes.’ Y mientras les decía esto, les mostró sus manos y su costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor” (Juan 20:19-20). |
Claro que el aislamiento de los discípulos no es exactamente igual al nuestro a causa del coronavirus. Sin embargo, el temor que sentían y el mensaje de paz de Jesús es lo que nosotros necesitamos escuchar.
En el pasaje de hoy, el temor de los discípulos es a su propia gente, los judíos, específicamente los líderes religiosos. Si pudieron hacer lo que le hicieron Jesús, ¿qué les evitaría hacerles lo mismo a ellos? ¿Qué impediría que ellos fueran los siguientes en ser torturados y crucificados? ¿Acaso el miedo al coronavirus no es un temor similar? Ya ha afectado a otros, física o económicamente, ¿cómo poder evitar que nos afecte a nosotros? Sinceramente, cada uno de nosotros aunque sea por un instante, hemos experimentado un momento de temor con el coronavirus – ya sea temor a contraer el virus o el temor a no tener suficientes víveres, o el temor a perder nuestro empleo, o el temor a no contar con la suficiencia económica, o incluso el temor a la muerte.
Pero “los judíos” no eran el único temor de los discípulos. Para comprender el panorama completo de por qué estaban encerrados en ese lugar, recordemos los eventos que ocurrieron antes. Cuando arrestaron a Jesús en el huerto de Getsemaní, ¿qué hicieron los discípulos? Abandonaron a Jesús. Huyeron. Se escondieron. Por lo tanto, uno de los elementos del temor de los discípulos es la cobardía. Y nuevamente, aunque las razones son distintas, ¿Cuántos de nosotros hemos tenido que luchar contra nuestra cobardía durante ésta pandemia? Me pregunto si tal vez nos hemos olvidado que nuestro Dios es soberano y tiene el control sobre todo.
Otro temor contra el cual lucharon los discípulos fue la confusión. En los días, meses y años que antecedieron a la crucifixión y resurrección, Jesús les había dicho a sus discípulos en muchas ocasiones que moriría y se levantaría de entre los muertos:
Después de que Pedro y Juan fueron a ver la tumba vacía y debieron haber atado cabos con todo lo que Jesús les había dicho, aun así están encerrados en ese lugar. ¿Por qué? Porque estaban confundidos. Así de poderoso puede ser el miedo. Aunque sabemos lo que Jesús ha dicho y prometido, no captamos.
En el pasaje de hoy, el temor de los discípulos es a su propia gente, los judíos, específicamente los líderes religiosos. Si pudieron hacer lo que le hicieron Jesús, ¿qué les evitaría hacerles lo mismo a ellos? ¿Qué impediría que ellos fueran los siguientes en ser torturados y crucificados? ¿Acaso el miedo al coronavirus no es un temor similar? Ya ha afectado a otros, física o económicamente, ¿cómo poder evitar que nos afecte a nosotros? Sinceramente, cada uno de nosotros aunque sea por un instante, hemos experimentado un momento de temor con el coronavirus – ya sea temor a contraer el virus o el temor a no tener suficientes víveres, o el temor a perder nuestro empleo, o el temor a no contar con la suficiencia económica, o incluso el temor a la muerte.
Pero “los judíos” no eran el único temor de los discípulos. Para comprender el panorama completo de por qué estaban encerrados en ese lugar, recordemos los eventos que ocurrieron antes. Cuando arrestaron a Jesús en el huerto de Getsemaní, ¿qué hicieron los discípulos? Abandonaron a Jesús. Huyeron. Se escondieron. Por lo tanto, uno de los elementos del temor de los discípulos es la cobardía. Y nuevamente, aunque las razones son distintas, ¿Cuántos de nosotros hemos tenido que luchar contra nuestra cobardía durante ésta pandemia? Me pregunto si tal vez nos hemos olvidado que nuestro Dios es soberano y tiene el control sobre todo.
Otro temor contra el cual lucharon los discípulos fue la confusión. En los días, meses y años que antecedieron a la crucifixión y resurrección, Jesús les había dicho a sus discípulos en muchas ocasiones que moriría y se levantaría de entre los muertos:
- Recuerden cuando Jesús dijo, “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré,” (Juan 2:19) refiriéndose a la resurrección de su cuerpo. Los discípulos lo oyeron decir eso.
- O recuerden cuando Jesús dijo, “Por eso el Padre me ama, porque yo pongo mi vida para volver a tomarla,” (Juan 10:17). Los discípulos lo oyeron decir eso.
- O cuando Jesús dijo claramente que, “El Hijo del Hombre será entregado a los poderes de este mundo, y lo matarán. Pero, después de muerto, al tercer día resucitará” (Marcos 9:31). Los discípulos habían escuchado a Jesús pronunciar esto.
Después de que Pedro y Juan fueron a ver la tumba vacía y debieron haber atado cabos con todo lo que Jesús les había dicho, aun así están encerrados en ese lugar. ¿Por qué? Porque estaban confundidos. Así de poderoso puede ser el miedo. Aunque sabemos lo que Jesús ha dicho y prometido, no captamos.
¿El coronavirus ha causado una confusión parecida en ustedes? Si recordamos lo que Jesús nos ha dicho, el coronavirus no debiera sorprendernos. Y si recordamos lo que Jesús ha prometido, el enfrentarnos al coronavirus no debería ser tan difícil. Pero, a pesar de lo que Jesús ha dicho y prometido, ¿Cuántos de nosotros seguimos confundidos?
Todos los temores, nuestros y de los discípulos, aunque por distintas causas, son iguales, y sacan a flote lo pecaminosamente débiles que somos. Y es, más que cualquier otra cosa, es lo que me asusta personalmente. ¿Te asusta a ti también – que sabes que deberías confiar más, pero no lo haces; que sabes quién tiene todo bajo Su control, pero lo olvidas; cuando conoces las promesas de Dios, pero dudas? Personalmente creo que eso es contra lo que principalmente luchaban los discípulos encerrados en ese lugar. |
Pero noten como todo ese miedo se aleja cuando el Salvador resucitado se presenta en medio de ellos y les dice, “La paz sea con ustedes.” Fíjense como todo ese miedo se aleja cuando les muestra sus manos y su costado. El pasaje explica, “Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor” (Juan 20:20). Como les dije anteriormente, ¿Qué puede superar el mensaje de que “Cristo ha resucitado; en verdad ha resucitado”? Nada lo supera porque tal como nos dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 15:54-57: “‘Devorada será la muerte por la victoria’. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Porque el pecado es el aguijón de la muerte, y la ley es la que da poder al pecado. ¡Pero gracias sean dadas a Dios, de que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!”. A través de nuestro Salvador crucificado y resucitado, Dios nos otorga la victoria sobre el pecado y la muerte. Las vicisitudes más aterradoras de la vida han sido perdonadas y vencidas. Si las cosas más espantosas en la vida han sido perdonadas y vencidas, ¿qué podemos perder? Nada. He ahí la paz que Cristo nos da.
De todos los pensamientos y emociones que atormentaron a los discípulos encerrados en ese lugar, me imagino que otro fue el vacío. Hasta que aparece Jesús y les dice, “La paz sea con ustedes,” y les muestra sus manos y su costado, en la mente de los discípulos Jesús se ha ido por siempre. Y de todos los pensamientos y emociones que nos atormentan en medio de esta pandemia, me imagino que nos acompaña también el sentimiento del vacío. Almacenes vacíos, escuelas vacías, restaurantes vacíos, y parques vacíos se suman al vacío que sentimos en nosotros mismos. Es triste ver todo esto y difícil soportarlo. Pero esto es cuando debemos recordar la tumba vacía de Nuestro Salvador Jesucristo, que para nada es triste. El gozo y la victoria son siempre nuestros a causa de esa tumba vacía. ¡El pecado y la muerte han sido vencidos! ¡Cristo ha resucitado; en verdad ha resucitado! Amados amigos, nada puede superar esto. La paz sea con ustedes. Amén.
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Devocional - Viernes Santo
10 de Abril de 2020
Mateo 27:46
El Clamor de lose Condenados
10 de Abril de 2020
Mateo 27:46
El Clamor de lose Condenados
El sermón en audio
Los romanos llevaron a Jesús al monte llamado Gólgota, también conocido como “El Lugar de la Calavera.” Clavaron su cuerpo a una cruz, lo alzaron, y pararon la cruz bruscamente en el piso.
Por todos lados había una multitud de mirones, y el abuso verbal hacia Jesús no cesaba. Los que pasaban por ahí meneaban la cabeza de asco y retaban a Jesús: “Bájate de ahí si eres quien dices ser.”
Horas y horas colgado, suspendido entre el cielo y la tierra con un dolor inimaginable – aun asi, sin quejarse, sin reproche. Al contrario, pronunció palabras de perdón y palabras de amor hacia su madre.
Por todos lados había una multitud de mirones, y el abuso verbal hacia Jesús no cesaba. Los que pasaban por ahí meneaban la cabeza de asco y retaban a Jesús: “Bájate de ahí si eres quien dices ser.”
Horas y horas colgado, suspendido entre el cielo y la tierra con un dolor inimaginable – aun asi, sin quejarse, sin reproche. Al contrario, pronunció palabras de perdón y palabras de amor hacia su madre.
De repente, una angustia sobreviene a Jesús, una angustia mayor de lo que habíamos visto hasta ese momento. Jesús no pudo soportar más.
Exclama, “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46) El grito es una pregunta. Pero Jesús no está acusando a su Padre, ni está desconcertado sobre por qué está muriendo. No, Jesús está experimentando en la cruz lo que ningún otro ser humano en la historia padeció o padecerá jamás. Está recibiendo lo que tu y yo merecíamos recibir – la ira del Padre por nuestros pecados. Está sufriendo lo que cualquier otro ser humano en la historia merece y lo que Jesús debió padecer. Todos los pecados de la humanidad se colocaron sobre Jesús. |
Y todo lo está sufriendo solo, en lugar nuestro, por nosotros. Está completamente abandonado, absolutamente alejado de la presencia del Padre, separado de Él como el oriente del poniente. Jesús no únicamente se siente abandonado. Está abandonado, despreciado, rechazado. El clamor que escuchan a grito abierto es el clamor de los condenados. Es de uno que está condenado a muerte. Es de uno que está experimentando el mismo infierno. El tormento es tan inexplicable que el Hijo de Dios ni siquiera puede llamarle “Padre” a su Padre.
Aunque es desgarrador el imaginarnos esta escena, ¿podría haber algo más maravilloso? ¿Qué podría ser más maravilloso que Jesús reciba el castigo que por nuestros pecados merecemos? Que sufriera lo que deberíamos sufrir nosotros. Que experimentara lo que lo nosotros deberíamos experimentar. Y, ¿por qué está solo? Para que nosotros jamás estemos solos. ¿Por qué fue apartado de su Padre? Para que nosotros jamás fuéramos apartados del amor de Dios que está en Cristo Jesús, Nuestro Señor. ¿Por qué fue abandonado? Para que nosotros fuéramos perdonados.
Aunque es desgarrador el imaginarnos esta escena, ¿podría haber algo más maravilloso? ¿Qué podría ser más maravilloso que Jesús reciba el castigo que por nuestros pecados merecemos? Que sufriera lo que deberíamos sufrir nosotros. Que experimentara lo que lo nosotros deberíamos experimentar. Y, ¿por qué está solo? Para que nosotros jamás estemos solos. ¿Por qué fue apartado de su Padre? Para que nosotros jamás fuéramos apartados del amor de Dios que está en Cristo Jesús, Nuestro Señor. ¿Por qué fue abandonado? Para que nosotros fuéramos perdonados.
El Viernes Santo es así de real y gráfico para que tú y yo jamás olvidemos a Aquel que nos salvó, lo que le costó nuestra salvación, y para que jamás nos volviéramos complacientes con el regalo del perdón.
¡Qué gran milagro de gracia! ¡Qué regalo de Dios! Nada en toda la creación está tan empapado en amor tan grande que el amor que el Hijo de Dios derramó por ti y por mi en la cruz. Su amor por ti en su hora más negra es el que te rescata de tu vergüenza más sombría, tu culpa más negra, las tinieblas de tus pecados más lóbregos. |
5 de Abril de 2020
Marcos 11:1-10
Jesús Montó un Asno para Capturar tu Atención
Marcos 11:1-10
Jesús Montó un Asno para Capturar tu Atención
El sermón en audio
Marcos 11:1-10: Cuando ya estaban cerca de Jerusalén, Betfagué y Betania, y frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos y les dijo: «Vayan a la aldea que tienen ante ustedes. Al entrar en ella, van a encontrar atado un burrito, sobre el cual nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá. Si alguien les pregunta: “¿Por qué hacen esto?”, respondan que el Señor lo necesita, y que muy pronto lo devolverá.»
Los discípulos fueron, y en la calle, junto a una puerta, encontraron el burrito atado. Lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Por qué están desatando el burrito?» Ellos les respondieron lo que Jesús les había dicho, y los dejaron desatarlo. Ellos llevaron a Jesús el burrito, sobre el que echaron sus mantos, y luego Jesús se montó sobre él. Por el camino, muchos tendían también sus mantos, mientras que otros cortaban ramas que habían cortado en el campo. Tanto los que iban delante como los que iban detrás gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
¿Alguna vez han hecho algo impactante a propósito? Por ejemplo, mi papá tenía un código de vestimenta para su clase de oratoria – no permitía llevar pantalón de mezclilla ni calzado deportivo. Así que para mi primer discurso (sí, mi papá fue mi maestro de oratoria) llevé puesto a propósito un pantalón de mezclilla, camiseta y tenis. Cuando entré al salón de clases hubieran visto las caras de mi papá y mis compañeros de clase. No lo hice por desafiar el código de la clase de mi papá. Lo hice a propósito para probar un punto en mi discurso. El punto del discurso era: “¿Qué se necesita para capturar la atención de alguien?” Y, ¿qué creen? Funcionó.
Piensen un momento en Jesús montado en un asno camino a Jerusalén. Consideren el hecho que es el Hijo de Dios quien va montado en el burrito. Impactante, ¿no creen? Dudo que alguna vez hayan leído en la historia de la antigüedad o moderna que un dios haya montado un burro. Pero nuestro Dios sí. Y lo que podría ser aún más impactante es que Jesús montó ese burrito a propósito. Sí, nuestro Dios encarnado arriba de un burro de manera deliberada. No fue algo espontaneo o por accidente. Fue intencional y deliberadamente. Y lo hizo para capturar nuestra atención.
A primera vista, podría parecer extraño que el evangelio de Marcos se ocupe tanto en que Jesús se haga de un asno. Ustedes tal vez se preguntarán: “¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Para qué tantas instrucciones tan precisas? ¿Por qué tanto detalle?” También quizás se preguntarán si ustedes podrían haberse llevado algo que no les pertenece con simplemente decir, “El Señor lo necesita”. Pero, ¿qué es lo que realmente está ocurriendo aquí?
Los discípulos fueron, y en la calle, junto a una puerta, encontraron el burrito atado. Lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Por qué están desatando el burrito?» Ellos les respondieron lo que Jesús les había dicho, y los dejaron desatarlo. Ellos llevaron a Jesús el burrito, sobre el que echaron sus mantos, y luego Jesús se montó sobre él. Por el camino, muchos tendían también sus mantos, mientras que otros cortaban ramas que habían cortado en el campo. Tanto los que iban delante como los que iban detrás gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
¿Alguna vez han hecho algo impactante a propósito? Por ejemplo, mi papá tenía un código de vestimenta para su clase de oratoria – no permitía llevar pantalón de mezclilla ni calzado deportivo. Así que para mi primer discurso (sí, mi papá fue mi maestro de oratoria) llevé puesto a propósito un pantalón de mezclilla, camiseta y tenis. Cuando entré al salón de clases hubieran visto las caras de mi papá y mis compañeros de clase. No lo hice por desafiar el código de la clase de mi papá. Lo hice a propósito para probar un punto en mi discurso. El punto del discurso era: “¿Qué se necesita para capturar la atención de alguien?” Y, ¿qué creen? Funcionó.
Piensen un momento en Jesús montado en un asno camino a Jerusalén. Consideren el hecho que es el Hijo de Dios quien va montado en el burrito. Impactante, ¿no creen? Dudo que alguna vez hayan leído en la historia de la antigüedad o moderna que un dios haya montado un burro. Pero nuestro Dios sí. Y lo que podría ser aún más impactante es que Jesús montó ese burrito a propósito. Sí, nuestro Dios encarnado arriba de un burro de manera deliberada. No fue algo espontaneo o por accidente. Fue intencional y deliberadamente. Y lo hizo para capturar nuestra atención.
A primera vista, podría parecer extraño que el evangelio de Marcos se ocupe tanto en que Jesús se haga de un asno. Ustedes tal vez se preguntarán: “¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Para qué tantas instrucciones tan precisas? ¿Por qué tanto detalle?” También quizás se preguntarán si ustedes podrían haberse llevado algo que no les pertenece con simplemente decir, “El Señor lo necesita”. Pero, ¿qué es lo que realmente está ocurriendo aquí?
Bien, pues existe un plan divino que nos es revelado en estos detalles tan raros para obtener un burro. La promesa de salvación del Señor está siendo cumplida. Todos los detalles de Marcos quieren llevar nuestra atención a la profecía mesiánica del Antiguo Testamento en Zacarías 9:9 donde dice:
“¡Llénate de alegría, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey viene a ti, justo, y salvador y humilde, y montado sobre un asno…” ¿Por qué entró Jesús a Jerusalén montado en un burro? Porque estaba intencionalmente cumpliendo la profecía de Zacarías e identificándose públicamente, al ir montado en burro, como el Mesías. Jesús montó aquel burro a propósito para capturar nuestra atención y decirnos, “Zacarías estaba escribiendo acerca de mí.” Amados, esto es de suma importancia. |
Es de suma importancia porque pone énfasis nuevamente en que Jesús es el Escogido para nuestra salvación. Si existe una cuestión que sobresale en los cuatro evangelios, y de manera especial en el Evangelio de Marcos, es esta: “Jesús es el Mesías Prometido.” Él es de quien las Escrituras del Antiguo Testamento predijeron que nacería de una virgen, seria llevado como un cordero al matadero, y de quien cuyo cuerpo no vería descomposición. Y, ¡eso es exactamente lo que ocurrió! Con lujo de detalle de las profecías y con intención deliberada, Cristo vino, Cristo murió, y Cristo resucitó de entre los muertos. Es exactamente lo que necesitaba suceder para salvarnos de nuestros pecados.
¿Qué relevancia tiene para nosotros esto? Es relevante porque las fuerzas del mal y de la incredulidad continúan descreditando, difamando y vituperan a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida. Continúan negando y censurando la divinidad de Jesús. Quieren hacernos creer que Jesús no pudo haber sido el Mesías, que no hay necesidad de un Mesías, que todos y cada uno de nosotros somos nuestros propios mesías. No se dejen engañar por todas estas mentiras. Jesús entró montado en un burro a propósito para capturar nuestra atención y decirnos, “Zacarías estaba hablando de mí – justo, y salvador y humilde, y montado sobre un asno.”
¿Qué relevancia tiene para nosotros esto? Es relevante porque las fuerzas del mal y de la incredulidad continúan descreditando, difamando y vituperan a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida. Continúan negando y censurando la divinidad de Jesús. Quieren hacernos creer que Jesús no pudo haber sido el Mesías, que no hay necesidad de un Mesías, que todos y cada uno de nosotros somos nuestros propios mesías. No se dejen engañar por todas estas mentiras. Jesús entró montado en un burro a propósito para capturar nuestra atención y decirnos, “Zacarías estaba hablando de mí – justo, y salvador y humilde, y montado sobre un asno.”
Otra razón de gran importancia por la cual Jesús entró a Jerusalén en burro es porque nos ilustra la fidelidad y exactitud de Dios hacia Sus promesas. Pongamos Zacarías 9:9 y Marcos 10:1-11 lado a lado, ¿podría ser más exacto? Y pensar que existen 500 años entre ambas secciones de la Escritura. ¡Qué poder, paciencia, y planeación nos muestra Dios para llevar a cabo Sus promesas!
Pero, ¿qué tan seguido cuestionamos ese poder, paciencia, y planeación de Dios? ¿Qué tan a menudo cuestionamos la atención y cuidado? En especial cuando las cosas nos salen mal o no de la manera que teníamos pensado. ¿Qué tan seguido no ridiculizamos la fidelidad de Dios? Y siendo más precisos, ¿cuándo vamos a entender, por fin, que Dios sabe lo que tiene qué hacer para Su pueblo y lo que Su pueblo requiere para salvarlo? |
Piensen solamente en los detalles que Dios le dio a Noé para construir un arca y salvar a su familia de un diluvio universal. Piensen solamente en los detalles que Dios le dio a Moisés y a los hijos de Israel en la primer Pascua para salvarlos del ángel de la muerte. Y ahora fíjense en los detalles que acaban de leer en Marcos 11 junto con los detalles de Marcos 14 y 15 cuando Jesús sufrió y murió en la cruz para salvarnos de la condenación de nuestros pecados.
Amados, no se pierdan lo que muchos se han perdido y lo muchos hoy se siguen perdiendo. La manera en que Jesús entró a Jerusalén lo proclamó como el siervo humilde y sufrido:
“Quien, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo (como montar en un burro) y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:6-8) Y no se pierdan este énfasis, “¡Y MUERTE DE CRUZ!”
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Los relatos del Domingo de Ramos en los evangelios comúnmente llevan el encabezado “La Entrada Triunfal” o “La Procesión Triunfal.” Y, ciertamente, no hay nada más triunfal que poder declarar: “¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado!” Pero la realidad es que la entrada de Jesús a Jerusalén fue un camino a la muerte.
Jesús montó un burro entrando a Jerusalén a propósito – para sufrir por nuestros pecados intencionalmente, para ser castigado por nuestros pecados deliberadamente, para colgar de una cruz en lugar nuestro por nuestros pecados adrede, para cumplir absolutamente Su promesa de quitar nuestros pecados. ¡Cuánto amó Jesús a los pecadores como ustedes y yo!
Cuando la gente tendía sus mantos, ondeaba sus palmas, y cantaba alabanzas al Señor, ¿comprendieron realmente el propósito de que Jesús montara un burro? Por muchas razones, uno respondería, “Probablemente, no.” Pero yo oro por que ustedes sí lo comprendan. Oro por que su ir montado en burro entrando a Jerusalén haya capturado su atención. Jesús es digno de su adoración y alabanzas. |
Porque aunque Aquél que entró a Jerusalén sobre un asno, aunque fue Coronado como rey con una corona de espinas y aunque fue entronizado en una despreciable cruz y aunque fue clavado como supremo de los tontos, por gracia humildemente saben que Aquél montó un burro a propósito. Nunca olviden ese propósito. Jesús fue el Mesías Prometido que sufrió y murió siendo el sacrificio supremo por todos y por todo el pecado, incluidos tú y yo. ¡Cuánto amó Jesús a pecadores como tú y yo! Tanto, que debe capturar su atención. Amén.
29 de Marzo de 2020
Juan 14:27
Mi Paz Les Doy
Juan 14:27
Mi Paz Les Doy
El sermón en audio
La semana pasada utilicé diferentes palabras para describir lo que está ocurriendo y lo que estamos experimentando. Algunas esas palabras fueron “extraño”, “raro”, y “distinto”. De hecho, el jueves por la mañana escuché a Julie Andrews decir en el programa televisivo Good Morning America: “Estos son días muy, muy raros”.
Pues, hoy quisiera que se enfocaran en otra palabra que creo describe los efectos del coronavirus. La palabra es “conmoción”. Esta palabra literalmente significa “movimiento o perturbación violenta del ánimo o del cuerpo.” ¿Acaso no es esto lo que esta pandemia ha provocado a nuestro alrededor y en nosotros mismos?
Algunos de ustedes tal vez se cuestionen si la conmoción que vivimos es violenta o no. Sin embargo, supongo que 24,093 muertes (y este número va en constante aumento) es algo bastante violento. Pero ciertamente, ¿acaso todo esto del coronavirus no ha “conmocionado” un tanto sus vidas? ¿No ha sido un cambio repentino y perturbador en sus vidas? Ya los oigo diciendo: “¡Obviamente!” Y yo estoy de acuerdo. Sé con lo que han estado luchando; yo también he estado luchando: “¿Cómo debo manejar esta situación? ¿Por qué estoy nervioso constantemente? ¿Por qué tengo tanto miedo? ¿Qué es lo que va a pasar realmente? ¿Cuánto terminará esto?”
Pues, hoy quisiera que se enfocaran en otra palabra que creo describe los efectos del coronavirus. La palabra es “conmoción”. Esta palabra literalmente significa “movimiento o perturbación violenta del ánimo o del cuerpo.” ¿Acaso no es esto lo que esta pandemia ha provocado a nuestro alrededor y en nosotros mismos?
Algunos de ustedes tal vez se cuestionen si la conmoción que vivimos es violenta o no. Sin embargo, supongo que 24,093 muertes (y este número va en constante aumento) es algo bastante violento. Pero ciertamente, ¿acaso todo esto del coronavirus no ha “conmocionado” un tanto sus vidas? ¿No ha sido un cambio repentino y perturbador en sus vidas? Ya los oigo diciendo: “¡Obviamente!” Y yo estoy de acuerdo. Sé con lo que han estado luchando; yo también he estado luchando: “¿Cómo debo manejar esta situación? ¿Por qué estoy nervioso constantemente? ¿Por qué tengo tanto miedo? ¿Qué es lo que va a pasar realmente? ¿Cuánto terminará esto?”
Queridos amigos, ésta es la única respuesta que puede satisfacer sus inquietudes: Jesús dice, “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo” (Juan 14:27).
Hay dos cosas que deben percibir sobre cuando Jesús pronunció estas palabras: 1. Estas palabras en Juan capítulo 14 forman parte de uno de los discursos más largos que haya pronunciado Jesús en los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas o Juan. El Sermón de la Montaña es el segundo discurso más largo. Es en este discurso de los capítulos 13 al 17 de Juan que Jesús dijo unas cosas que nos llegan más al alma por lo que ocurre a nuestro alrededor: |
- Es en este discurso de los capítulos 13 al 17 de Juan que Jesús dijo: “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén” (Juan 14:1-3).
- Es en este discurso de los capítulos 13 al 17 de Juan que Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6)
- Es en este discurso de los capítulos 13 al 17 de Juan que Jesús dijo: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:5).
- Es en este discurso de los capítulos 13 al 17 de Juan que Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Pero aún mientras que Jesús decía estas cosas sorprendentes y maravillosas, entre los discípulos había una conmoción penetrante. ¿Por qué? Porque al principio de dicho discurso Jesús señaló que los iba a dejar. Y al escuchar esto los discípulos, ¿qué creen que ocurrió? Les dio miedo y se pusieron nerviosos. Leemos que hablan valientemente en el capítulo 13, pero son solo apariencias. Por dentro están temblando solo de pensar que Jesús los dejará. ¿Cómo van a soportar eso? ¿Qué va a pasar? ¿Qué tan dolorosa va a ser la separación? ¿Cuánto tiempo estarán sin Él? ¿No les suenan familiares estas preguntas?
2. La segunda cosa que quiero que comprendan es “cuando” Jesús dijo: “La paz les dejo, mi paz les doy”. Jesús pronuncio esas palabras justo la noche antes de ser clavado en la cruz por ustedes y sus pecados. ¡La noche anterior! Entiendan pues esto:
“En la víspera del día más violento en la vida terrenal de Jesús y víspera del día mas desgarrador para sus discípulos, Jesús les dio paz” (Gary Baumler, The Gospel of John’s People Bible Commentary, p. 203). ¿Hay algo más aberrante que ver al Hijo de Dios colgando de una cruz? ¡Eso sí que conmociona! Y, sin embargo, hay una paz que Jesús prescribe para esa conmoción. Dejen les platico sobre esa paz: |
Esta paz es la paz de Jesús, “mi paz”, recalca Jesús. En otras palabras, esa paz solo puede venir de Él, y solo puede ser dada por Él. Es una paz que nos promete que Dios no toma en cuenta tus pecados en tu contra porque todos ya fueron impuestos sobre Jesús en la cruz. Es una paz que promete que no existe cosa alguna en tu vida que se interponga entre tú y tu Dios. Él ha declarado que “no eres culpable delante de Él”. Reflexionen sobre eso. La conmoción más grande de sus vidas, esa que los pone más nerviosos y los atemoriza, la culpabilidad que los acusa, la vergüenza que los deshonra, ¿no son acaso por sus pecados? Y con justa razón. Pero Jesús ya se encargó de todo eso en la cruz. Ahí cargó con sus culpas, padeció sus vergüenzas, y pagó por sus pecados para establecer paz entre ustedes y su Dios.
Repito, por medio de Jesús, nada se interpone entre Dios y ustedes. Romanos 5:1-2 proclama esta paz bella y claramente:
“Así, pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien tenemos también, por la fe, acceso a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios.” Así que si tenemos esa paz, que poseemos a través de la fe, ¿no nos damos cuenta que con ella tenemos la fuerza y valor para afrontar este coronavirus? ¿De qué hay que preocuparse cuando todo entre Dios y nosotros se ha hecho perfecto por medio de la fe en Jesucristo? |
Y no, esta no es una paz que el mundo otorga, puede otorgar, o jamás podrá otorgar. ¿No nos recuerda el coronavirus esto? Solo piensen en lo rápido que sus vidas relativamente apacibles han sido volteadas de cabeza por esta pandemia. Solo piensen lo rápido que la bolsa de valores se derrumbó. Solo piensen en lo rápido que Estados Unidos perdió a 550,000 millonarios. Piensen solamente en lo rápido que 3.3 millones sometieron documentación para pedir beneficios por desempleo. Esa es la conmoción repentina que el mundo siempre ha otorgado desde la caída en el Edén. Por si fuera poco, el día en que escribí este sermón las ondas de un temblor de 5.0 grados con epicentro al oriente de nuestra ciudad pudieron sentirse El Paso.
Claro que hay momentos de paz que podemos disfrutar. Pero no son duraderos. Son efímeros. El mundo, o llamémosle “la vida”, siempre interrumpe nuestra paz aquí en la tierra con algo. ¿Por qué? Porque un mundo caído no puede ofrecer otra cosa. ¿No les impresiona aún más saber que la paz que Jesús nos da, es una paz que nos promete algo ajeno a este mundo? Esperen, ¿qué dijo Jesús? “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén” (Juan 14:1-3).
La conmoción no es necesariamente mala, incluso la conmoción causada por el coronavirus, si nos despierta a las bendiciones en nuestras vidas que hemos dado por sentadas. ¿Podría ser que la paz que Jesús nos da es una de esas bendiciones que hemos despreciado y dado por sentadas?
Sigan el esquema de nuestro servicio de adoración los domingos por la mañana: Al inicio nos deseamos gracia y paz; luego, confesamos juntos nuestros pecados y recibimos la paz del perdón; luego, escuchamos el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, que al final es un mensaje de paz; después ¿qué es lo que el pastor dice al terminar su sermón? “Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús”; en seguida, los domingos que participamos de la Santa Cena, recibimos la paz por medio del cuerpo y sangre de Cristo junto con el pan y el vino para el perdón de pecados, y al final recibimos la bendición del Señor. ¿No echan de menos el congregarnos los domingos por la mañana? Yo también. Pero, incluso en esos instantes, hay una paz que Jesús nos da ahora y para siempre. Nada, pero nada se interpone entre nosotros y Dios. No se turben sus corazones. No teman. Amén.
|
22 de Marzo de 2020
Juan 19:1-6
La Perspectiva Más Importante ante el Coronavirus
El sermón en audio
Me imagino que sería extraño si no iniciara este sermón mencionando al coronavirus y de cómo está afectando nuestras vidas. ¿Quién hubiera pensado que estarías leyendo este sermón y no escucharlo en la iglesia? Pero esto es lo “nuevo normal” como dicen.
Es difícil saber qué pensar sobre esta pandemia que estamos experimentando. He hablado con tantas gentes, jóvenes y ancianos, y las palabras que resuenan con cada uno de ellos son: raro, extraño, histórico, incluso que es una experiencia que nos ha cambiado la vida. ¿Quién hubiera pensado que el papel sanitario seria el tema de conversación y chistes a causa de un virus? ¿Quién hubiera pensado que todos los restaurantes, bares, antros, salas de cine y teatros estarían cerrados por tiempo indefinido? ¿Quién hubiera pensado que tendríamos que llevar a cabo una práctica denominada “distanciamiento socia”?
Las reacciones al coronavirus han sido esclarecedoras y descubridoras también. He atestiguado temor y desesperanza, además de engreimiento y descuido. He visto egoísmo y acaparamiento. He observado un montón de contradicciones. Por cierto, ¿Cuántos de ustedes están recogiendo su correspondencia con guantes puestos? ¿Saben por dónde ha estado su correspondencia? ¿Cuántas manos han tocado su correspondencia antes que las suyas? ¿Saben lo poroso que es el papel? No los estoy criticando o siendo grosero. Por favor, no piensen eso. Es solamente una observación honesta de mi parte.
Claro que también he visto sensatez. He visto una voluntad para ayudar y mucha generosidad. He visto a personas unirse y llegar a otros. Estas son cosas que no debemos ignorar. Las oportunidades para vivir nuestra fe en Cristo y amar a nuestro prójimo están presentes a cada día, con virus o sin virus. Pero lo que estamos viviendo hace más palpables esas oportunidades. Miren, Dios dispone todas las cosas para bien, incluso en medio de una pandemia.
Es difícil saber qué pensar sobre esta pandemia que estamos experimentando. He hablado con tantas gentes, jóvenes y ancianos, y las palabras que resuenan con cada uno de ellos son: raro, extraño, histórico, incluso que es una experiencia que nos ha cambiado la vida. ¿Quién hubiera pensado que el papel sanitario seria el tema de conversación y chistes a causa de un virus? ¿Quién hubiera pensado que todos los restaurantes, bares, antros, salas de cine y teatros estarían cerrados por tiempo indefinido? ¿Quién hubiera pensado que tendríamos que llevar a cabo una práctica denominada “distanciamiento socia”?
Las reacciones al coronavirus han sido esclarecedoras y descubridoras también. He atestiguado temor y desesperanza, además de engreimiento y descuido. He visto egoísmo y acaparamiento. He observado un montón de contradicciones. Por cierto, ¿Cuántos de ustedes están recogiendo su correspondencia con guantes puestos? ¿Saben por dónde ha estado su correspondencia? ¿Cuántas manos han tocado su correspondencia antes que las suyas? ¿Saben lo poroso que es el papel? No los estoy criticando o siendo grosero. Por favor, no piensen eso. Es solamente una observación honesta de mi parte.
Claro que también he visto sensatez. He visto una voluntad para ayudar y mucha generosidad. He visto a personas unirse y llegar a otros. Estas son cosas que no debemos ignorar. Las oportunidades para vivir nuestra fe en Cristo y amar a nuestro prójimo están presentes a cada día, con virus o sin virus. Pero lo que estamos viviendo hace más palpables esas oportunidades. Miren, Dios dispone todas las cosas para bien, incluso en medio de una pandemia.
Pero voy a ser sumamente honesto con ustedes, lo que más y más veo a causa de esta pandemia es un mundo caído. No es nada distinto a lo que Jesús observó antes de que resucitara a su amigo Lázaro.
Entonces Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se conmovió profundamente y, con su espíritu turbado, dijo: “¿Dónde lo pusieron?” Le dijeron: “Señor, ven a verlo.” Y Jesús lloró. (Juan 11:33-35) ¿Por qué lloró Jesús? No lloro porque su amigo Lázaro había muerto. Él iba a levantarlo de entre los muertos. Jesús lloró por ver los efectos de un mundo caído que hasta hacen llorar al Hijo de Dios. |
Es triste el coronavirus. La muerte, de cualquier índole, no se diga por coronavirus, es triste. El coronavirus jamás fue la intención de Dios cuando creó su mundo perfecto. Nunca fue su intención que muriera alguno de nosotros. Pero morimos. El coronavirus existe. Esa es la realidad seria y enfermiza por vivir en un mundo caído. Esa es la realidad del pecado.
Si están batallando con esto o dudas de esta realidad, lean Juan 19:1-6: Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó. Y los soldados tejieron una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y lo vistieron con un manto de purpura; y le decían: “¡Salve, Rey de los judíos!”, y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez, y les dijo: “Miren, lo he traído aquí afuera, ante ustedes, para que entiendan que no hallo en Él ningún delito.” Jesús salió, portando la corona de espinas y el manto de purpura. Y Pilato les dijo: “¡Aquí está el hombre!”
Cuando los principales sacerdotes y los alguaciles lo vieron, a gritos dijeron: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” Pero Pilato les dijo: “Pues llévenselo, y crucifíquenlo ustedes; porque yo no hallo en Él ningún delito.”
Si dudan de lo serio que es el pecado en nuestras vidas, quiero que observan dos cosas en Juan 19:1-6:
Si están batallando con esto o dudas de esta realidad, lean Juan 19:1-6: Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó. Y los soldados tejieron una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y lo vistieron con un manto de purpura; y le decían: “¡Salve, Rey de los judíos!”, y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez, y les dijo: “Miren, lo he traído aquí afuera, ante ustedes, para que entiendan que no hallo en Él ningún delito.” Jesús salió, portando la corona de espinas y el manto de purpura. Y Pilato les dijo: “¡Aquí está el hombre!”
Cuando los principales sacerdotes y los alguaciles lo vieron, a gritos dijeron: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” Pero Pilato les dijo: “Pues llévenselo, y crucifíquenlo ustedes; porque yo no hallo en Él ningún delito.”
Si dudan de lo serio que es el pecado en nuestras vidas, quiero que observan dos cosas en Juan 19:1-6:
1. Fíjense como Pilato dijo dos veces, “No hallo en Él ningún delito.” Literalmente no existe causa alguna para condenar a Jesús por ningún crimen. No es culpable. Y no esperamos nada menos del Santo Hijo de Dios, de Dios encarnado, de Aquel que fue tentado en todas formas, pero no pecó.
Pero ahí está Jesús frente a Pilato como un delincuente. Si es tan inocente, como lo declaró Pilato, ¿Por qué lo mandó azotar? ¿Por qué le dieron de latigazos una y otra vez? ¿Por qué le pusieron una corona de espinas en la cabeza? ¿Por qué se burlaban una y otra vez de Él? ¿Por qué lo golpearon? ¿Por qué lo abofetearon una vez tras otra? Hago énfasis en “una y otra vez”, porque el Evangelio hace énfasis en esto. ¿Están listos para la respuesta? ¡Agárrense fuerte! |
2. “Con todo, él llevará sobre si nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero el será herido por nuestros pecados… Pero al Señor le pareció bien quebrantarlo y hacerlo padecer. Cuando se haya presentado a sí mismo como ofrenda para la expiación de pecado.” (Isaías 53:4-5, 8, 10). Si dudas de lo serio que es el pecado, ahí está presente en Juan 19. Ahí está en Isaías 53.
¿Qué tiene que ver todo esto con el coronavirus? ¡Todo! No olviden la razón por la cual lloró Jesús. No hay coronavirus si no hay pecado. No hay muerte si no hay pecado. Además, no hay miedo ni desesperación si no hay pecado, y no hay engreimiento ni desfachatez si no hay pecado, y no hay egoísmo ni acaparamiento si no hay pecado. Pero, ¿qué observamos a nuestro alrededor? Peor aún, ¿Qué vemos en nosotros mismos? Honestamente, ¿cuántos de nosotros hemos reaccionado a este coronavirus en fe perfecta y pensamientos santos? ¿Si ven lo que, más que cualquier otra cosa, está siendo expuesto con esta pandemia? Nuevamente, no quiero que piensen que estoy desechando lo bueno. Pero cometemos un gran error si ignoramos o desechamos lo malo. Y cuando damos cuenta de lo malo, no es decir que somos los humanos comportándose como humanos. A menudo son los seres humanos comportándose como seres humanos pecaminosos de muchas maneras. Yo también, como uno de ellos. ¿Ustedes también?
|
Esto es algo que nos debe quedar bien claro:
...No existe una sola calamidad o catástrofe en la Biblia (y hay muchas ahí descritas) que no hay sido un llamado al arrepentimiento. ...Ni una sola que no haya sido un llamado fuerte para volverse al Señor. ...Ni una sola que no haya sido un llamado a despertar a la realidad de estar viviendo en un mundo caído como seres humanos en pecado. ...¡Ni una sola! Les hago saber esto en amor y humildad, no lo dejen pasar desapercibido. No se les pase esto como a muchos se les ha pasado antes. |
Y, ¿qué vamos a hacer al respecto? Vamos a volver a Juan 19:1-6 y vamos a recordad las desgarradoras palabras en Isaías 53:5:
“Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre el vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados.” Nada nos prepara mejor para enfrentar al coronavirus que la realidad expuesta en Juan 19:1-6 vista a la luz de Isaías 53:5. Nada mejor para equiparnos contra el coronavirus que saber que a través de la fe en Jesucristo estamos perdonados, somos salvos, y que iremos al cielo. Nada nos da mayor consuelo, valor, o esperanza. Esta es la perspectiva más importante que debemos mantener mientras que afrontamos estos días raros y extraños. |
Entonces, ¡adelante! Aprovechen esto como una oportunidad para ayudar a otros, alcanzar a otros, ser generosos con otros, para asegurarnos que no le falte nada a nadie, especialmente que no les falte el saber que existe una promesa y esperanza más grande que lo que el mundo jamás nos podrá ofrecer: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos a ustedes, que por medio de la fe son protegidos por el poder de Dios, para que alcancen la salvación, lista ya para manifestarse cuando llegue el momento final.” (1 Pedro 1:3-5) He aquí la mejor perspectiva que debemos tener ante este coronavirus. Amén.